[Guillermo Callejo. Colaborador de Cinemanet]
Analizar la ceremonia de los Oscar, no importa de qué año, implica muchas apreciaciones subjetivas que pueden ser compartidas por el lector o no. Por eso conviene tener en cuenta que se trata de eso: de un diagnóstico como otro cualquiera; un diagnóstico lleno de simpatías hacia tal o cual persona y que esconde rechazos más o menos conscientes.
Supongo que la resonancia de los Oscar está justificada. A fin de cuentas, a la ceremonia le rodea un ambiente de elegancia muy seductor y en ella confluyen los mejores actores de Occidente. De ahí que unos 200 países sigan en directo la estela de sus actores preferidos, las conmovedoras palabras de los premiados, las bromas de los presentadores. Y no hay nada de malo en ello. Las personas nos deleitamos con el espectáculo, unos porque lo protagonizan y otros porque, aun sabiendo que nunca llegaremos a ser estrellas cinematográficas, sentimos atracción por la belleza, por la riqueza y por el séptimo arte en general. En una palabra, porque soñamos.
Ahora bien, por mucho que reconozcamos que hay opiniones para todos los gustos, pienso que no resulta imposible llegar a algunas conclusiones más o menos compartidas. Y eso es lo que pretendo hacer aquí, a saber, una simple recogida de ideas básicas sobre los resultados de la gala del pasado domingo.
La 83 edición de los Oscar cumplió con las previsiones. Así que ahora, en lugar de enumerar cada nominación y cada premio, que a estas alturas la mayoría conoce de sobra y se pueden consultar en este link (o aquí, para ver un buen resumen en Youtube), mencionaré y hablaré brevemente de las películas más relevantes que salieron a la palestra.
La red social: confieso que a mí no me llamó mucho la atención, pero desde luego el brillante guión de Aaron Sorkin (conocido por Algunos hombres buenos y la serie El ala oeste de la Casa Blanca) supo transmitir la idea de un Mark Zuckerberg complejo, con personalidad y ambicioso. La historia, además, ahonda con sutileza en las pasiones que nos mueven a todos día tras día.
El discurso del rey: un melodrama en sentido estricto. Su trama tiene algo de típico, pues aborda el socorrido tema del héroe minusválido, lo que lleva a la conclusión de que se concibió para cosechar éxitos, y si lo ha logrado es sin duda gracias a la sobresaliente interpretación de su protagonista, Colin Firth, al soberbio elenco de secundarios (Bonham Carter, Gambon, Rush) y a la acertadísima dirección de Tom Hooper (ya hablé en otra ocasión de su portentosa The Damned United). Fue la película más premiada, junto con la apunto a continuación.
Origen: sobrevalorada, desde mi punto de vista. 4 estatuillas fueron quizá demasiadas. El tema de los sueños da para mucho, y si no que se lo pregunten a Freud o a Shakespeare, y Christopher Nolan aprovecha ese filón para ofrecer una trama más efectista que otra cosa. Al director inglés le preceden trabajos mucho más jugosos.
El cisne negro: largometraje con muchos entresijos y que sacude emocional y psicológicamente al espectador. Aronofsky saca un gran partido de Natalie Portman -trabajó muy duro para su papel, de ahí su merecido Oscar, aunque no sea el mejor papel de la israelí- y de la música. Subyace un planteamiento desgarrador frente a la vida, semejante al de Réquiem por un sueño (dirigida también por Aronofsky), que lleva a un callejón sin salida. Ya hemos hablado en Cinemanet de cómo el cine jamás es inocente ni debe limitarse a describir situaciones. Por eso no me satisfizo del todo este thriller, cuyo final, eso sí, es brillante.
The Fighter: el boxeo visto desde una perspectiva muy humana y con secuencias interpretativas loables. No se trata de una historia original ni de grandes sorpresas, pero ya era hora de que reconocieran el trabajo de Christian Bale. El jurado, en mi opinión, tampoco se equivocó al premiar a Melissa Leo. Mensaje final claro y constructivo.
Toy Story 3: sólo se llevó dos de estatuillas. Una excepción a la regla de que segundas o terceras partes nunca fueron buenas. Pocos personajes de animación han estado tan bien perfilados como Buddy y Buzz.
Valor de ley: injustamente olvidada. La fotografía e iluminación es apabullante; las interpretaciones, memorables; el intento de retorno al viejo western, logradísimo; y el canto a la justicia, imperecedero en su sencillez. Una pena que a los Coen se los ignorara de semejante manera, más todavía con las 10 candidaturas que habían conseguido.
Los Oscar son los premios del Cine con mayúsculas. Unos son más merecidos que otros, por supuesto, pero no deja de haber sorpresas muy, muy negativas en la historia de la ceremonia. Lo crean o no, Alfred Hitchcock, Charles Chaplin, Cary Grant, Kirk Douglas, Howard Hawks o Gene Kelly jamás recibieron un Oscar por su trabajo, exceptuando los honoríficos que les entregaron más tarde. ¡Qué bello es vivir!, pese a que tenía cinco nominaciones -incluidas mejor película, mejor director y mejor actor, no obtuvo ni una estatuilla. Tampoco El color púrpura de Spielberg, aunque la habían nominado en once apartados distintos, recibió ningún premio de la Academia.
¿Llamativo? Sí, por no decir lamentable. Hay quien lo atribuye a la corrupción del mercado cinematográfico; otros lo achacan a las personalidades de los nominados, no siempre muy adeptos a Hollywood y sus intereses. Seguramente haya un poco de todo. Una industria tan grande y tan humana inevitablemente ha de incurrir en injusticias. Pero eso no implica rechazar de plano los premios Oscar. Es necesario algún tipo de reconocimiento para esos artistas que dedican sus esfuerzos al entretenimiento de millones y millones de personas. Y el hecho incuestionable es que el teatro Kodak seguirá atrayendo las miradas y los deseos durante muchos años. No sé si para bien o para mal.
Magnífico, as always
Gracias!!