Disney y Pixar unen fuerzas una vez más para crear una nueva y mágica aventura. En esta ocasión la gran pantalla retrocede en el tiempo y nos transporta a la prehistoria. Sin embargo las productoras matizan su propia versión de La Tierra hace 65 millones de años. Dinosaurios y humanos deberán aprender a convivir para superar los obstáculos que les presenta la vida.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: The Good Dinosaur |
SINOPSIS
Hace 65 millones de años un asteroide colisionó contra La Tierra y acabó con los dinosaurios. Pero ¿y si hubiera pasado de largo? Dinosaurios y seres humanos tendrían que compartir el planeta y aprender a convivir. Las vidas del pequeño Arlo y un niño llamado Spot se cruzan cuando Arlo intenta encontrar el camino de regreso a su casa. El viaje no es fácil y para ello deberán caminar juntos en una larga aventura de superación, dónde los miedos no son más que el comienzo de una bella amistad.
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CRÍTICAS
[María Ros. Colaboradora de Cinemanet]
Los dos grandes gigantes del cine de animación de nuestros tiempos, Disney y Pixar, se unen una vez más para dar vida al pequeño Arlo. Se trata de un viaje de descubrimiento personal, dónde cada uno debe aprender a superar sus temores.
Los creadores de “Buscando a Nemo”, “Toy Story”, “Up” o la más reciente “Del Revés”, dan vida a un dinosaurio verde llamado Arlo que piensa, habla y actúa como un ser humano. La última vez que vimos dinosaurios animados en la gran pantalla fue con la franquicia de 13 películas de “En busca del valle encantado”.
Tanto Disney como Pixar nos tienen habituados a que sean los animales los que encarnen la humanidad de la trama. Scar es ambicioso y urde planes para erigirse rey, los ratones de Cenicienta saben coser y Bambi llora la muerte de su madre. En ellos se personifican todas y cada una de las emociones humanas; son animales que piensan, que razonan, que toman decisiones y que meten la pata. Y esta historia no es distinta.
No es la primera vez que un protagonista animado pierde a su padre y debe aprender a caminar solo por la vida. La lista es larga: Simba pierde a Mufasa en “El Rey León”, “La Sirenita” no tiene madre, las hermanas de “Frozen” se quedan huérfanas, y lo mismo ocurre con “Tarzán”. Y así podríamos seguir con infinitud de relatos que coinciden. Pero todos ellos tiene algo en común: el viaje interior que debe realizar el protagonista para plantarle cara a la vida y aprender a gestionar los propios miedos.
“El viaje de Arlo” narra pues la historia del pequeño dinosaurio y su curioso compañero de viaje Spot, el Mougli de la prehistoria. Ambos inician el camino de vuelta con la esperanza de reunir de nuevo a la familia de dinosaurios. Lo curioso es que en esta entrega no es el animal el que ayuda al hombre a comprender su humanidad, si no al revés. Resulta interesante como se invierten los roles: aquí es el niño el que ladra y gruñe y el Apatosaurus el que habla y razona.
Es un viaje de crecimiento, dónde el protagonista “cuellilargo” aprende a superar los obstáculos que le plantea la vida, dónde se forja una amistad infranqueable entre dos especies distintas y dónde la supervivencia es lo que marca cada paso, cada decisión. Es un recorrido al interior de cada uno, dónde el coraje y la fuerza interior son la única opción para seguir con vida.
Pixar tiene el listón muy alto a nivel técnico cuando se trata de sus producciones. El filme está planteado de tal modo que sumerge a los espectadores en la calidad técnica de los paisajes, con una luz adecuada para generar la magia de la historia y unas texturas que te hacen querer alargar el brazo para tocar la pantalla.
“El viaje de Arlo” es una historia que demuestra que el único modo de ser feliz en esta vida pasa por ser fieles a la propia esencia y sobre todo por tener la valentía de no dejarse vencer por las piedras en el camino.
[Guille Altarriba. Colaborador de Cinemanet]
La última película del combo Disney-Pixar no pasará a la historia como una de las obras maestras del estudio, pero eso no significa ni por un segundo que sea mala. La cuestión es que, aunque no llegue al cielo narrativo al que nos tienen acostumbrados los de Woody, Buzz y compañía, “El viaje de Arlo” ralla a un nivel que ya quisieran para sí muchas de las cintas de dibujos de la competencia.
La premisa de la que parte esta historia es un What if de los gordos: ¿y si el meteorito que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años simplemente hubiera pasado de largo? En esta ucronía, los grandes reptiles han desarrollado inteligencia humana y viven dedicados a la agricultura, la ganadería o el puro pillaje. Dentro de este contexto, Arlo es el hijo menor de una familia de Apatosaurus granjeros que, al contrario que sus hermanos, es un cobarde. Una serie de circunstancias que no destriparemos se conjuran para que Arlo termine arrastrado por una riada lejos de su casa sin más compañía que la de un niño humano con mentalidad de perro. Con este inesperado compañero, el niño silvestre llamado Spot, el dinosaurio trabará una amistad que es el núcleo de la película.
Decíamos al principio que “El viaje de Arlo” no alcanza la categoría de “obra maestra”, pero eso no quita que no tenga un buen puñado de virtudes si aceptamos su condición discreta. Destaca especialmente el apartado técnico, con unos escenarios que son una pura delicia visual: las espléndidas planicies, montañas y ríos de la América profunda lucen espectaculares en pantalla y le dejan a uno embelesado ante la calidad de estos fondos que se quedan pululando por el fondo de la retina. La música de Michael y Jeff Danna también empuja hacia arriba el resultado final, dando al recorrido de esta inusual pareja un dinamismo extra o subrayando la emoción del momento, según la situación lo requiera.
Respecto a la historia en sí, una de cal y otra de arena. Si bien es cierto que la cinta no tiene demasiadas pretensiones argumentales –la trama es muy sencilla, lineal hasta el punto de ser previsible en muchos casos-, cumple su cometido de ejercer de vehículo para que se construya la relación entre Arlo y Spot, el niño-perro. A lo largo de pequeños episodios de tono desigual –aquí una referencia al western, aquí otra al cine de terror, aquí una secuencia psicodélica…- los dos protagonistas se van conociendo, van aprendiendo a confiar el uno en el otro y acaban, en definitiva, forjando una auténtica amistad.
En definitiva, el dinosaurio y su compañero transmiten un mensaje fundamental dividido en dos partes, a saber: que el miedo no se evita, sino que se afronta y que la verdadera valentía surge de la amistad, que solo es posible darse cuando es por otro. Con todo, “El viaje de Arlo” será una cinta menor, pero tan bonita de forma y de fondo que nadie se arrepentirá de haber pasado por el cine.
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A juzgar por el trailer, el Viaje de Arlo explica que no hay nada que distinga a los animales de los hombres, pues todos los gestos que aquí hace el hombre son los propios de un perro cariñoso. Así pues ¿qué nos diferencia? Defendamos los derechos de todos los seres vivos, pues el hombre es sólo uno más entre ellos, sin ninguna diferencia cualitativa…
PD: A ver cuando arregláis los foros, para poder abrir discusiones allí. jejejjee