Título Original: Away We Go |
SINOPSIS
Cuando Burt y Verona descubren que están a punto de tener un niño, sufren una crisis de pánico. No soportan el pueblo donde viven, y ahora que los padres de Burt se mudan de allí, pierden el sistema de apoyo con el que contaban. Deciden emprender un viaje en busca del sitio ideal para echar raíces y criar un niño. De paso, visitan a una serie de parientes y amigos. Algunos son absolutos excéntricos, otros son conmovedores, pero todos ayudarán a Burt y a Verona a encontrar su destino. Acabarán por descubrir que para crear un hogar, sólo se necesitan el uno al otro.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, COPE y Popular TV]
En las durísimas —e interesantísimas— American Beauty y Revolutionary Road, Sam Mendes levantó acta de la capacidad destructiva y autodestructiva del individualismo posesivo y hedonista de Mayo del 68 y, en concreto, su poder de disolución de la familia y del sentido de paternidad, filiación y amistad. Ahora, el inquieto cineasta inglés subraya esas ideas en Un lugar donde quedarse, con un tono también a contracorriente y descarnado —sobre todo en sus zafios diálogos en torno al sexo—, pero desde una perspectiva mucho más positiva y divertida. Y, a través de ella, subraya la tragedia del divorcio y de la irresponsabilidad de los padres respecto a la educación de sus hijos, para acabar exaltando el poder transformador del amor generoso, paciente y abnegado, capaz de “capear lo que venga”, como hacen, día a día, los protagonistas de la película…
Para algunos de sus amigos, Burt y Verona son dos perdedores, pues sobreviven pobremente a través de trabajos precarios. Pero viven juntos en Colorado desde hace tiempo y se quieren mucho, aunque ella no quiere hablar de matrimonio, sobre todo tras la muerte de sus padres. Ahora afrontan perplejos el primer embarazo de Verona, confiados en la ayuda de los padres de él. Pero éstos, muy superficiales, se marchan a Bélgica para vivir allí al menos dos años. Entonces, Burt y Verona inician un periplo por todo Estados Unidos —Fénix, Tucson, Wisconsin, Montreal, Miami—, visitando a parientes, amigos y conocidos, con el fin de encontrar un sitio para quedarse y echar raíces. Conocerán así familias de todo tipo, y se replantearán su propio concepto de hogar.
Sorprende el sencillo estilo hiperrealista de esta pequeña gran película de Sam Mendes —que suele contar con repartos y equipos de campanilla—, así como su frescura narrativa, que la emparenta con otros grandes títulos del cine indie reciente, como Pequeña Miss Sunshine, Juno o Lars y una chica de verdad. En este sentido, guión, puesta en escena, interpretaciones, ambientación, fotografía, música y montaje logran una simbiosis muy sólida, que permite a Mendes saltar del melodrama conmovedor a la parodia disparatada sin perder el ritmo ni el tono. En este sentido, son sensacionales las interpretaciones de John Krasinski y Maya Rudolph, que dotan a sus personajes de una ternura y una bondad arrebatadoras, a años luz de las imposturas, hipocresías y vacuidades de tanta gente que se cruza en su camino. Un camino, por cierto, iluminado por las numerosas canciones con sentido que completan la bella banda sonora de Alexi Murdoch, varias compuestas e interpretadas por él mismo.
Resulta especialmente conmovedora la historia de un matrimonio amigo de Burt, con cuatro hijos adoptivos de todos los colores, y que siguen intentando tener un hijo propio, a pesar de los traumáticos cinco abortos espontáneos que ha sufrido la mujer. Con sencillez, el marido le desvela a Burt el dolor de su esposa, al tiempo que le reconoce: “Nos dan mucha pena esos bebés muertos, y pensamos que quizá deberíamos ponerles nombres y enterrarlos como si hubieran nacido”. Toda una lección de humanidad frente a la fría barbarie de la cultura pro-aborto.
Familia
Burt y Verona han decidido unir sus vidas, formar algún día una familia. Aunque ella no quiere oír hablar de la palabra ‘matrimonio’. Las cosas se aceleran cuando Verona descubre que está embarazada. A la hora de sacar adelante su hogar, contaban con la ayuda de los padres de Burt, que no viven lejos de su casa en Colorado. Pero reciben la noticia de que se van a vivir dos años a Europa. Como nada les liga a Colorado, deciden visitar a parientes y amigos en distintas ciudades (Fénix, Tucson, Wisconsin, Montreal, Miami), tratando de ver cuál sería el mejor lugar para echar raíces. Lo que les permite ver con nuevos ojos las distintas situaciones familiares, e interrogarse con más seriedad acerca de cuál debería ser su proyecto de familia.
Pequeña película de Sam Mendes sobre el desafío de formar y sacar adelante una familia, un tema recurrente en su filmografía, de modo meridiano en American Beauty y Revolutionary Road. Aquí, a pesar del tono ligero del guión de Dave Eggers y Vendela Vida, que sigue un esquema que recuerda a Flores rotas de Jim Jarmusch, no se trata con menos rigor la cuestión, aunque sí con más optimismo. De modo que se pintan las relaciones de pareja con las contradicciones propias de la modernidad. Así, puede haber más franqueza al hablar de su vida íntima, pero también mayor zafiedad; y botón de muestra elocuente de las abundantes paradojas es la decisión sentimental de Verona de no casarse -Burt sí querría-, aunque el compromiso de permanecer juntos, hasta que la muerte los separe, aparezca bastante firme, desde luego más que el de algunos matrimonios a los que visitan en su periplo de búsqueda del lugar donde quedarse a que alude el título.
En tal sentido el ‘catálogo’ de familias mostradas es interesante: están los padres mediocres e insensibles, que no temen herir la sensibilidad de sus hijos con comentarios inoportunos y nada constructivos; aquéllos cuya fortuna permite seguir un estilo de vida falsamente espiritual, con originalidades que les permiten creerse más o menos superiores; el matrimonio amigo de Montreal, que no pudiendo tener hijos -ella ha pasado por dos abortos naturales-, han llegado a adoptar hasta cinco retoños; y el hermano al que de pronto su mujer ha dejado, y que sabe que nunca podrá dar a su hijo la educación completa que merece, por la ausencia materna. Son distintas ‘fotos’ de la vida conyugal, y de las responsabilidades que conlleva la paternidad y la maternidad, que hacen madurar a los protagonistas -atinados John Krasinsky y Maya Rudolph-, para tomarse muy en serio el futuro que les aguarda.