Adam Woronowicz llama a San Maximiliano Kolbe por su nombre de pila. No es raro: el mártir y él han sido durante bastante tiempo una misma persona, ya que lo interpreta en Dos coronas, el recién estrenado documental ficcionado que recorre la vida del llamado “santo de Auschwitz”. Woronowicz estuvo en Barcelona hace unos días presentando la película y en CinemaNet no quisimos dejar pasar la oportunidad de hablar con él.
¿El resultado? Una charla profunda y luminosa con este actor polaco de 44 años que se encontró –según dice aquí– con la figura de Kolbe después de la visita del Papa Francisco al -lamentablemente- célebre campo de concentración. Te dejamos sin más prólogo con la entrevista completa, ¡y ojalá te dé tanto como a nosotros!
En Auschwitz, San Maximiliano Kolbe entregó su vida a cambio de la de un padre de familia a quien ni siquiera conocía. Pensándolo ahora, yo creo que no me atrevería a hacerlo…
No, creo que yo tampoco… Hoy es muy chocante -incomprensible, incluso- cuando una persona decide ir hasta la muerte por sus creencias. Maximiliano estaba enfermo de ambos pulmones, y quiso cargar sobre sí el destino de aquel hombre.
Aun así, es impresionante.
Seguramente, él no podía imaginar cómo serían sus próximos días, pero creo que en esa decisión le ayudó Dios. Me recuerda a San Juan de la Cruz, cuando en La noche oscura del alma habla de esos momentos en que todo alrededor muere, pero sientes la vida dentro de ti. Veo una analogía con la muerte de Cristo: la gente también estaba sorprendida y disgustada, pero eso trajo la salvación al ser humano.
En este sentido, en alguna entrevista usted ha dicho que Kolbe es un modelo acerca de cómo ser cristiano, ¿en qué sentido?
En el de que no todo era tan bonito como se cuenta: de hecho, dicen que Maximiliano tenía un carácter muy difícil. Hay quien dice, incluso que si no fuera por Auschwitz ¡nunca habría llegado a ser santo! Esa es la esperanza más grande para nosotros, los cristianos: saber que Dios no nos juzga por lo malo que hacemos, sino por nuestro corazón.
En el campo de concentración Kolbe lo perdió todo.
En ese infierno a Maximiliano se le quitó todo, sí: sus ideas, su imprenta, sus proyectos televisivos… y quedó desnudo. No obstante, la Providencia lo seguía protegiendo, dando sentido a su estancia allí. Se podría decir que Dios construye sobre lo que es débil en un ser humano, más que en lo fuerte. Por eso la vida de este hombre es tan interesante, tanto para creyentes como para ateos, o agnósticos. El Evangelio trae un mensaje para todos, donde los últimos son los primeros: es el escándalo evangélico.
El momento más famoso de la vida de Kolbe es este episodio, pero usted menciona otros elementos, más desconocidos.
Sí, ese era mi caso: antes de entrar en esta película yo también creía que conocía a Maximiliano Kolbe. Fue al meterme en el proyecto cuando descubrí todo lo anterior, todo lo nuevo. De hecho, seguramente la película Dos coronas no agota la vida de Kolbe, pero la acerca a los espectadores, tanto en Polonia como en todo el mundo.
¿Cómo es el camino vital de este santo?
Era un personaje adelantado a su tiempo, de algún modo. Era un visionario: creó un claustro donde estuvieron 800 padres y hermanos, tenía una imprenta muy moderna, con la última tecnología, quería levantar una televisión para poder evangelizar… todo esto antes de la II Guerra Mundial. Fue un personaje extraordinario y muy profundo, un místico. Seguramente, habría desarrollado más estas ideas de no haber estallado la guerra, aunque -por otro lado- se puede decir que Dios iba encaminando su vida hacia su martirio en Auschwitz.
¿Cuál cree usted que es la fuerza de contar esta historia a través de una película, y no de cualquier otro medio?
No se trata de competir con otros medios, pero creo que la fórmula de documental ficcionado que hemos usado en Dos coronas es única, por los testimonios de los testigos. Por ejemplo, el del franciscano japonés que estuvo cuando estalló la bomba atómica en Nagasaki, o las palabras de un prisionero de Auschwitz que conoció a Maximiliano personalmente, hasta el punto de que el santo le inspiró para huir del campo de concentración. Vivimos tiempos de paz en Europa, pero queremos recordar lo que pasó para que no se repitan los tiempos oscuros de la 2ª Guerra Mundial, ni aquí ni en el resto del mundo. Sabemos el odio que existe hoy entre las personas, las heridas entre los hombres.
Y la propuesta de Kolbe es cerrar estas heridas a través del amor.
Claro que sí, pero es complicado. Es muy complicado.