Costureras y carpinteros vecinos de Guarenas, localidad próxima a Caracas —donde se creó el estudio cinematográfico de tres edificios que Chávez inauguró en junio— trabajan a todo vapor junto a actores, directores, escenógrafos y «perilleros» para llevar a la pantalla a partir de diciembre la contraofensiva audiovisual de la «Revolución Bolivariana», como el gobernante venezolano denomina su gestión.
«Es un proyecto que ha creado mucha expectativa», admitió la presidenta de la Villa, Lorena Almarza, al mostrar a los periodistas algunos «cortos» y obras de artesanos de cueros y metales de cooperativas populares, asimismo involucrados y expectantes de ver aparecer también sus nombres en los créditos de las filmaciones.
La vida y obra de los próceres Francisco de Miranda y Ezequiel Zamora, la importancia del crudo en el desarrollo y subdesarrollo económico y social del país, y las macabras desapariciones de luchadores sociales y políticos —que Chávez asegura comenzaron en Venezuela antes de salpicar la historia reciente del Cono Sur—, no son las únicas tareas que tienen a la Villa en total ebullición.
«A partir del próximo año también podremos brindar apoyo a productores independientes», con reducciones en costes de producción de hasta un 35% «por lo menos» gracias a los equipos de alta tecnología ya adquiridos o por completarse, todo ello con una inversión estatal inicial equivalente a 24 millones de dólares.
«La idea no es sólo apoyar en soportes técnicos, sino también en desarrollo de contenidos», agregó Almarza, cuidándose de proyectar creencias de que la batuta estatal debe implicar algunas censuras o limitaciones interesadas a la libertad de expresión y creación.
Chávez dijo en la inauguración de la Villa que «la dictadura» de Hollywood «inocula mensajes ajenos» que más bien «desmoronan nuestra cultura», aunque admitió que algunas «son divertidas» pero que en la mayoría indígenas y latinoamericanos, por ejemplo, aparecen como «algo salvaje y peligroso que hay que eliminar».
Tanto las producciones propias de la Villa como las de los productores independientes que acoge reflejarán «justicia, estética, solidaridad y tolerancia, valores fundamentales para construir el nuevo ciudadano», sintetizó Almarza, una joven psicóloga formada como promotora cultural en las barriadas marginales de Caracas.
Antes de su labor en la Villa, Almarza y su equipo realizaron unas 350 producciones audiovisuales para apuntalar diversos proyectos educativos y culturales gubernamentales y, paralelamente a su actual producción, crean decenas de salas de cine comunitarias.
Tras una evaluación previa que confirmó que en las tres últimas décadas la cosecha nacional fue de sólo una película cada cuatro años, «decidimos darle la oportunidad de dirigir a personas que tienen trayectoria, pero que nunca habían tenido mayor espacio entre la elite que dominaba en la realización de cine», agregó.
«Nosotros hemos logrado en la Villa que muchísima gente con muchísima experiencia cinematográfica» también colabore en la formación de nuevos guionistas, directores y técnicos, «en este paso de una sociedad rentista a una productora, donde ya dejamos de ser objeto de gobierno para ser sujetos de la democracia», sostuvo.
Este empeño por romper el paradigma de que cine sólo lo pueden hacer especialistas, alcanza en la Villa también a producciones de emisoras comunitarias de televisión, con una constante: «Se trata de un proceso de aprender haciendo y cada vez hacerlo mejor», añadió.
¿Y el gran impacto que se le atribuye desde ya a la Villa? «Pero si aún no hemos hecho el lanzamiento de ninguna producción como tal; el impacto está por evaluarse una vez que sus producciones hayan sido exhibidas y será el público el que aprecie y hable», remató.
Aldo Rodríguez Villouta
[EFE]