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ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: L’illusionniste |
SINOPSIS
Bella película de animación del francés Sylvain Chomet, con guión de Jacques Tati, sobre las andanzas de un anciano mago en los años 60. Un viejo mago que se gana la vida haciendo trucos con su chistera, su conejo, sus cartas y sus apariciones de flores y monedas. Pero es un mago de los de antes y el público por los años sesenta ha cambiado. Es la época del incio de la música moderna y la televisión y a la gente le interesa más el rock & roll que cualquier ilusionista con sus pañuelos y su magia para niños… El protagonista sin embargo no cesará en su empeño de ir de un lugar a otro en busca de trabajo, desde París o Londres, hasta llegar a un pueblecito perdido de Escocia, donde una muchachita quedará encandilada con sus trucos.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín- COPE]
A comienzos de los años 60 del siglo pasado, el anciano y silencioso mago Tatischeff viaja por toda Europa acompañado de su inseparable conejo. Su mágico arte tiene cada vez menos éxito, pues el rock, la televisión y el consumismo comienzan a ahogar la inocencia y la imaginación. Tras fracasar en París y Londres, el ilusionista llega a un pueblecito de Escocia, donde conoce a Alice, una pobre criada huérfana, que todavía posee la ingenuidad y la capacidad de asombro de los niños. Ella comienza a ver al mago como a un padre; y él siente que la ama como a una hija. De modo que su amistad les marcará para siempre.
Ocho años después de Bienvenidos a Belleville, el dibujante y animador francés Sylvain Chomet retorna brillantemente con El ilusionista, generosa coproducción franco-británica que le ha valido en 2011 el Premio del Cine Europeo y el César al mejor largometraje de animación, así como las candidaturas al Oscar y al Globo de Oro en esa categoría. Se trata de un tierno y nostálgico melodrama, basado en un inédito guión original, escrito por el genial cómico Jacques Tati (1907-1982) en 1956, tres años después de dirigir, escribir y protagonizar Las vacaciones del señor Hulot, y dos años antes de Mi tío, sus dos obras maestras. El segundo de esos filmes es homenajeado explícitamente por Chomet que, además, asigna a su mago los rasgos, gestos y apellido real del propio Tati. También aquí domina el humor visual —característico del slapstick mudo— sobre el verbal —hay muy pocos diálogos—; y se impregna todo de esa entrañable bondad típica de Tati, así como de su cierto pesimismo sobre el fin de una época en la que aún existían caballeros y niñas inocentes.
A ratos, esas arriesgadas opciones narrativas tornan un poco ardua la trama, dominada, sin embargo, por una rotunda emotividad poética, de tono neorrealista, muy bien encarnada en las excelentes animaciones en 2D tradicional, a menudo antológicas en diseños, movimientos y fondos. También la banda sonora —del propio Chomet— refuerza la calidad estética del conjunto con sus variaciones de jazz y de temas al piano de Erik Satie. Queda así un bocado exquisito para paladares selectos, que mantiene la esperanza de consolidar un cine de animación europeo de primera división.
El genio redivivo
Un viejo mago se gana la vida haciendo trucos con su chistera, su conejo, sus cartas y sus apariciones de flores y monedas. Pero es un mago de los de antes y el público por los años sesenta ha cambiado. Es la época del incio de la música moderna y la televisión y a la gente le interesa más el rock & roll que cualquier ilusionista con sus pañuelos y su magia para niños… El protagonista sin embargo no cesará en su empeño de ir de un lugar a otro en busca de trabajo, desde París o Londres, hasta llegar a un pueblecito perdido de Escocia, donde una muchachita quedará encandilada con sus trucos.
Preciosa y tiernísima película dirigida con una impresionante maestría por Sylvain Chomet, quien en 2003 ya llamó la atención con Bienvenidos a Belleville. En este caso toma un guión original e inédito de 1956, escrito por el genio francés del cine cómico, Jacques Tati (1907-1982), y lo traslada a dibujos animados con resultados próximos a la obra maestra. No es casual ese apoyo en Tati, ya que todo en este film respira a ese genial cineasta, director de inolvidables películas como Día de fiesta o Las vacaciones del señor Hulot, desde la caracterización del protagonista -que es una traslación animada del propio Tati- hasta el humor propio de su cine, una comicidad basada en el gesto, en el slapstick, con ausencia prácticamente absoluta de diálogos (y ni falta que hacen). Se permite Chomet incluso un rendido homenaje a su mentor en una memorable escena en la que el mago entra en un cine donde están exhibiendo la genial película Mi tío… Y por supuesto hay una característica muy “tatiana” en el film: la bondad. No hay un solo personaje desagradable y las aventuras del protagonista y su pequeña amiga son de tal ternura, amor y sencillez que acaban siendo tumbativas hasta para el más escéptico.
La historia indaga en el fin de una época, la de la ilusión y la imaginación, un mundo pretérito donde los sueños podían hacerse realidad. El modo en que se muestra esa terrible conclusión es puro cine, pero también sorprende por su triste crudeza y su punto pesimista (y tan realista al fin y al cabo). De cualquier forma, el conjunto resulta memorable por la gran carga poética en numerosísimas secuencias e imágenes de gran belleza, con animación tradicional a base de dibujos sencillos y alargados que recuerdan un poco el estilo de Toulouse-Lautrec. Acompaña a todo una música muy adecuada y nostálgica creada por el propio Chomet, unos sonidos que retrotraen a tiempos de lánguidas trompetas de jazz o teclas pianísticas del compositor Erik Satie. Con todo merecimiento la película obtuvo la nominación al Oscar.
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