Película que lleva al espectador de la carcajada al llanto liberador, obligándole en todo momento a reflexionar personalmente sobre temas tan nucleares como el valor del cariño familiar y las consecuencias dramáticas de las rupturas familiares; el narcisismo individualista de tantos jóvenes actuales, incapaces de entender el amor como donación o el poder redentor del amor cuando se abre realmente a los demás. Todo ello, planteado con una sinceridad, una valentía, un sentido del humor y una hondura dramática y moral absolutamente cautivadores.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Ruby Sparks. |
SINOPSIS
No hace tanto tiempo que Calvin Weir-Fields era un niño prodigio literario, autor de una aclamada primera novela. Pero desde entonces, se encuentra aquejado de un pertinaz caso de bloqueo de escritor, magnificado por una deprimente vida amorosa. En un intento desesperado de lograr que su chispa creativa vuelva a alumbrar, Calvin comienza a formarse una imagen mental de una protagonista. Su nombre es Ruby Sparks y desde el mismo instante en que la imagina, siente que su creatividad cobra un nuevo vigor para escribir acerca de ella. Hasta que ella se presenta en su cuarto de estar. ¿Se trata de una broma, de un indicio de locura, de un acto de magia? Sea lo que sea, parece increíble.
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CRÍTICAS
[Jeronimo José Martín – COPE]
En 2006, el divertido matrimonio compuesto por los californianos Jonathan Dayton y Valerie Faris triunfaba en todo el mundo con su primer largometraje, la deliciosa tragicomedia indie Pequeña Miss Sunshine, premiada con los Oscar al mejor actor secundario (Alan Arkin) y al mejor guión original (Michael Arndt). Ahora retornan a lo grande con Ruby Sparks, otra estupenda tragicomedia de escueto presupuesto y resultados sobresalientes. Esta vez ha sido escrita —y coprotagonizada— por la joven actriz californiana Zoe Kazan, nieta del prestigioso cineasta Elia Kazan, y conocida hasta el momento por sus papeles en películas como Revolutionary Road, La vida privada de Pippa Lee, Con el amor no hay quien pueda, No es tan fácil o Happythankyoumoreplease.
Hace diez años, Calvin Weir-Fields (Paul Dano) era un niño-prodigio literario —el nuevo J.D. Salinger—, autor de una aclamada primera novela. Pero, desde entonces, se encuentra aquejado de un pertinaz bloqueo creativo, acrecentado por la reciente muerte de su padre, a la que siguió la ruptura de su última relación amorosa. Hasta que un día comienza a tener sueños recurrentes, protagonizados por una chica encantadora, original y divertida. Tras hablarlo con su psicoanalista, el Dr. Rosenthal (Elliott Gould), Calvin decide poner nombre a la chica, Ruby Sparks (Zoe Kazan), y comenzar a escribir una novela sobre ella. Enseguida nota que su creatividad renace con un frenesí que nunca había sentido. Pero, de pronto, la mismísima Ruby Sparks cobra vida en la propia cocina de Calvin, como si fuera su novia y viviera con él desde hace tiempo. Alucinado, Calvin se teme que sea una broma o padezca los primeros síntomas de una enfermedad mental. Pero no, su mujer ideal se ha hecho realidad, todos la ven y la oyen, y Calvin puede cambiarla a voluntad simplemente escribiendo sobre ella en su vieja máquina de escribir. Pronto se enfrentará a un peliagudo dilema moral, como escritor y como novio: ¿hasta qué punto puede ser auténtica y satisfactoria una relación en la que una de las partes no tiene verdadera libertad?
De nuevo, Jonathan Dayton y Valerie Faris ponen su fresca puesta en escena al servicio del jugoso guión y de sus excelentes actores, todos ellos metidos hasta los tuétanos en sus respectivos personajes. Destacan, claro, Paul Dano y Zoe Kazan, que arrancan emociones fuertes y veraces en todas y cada una de sus secuencias. Pero también están brillantes Annette Bening y Antonio Banderas —los postmodernos, New Age y ecológicos madre y padrastro de Calvin—, y Steve Coogan —como el ligón agente del chico—, y Chris Messina —como su sufrido y superficial hermano—, y Elliott Gould, en la piel del psicoanalista de Calvin… El caso es que entre unos y otros llevan al espectador de la carcajada al llanto liberador, obligándole en todo momento a reflexionar personalmente sobre temas tan nucleares como el valor del cariño familiar y las consecuencias dramáticas de las rupturas familiares; el narcisismo individualista de tantos jóvenes actuales, incapaces de entender el amor como donación; el poder redentor del amor cuando se abre realmente a los demás; la enorme capacidad de transformación personal y social de la creación artística…
Todo ello, planteado con una sinceridad, una valentía, un sentido del humor y una hondura dramática y moral absolutamente cautivadores. Sólo se echa en falta alguna referencia más explícita a Dios y a la religión; aunque, entre líneas, Ruby Sparks respira la misma antropología trascendente judeocristiana de otras grandes tragicomedias religiosas-mágicas-surrealistas-alegóricas (elíjase lo que se prefiera), como ¡Qué bello es vivir! —Dayton y Faris son incondicionales de Frank Capra—, La rosa púrpura del Cairo —Woody Allen es otro de sus referentes—, Atrapado en el tiempo, Como Dios, Más extraño que la ficción o Lars y una chica de verdad. Por cierto, qué buen ciclo temático se haría con todas esas películas…
[Víctor Alvarado, Colaborador de CinemaNet]
A pesar de que Ruby Sparks (2012) recuerda a dos producciones de notable calidad como Air doll (2009) y Lars y una chica de verdad (2007) que reflexionaban sobre la soledad, esta película tiene tal entidad que bien podría hacer olvidar a las dos anteriores, pues, aunque guarda ciertas similitudes, estamos ante una de esas rarezas para un público mayoritario que busque buen cine.
La historia gira en torno a un escritor, que tuvo un gran éxito en sus inicios profesionales, pero que sufre una crisis personal que le bloquea su capacidad creativa hasta que imagina una relación con una muchacha de carácter alegre.
El argumento tiene mucho que ver con las dificultades en el proceso creativo de los propios directores con 23 años de matrimonio a sus espaldas, sus nombres: Valerie Faris y Jonathan Dayton, tras el éxito cosechado por su Pequeña Miss Sunshine (2006), una cinta Indie, que hizo tambalearse a las grandes productoras, lo que les obligó a potenciar sus divisiones más independientes como es el caso de la sección Fox Searchlight, estas fueron las declaraciones de la célebre pareja a Fotogramas: “Nos identificamos con la presión que siente el protagonista, cuya primera novela fue un éxito enorme, pero no sabe sacar adelante la segunda. Nosotros recibimos mil ofertas después de las cuatro nominaciones y los dos Óscar para hacer películas grandes o pequeñas, no obstante, ninguna nos convencía del todo. Es como enamorarse de nuevo después de una historia de amor muy intensa”.
El reparto no está nada mal, empezando por Zoe Kazan, nieta de Elia Kazan, lo que confirma nuestra teoría de que el enchufismo en el cine funciona, aunque hay que reconocerle que ha heredado el talento de su abuelo porque es también la excelente guionista de Ruby Sparks (2012). Paul Dano hace una magnífica interpretación, mientras que Annette Bening y Antonio Banderas ponen la veteranía necesaria para que el conjunto funcione.
La virtud de este relato se encuentra en que se complica la vida con una trama que, en otras manos sería aburrida e imposible, sin embargo, en este caso esta llena de dinamismo y en ningún momento se le va de las manos, ni se hace pesada, siendo capaz de sorprender por su inteligente enfoque.
Por otra parte, nos ofrecen una doble propuesta. La primera sirve para que dejemos de mirarnos el ombligo, si queremos madurar como persona tanto en nuestra vida sentimental como personal. La segunda sirve para hacernos pensar sobre las relaciones de pareja en la que se debe aceptar a la media naranja como es y no tratar de cambiarla, dejando libertad al otro miembro para decidir y manteniendo su dignidad.
Como dato curioso, no deben perderse el nuevo proyecto de los creadores de este largometraje, ya que está preparando la serie The Landford para la HBO.
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