Las películas de París tienen una tonalidad especial, y más si son románticas. Hay casi 100 películas de esta temática con el transfondo de esta ciudad, en mi archivo. Frases que salen en esta película, como “El amor es una reinvención de la vida”, “La vida es para disfrutarla, haz locuras, si no te vas a arrepentir”, son las que le decía la madre de la actriz principal. Era 1886 cuando la pintura estaba en pleno auge, aparecían las primeras cámaras de fotografía y se hablaba en las calles de la invención del cine; “son como unas fotografías que se mueven” decía uno de los actores.
Los colores del tiempo narra la historia de una mujer que no conocía a su madre, llegó a París y fue a verla; su sorpresa fue que descubrió que era prostituta y desolada se fue a vivir con dos jóvenes que había conocido en el viaje y para que ella pudiera tener su intimidad en la habitación se puso una sábana. Uno de los jóvenes le propuso pintarla desnuda y ella aceptó a cambio de que la enseñara a escribir y así empezó su mundo bohemio de París, hizo las paces con su madre, que le contó que uno de los posibles padres era el pintor Monet. La película retrata con maestría y magia la mezcla de las dos épocas, 1888 y la actual, 130 años de diferencia; nos deslumbra con sus dos épocas mezcladas en las mismas calles y diferentes personajes, en menos de un segundo de la época actual a la del siglo XIX .
El director Cedric Klapisch, con 19 películas a sus espaldas, destaca por su obra maestra, Como en las mejores familias (1996). Una película sencilla y cautivadora, sin ganas de que termine, de saber más de esta treintena de familiares que se conocen el día de la herencia, cada uno con su historia; uno de ellos era maestro y se iba a jubilar, llega a clase su último día y una fila de más de 300 niños aplaudiendo al profesor. ¡Qué escena tan bonita! Esas de llorar.







