[Miguel-Fernando Ruiz de Villalobos,
Vicepresidente de CinemaNet
colaborador de la revista Ciendecine]
El espectador que fue a ver una película española pagó dos veces por verla: una con los impuestos de los que se nutren las subvenciones y otra con el abono de la entrada correspondiente.
26 de Marzo de 2009.- Estaba, ya no, gracias a este debut en la web de CinemaNet, en deuda con Jorge Mira -el alma mater de esta página que tantos seguidores tiene y que aumentan día a día-, al que había prometido (las promesas nunca deben ser vanas y deben siempre cumplirse, aunque sea un poco tarde), en colaborar de forma habitual en los foros que se organizan desde este CinemaNet virtual (y virtuoso), que permite reunir a aficionados de todos los gustos, en esta feliz fiesta que es el cine. Y hete aquí, que al final, me he lanzado al ruedo (por utilizar términos taurinos) o a la piscina (si se prefieren los deportivos) o, sencillamente, mi compromiso ha fructificado e inicio, aquí y ahora, una serie de notas, de apuntes o de escritos a vuela pluma sobre este cine que nos apasiona y a la vez nos ofrece la oportunidad de poder reflexionar en profundidad sobre la naturaleza humana y la sociedad que ha creado.
Y no puedo empezar mis notas, sin referirme a la información que ha marcado este primer trimestre de 2009 y que no es otra que el precario estado de salud del cine español. Como bien deben saber los aficionados al cine, el Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales (a partir de ahora ICAA, por aquello del imperio de las siglas) ha hecho públicos los datos de asistencia y recaudación en el campo cinematográfico durante el pasado año de 2008. Y éstos no han podido ser más dolorosos para el cine español, ya que durante ese periodo se ha producido una pérdida de 1.436.204 de espectadores, lo que significa que durante 2009 tan sólo 14.359.230 espectadores fueron a ver cine español, de un total de 107.813.259 espectadores que acudieron el año pasado a las salas de cine de España.
Pero lo más grave es que, además, durante 2009 se estrenaron 394 películas españolas, ocho más que en 2007, y solo se recaudaron 81.6 millones de euros frente a los 86,7 millones de euros que se habían recaudado en 2007. Pero el desastre no se queda aquí y a estas dolorosas cifras hay que añadir que el año pasado se dieron subvenciones por valor 85 millones de euros, cuando en 2007 tan solo llegaron a las 66.5 millones de euros. Es decir, por primera vez en la historia del cine español, las subvenciones superaron a la recaudación en taquilla lo cual es, desde cualquier punto de vista económico y ya no digo industrial, una aberración de difícil explicación. Porque, haciendo una simple reflexión, resulta que el espectador que fue a ver una película española pagó dos veces por verla: una con los impuestos de los que se nutren las subvenciones y otra con el abono de la entrada correspondiente.
Esta situación kafkiana lleva a la pregunta de los 20 millones de piastras (ahora que “Slumdog millionaire esta de moda, lo del millón de dólares ha pasado a la historia), ¿Qué pasa en el cine español? ¿Qué pasa en la Administración de nuestro país que no tiene ningún rubor en subvencionar cada vez más al cine español, sin valorar ni su calidad, ni su interés? Y, sobre todo, ¿qué les pasa a los profesionales de la industria cinematográfica española que viven de espaldas a la realidad del país, a los problemas sociales, a las identidades y a las emociones de todos quienes formamos parte de esta variada población -ya 45 millones- de españoles?
Porque, vamos a poner un ejemplo inmediato y rápido, que acaba de estrenarse en las carteleras: ¿la historia de “Los abrazos rotos”, la tan esperada película de Pedro Almodóvar, puede interesar a alguien en la actualidad? Porque si se quiere hacer que el espectador pueda huir de los problemas de la hipoteca, de llegar a final de mes, de cómo vivir cinco personas con un solo sueldo, lo mejor es hacer películas entretenidas, como las de antaño, bellas mentiras para hacernos olvidar que vivimos un momento delicado en la historia de nuestro país, y si no, proponer profundas reflexiones sobre la realidad cotidiana, cuyo ejemplo inmediato y también en las carteleras es “Cerezos en flor”, de la alemana Doris Dörrie, donde se presenta la vida tan como es, agridulce, pero esperanzadora, sin engaños ni sutilezas.
El cine español está en crisis, el público español no va a ver la películas que produce su industria y los profesionales de esta industria parecen mirar hacia otro lado. Es una situación crítica y compleja que tan sólo con mucha autocrítica, compromiso social y determinación por parte de los responsables administrativos se podrá superar, porque lo que no puede ser es que un espectador pague dos veces para ver la misma película y, además, le decepcione.