Película interesante, bien interpretada, con menos acción y más drama personal del que podía pensarse en un principio que consigue hacer pensar y reflexionar sobre temas tan complejos como la lealtad, la fortaleza, el asumir los propios errores para poder remediarlos y la providencia divina que está presente en todas las “casualidades” que van guiando a los personajes. Sin embargo por unas escenas explícitas e innecesarias un desarrollo poco profundo de algunos personajes y un vocabulario en exceso soez no acaba de ser redonda. Una pena.
ESTRENO Título original: Flight. |
SINOPSIS
Una mañana otoñal, el vuelo SouthJet 227 despega de Orlando (Florida), iniciando lo que debería haber sido un trayecto rutinario. El capitán Whip Whitaker está al mando del Jackson-Ridgefield 88 junto a su joven y formal co-piloto y su primer oficial Ken Evans, que es el polo opuesto de Whip en todos los sentidos. El vuelo no tarda en toparse con turbulencias mucho más violentas de lo esperado según se adentran en una fuerte tormenta. De forma abrupta, los pilotos se encuentran con una serie de fallos mecánicos inexplicables, haciendo que el avión se mueva como una montaña rusa. Según se van multiplicando estas complicaciones, haciendo que el avión caiga en espiral y aparentemente fuera del control de los pilotos, Whip decide que la única manera de mantener la altura es hacer una maniobra acrobática con el avión de 50 toneladas, de manera que pueda deslizarse sin motores hasta que consiga enderezar el avión y aterrizar.
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CRÍTICAS
[Jeronimo José Martín – COPE]
Tras sus irregulares experimentos en animación por captura de movimiento —Polar Express, Beowulf y Cuento de Navidad—, el veterano Robert Zemeckis retorna a la acción real y se sumerge en la compleja personalidad del alcohólico capitán Whitaker (Denzel Washington), un piloto de aviación civil que es investigado después de que su avión se estrellara, causando seis víctimas mortales. Inicialmente, se le considera un héroe, pues logró un aterrizaje casi imposible después de que el avión sufriera graves problemas mecánicos durante una impresionante tormenta. Pero, en cuanto se inicia el consiguiente litigio judicial, descubren que, durante el vuelo, Whitaker tenía cotas altísimas de alcohol y drogas en la sangre.
Candidata a los Oscar al mejor actor (Denzel Washington) y al mejor guión original (John Gatins —Coach Carter, Acero puro—), la película comienza con una desagradable secuencia exhibicionista y mantiene un tono descarnado en su retrato de la infructuosa lucha de Whitaker contra sus adicciones, en su enriquecedora relación con la drogadicta Nicole (Kelly Reilly) y en sus encuentros con el abogado Hugh Lang (Don Cheadle) y el sindicalista Charlie Anderson (Bruce Greenwood). El resultado es notable gracias al buen hacer de todos los actores —sobre todo de Denzel Washington— y a la sólida puesta en escena de Zemeckis, brillantísima en la espeluznante secuencia del accidente aéreo. Sin embargo, la película se queda corta en sus conflictos dramáticos, sobre todo en la escueta relación de Whitaker con su ex-mujer Deana (Garcelle Beauvais) y su hijo Will (Justin Martin), y en el abrupto desenlace de la intensa subtrama de la drogadicta Nicole.
Además, las diversas apariciones cómico-surrealistas del personaje de Harling Mays (John Goodman) —el camello que suministra droga a Whitaker— rompen demasiado el clima dramático del relato y devalúan otro elemento interesante de la película: su inquietante y respetuoso tratamiento de la religión. En efecto, el descreimiento de Whitaker es puesto a prueba por el convencimiento de varios personajes de que su aterrizaje fue verdaderamente milagroso, un auténtico “Act of God”, en el que Dios intervino clamorosamente, también para ofrecer a Whitaker una oportunidad de redención. Este enfoque enriquece el desarrollo de las subtramas, por ejemplo, en la excelente secuencia en la escalera de un hospital, cuando Whitaker conoce a Nicole en presencia de un joven enfermo de cáncer.
Además, sostiene el vibrante desenlace, muy capriano, que rompe definitivamente la progresión trágica de la historia con un sugerente giro final de bella fábula moral, mucho más cercano al tono de los mejores filmes de Zemeckis, como Náufrago o Forrest Gump. Sin embargo, por los defectos señalados, el veterano director de la trilogía de Regreso al futuro no acaba de redondear la jugada. Una pena.
[María Dolores Valdés, CinemaNet]
Tras una primera escena, con exhibición gratuita incluida, se nos presenta el personaje del capitán Whitaker (Denzel Washington) como un mujeriego, adicto al alcohol y a alguna otra sustancia. Con una familia rota: separado de su mujer y con un hijo al que no ve demasiado a menudo. Tras esa escena, le vemos preparado para pilotar un avión de pasajeros, a pesar de su dolor de cabeza (provocado por los excesos de la noche) y del mal tiempo que acompaña el despegue…Sin embargo, aunque el copiloto no es el de siempre y no parece muy tranquilo ante el comportamiento de Whitaker, pronto consigue sacar el avión de unas turbulencias graves hasta un claro, demostrando su pericia como piloto. Aunque los problemas reales del vuelo no han hecho más que empezar.
Aunque pueda parecer una película del género de catástrofes, por el accidente de avión, los problemas durante el aterrizaje y el vuelo…no se puede considerar tal, a pesar de la impactante secuencia del accidente, que llevó varios meses de planificación. En realidad nos encontramos ante el drama de un personaje complejo que no quiere enfrentarse a sus adicciones (ni siquiera las admite) y que en esa huida hacia delante está dejando gran parte de su vida en el camino.
La película tiene cosas negativas, como esa primera escena ya comentada, de un exhibicionismo pretendidamente natural pero absurdo y a todas luces innecesario, o el vocabulario soez empleado al menos en el subtitulado de la cinta, muy de moda en la actualidad, pero molesto para los creyentes (no sé si el doblaje al español será igual, pues no son exactamente las palabras empleadas en el original). Incluso algún retrato de grupos religiosos presentados muy al estilo de alcohólicos anónimos, que pudiera restar verosimilitud a la creencia de los personajes que es sincera y respetable.
Sin embargo, la cinta nos hace llegar hasta tocar fondo, y para ello se mete en el submundo de la droga, la pornografía y el alcoholismo…para hacernos comprender la problemática que los acompaña. Cómo todo ello hace que la persona caiga muy bajo y al mismo tiempo la necesidad de reconocer los problemas y de recibir ayuda para conseguir salir adelante.
En medio de todo ello, encontramos personajes secundarios muy entrañables, que ayudan a entender mejor los problemas, al servir de contrapunto (es memorable la escena del hospital, en la escalera para poder fumar, del protagonista junto a un enfermo de cáncer y una drogadicta). Y se plantean temas tan interesantes como la honestidad con uno mismo, la importancia de reconocer los errores y afrontarlos y el
tema de Dios y la providencia como algo que está ahí, en todo momento, y que es capaz de sacar cosas buenas de lo que humanamente sólo parecen desastres.
Las interpretaciones son excelentes, sobre todo la de Denzel Washington, que encarna a la perfección su complejo personaje, muy cercano por otra parte a las vivencias de muchas personas que pueden padecer este tipo de adicciones. El abogado que admira la hazaña del piloto y sus argucias legales también están bien llevados…y quizá sólo sobre el pretendido tono cómico que se pretende dar con el «camello» encarnado por John Goodman.
Encontramos por tanto una película interesante, con menos acción y más drama personal del que podía pensarse en un principio y que a pesar de sus limitaciones consigue hacer pensar y reflexionar sobre temas tan complejos como la lealtad, la fortaleza, el asumir los propios errores para poder remediarlos y la providencia divina que está presente en todas las “casualidades” que van guiando a los personajes.
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