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Título Original: Entrelobos |
SINOPSIS
Historia basada en la extraordinaria la vida de Marcos Rodríguez Pantoja, nacido en Sierra Morena- provincia de Córdoba en 1946. Marcos tenía siete años cuando fue entregado, por su familia, a un cabrero para cuidar el rebaño en un perdido valle de Sierra Morena -en lo que hoy forma parte del Parque Natural de la Sierra de Cardeña Montoro-. Al poco tiempo el cabrero murió y Marcos se quedó solo y completamente aislado. En los doce años que permaneció en el monte -de 1953 a 1965- no tuvo contacto con humanos, vivió junto a una manada de lobos y sus amigos eran un hurón y una jineta.
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CRÍTICAS
[Joaquín Guitart, TAConline]
A los siete años, Marcos es vendido por su padre para trabajar con un cabrero en el Valle del Silencio, un perdido lugar de Sierra Morena. Con él aprende los secretos de la naturaleza y, a su muerte, sobrevive durante doce años junto a una manada de lobos, convirtiéndose en su líder.
Entrelobos es un largometraje de ficción basado en la extraordinaria historia de Marcos Rodríguez Pantoja, nacido en el norte de la provincia de Córdoba en 1946, en pleno corazón de Sierra Morena. Al volver a la civilización, nunca consiguió adaptarse a la sociedad y, desde entonces, su sueño siempre fue volver a vivir entre lobos.
Esta película es, tal como dice su director, una historia de amor, una historia de amor entre un niño y la naturaleza. Pero también es una película sobre la amistad y la lealtad; sobre la supervivencia y la capacidad de superación.
En el papel del protagonista Marcos (en su edad entre los 8 y 10 años), hay que destacar la increíble labor del niño Manuel Camacho, de una frescura e ingenuidad que traspasa la pantalla, haciéndonos partícipes de sus múltiples aventuras y peripecias en un medio ambiental tan duro y peligroso como es el de la más salvaje y abrupta naturaleza en que se desenvuelve la acción.
Entrelobos, por la gran belleza de sus imágenes, ya sería en sí un magnífico documental donde las amplias panorámicas de Sierra Morena proporcionan un placer visual de tan extraordinaria categoría. Pero eso no es todo, Gerardo Olivares, el director, ha logrado una película de gran factura, venciendo las enormes dificultades que suponía un rodaje tan complicado, al integrar fauna e intérpretes en perfecta simbiosis.
Sancho Gracia, con un larguísimo panorama cinematográfico a sus espaldas, da vida al cabrero Atanasio, un sabio de la sierra que irá transmitiendo a Marcos, quien llega a quererle como a un padre, todos y cada uno de los más recónditos secretos del valle.
Finalmente, es de ley destacar la magnífica banda sonora compuesta por Klaus Badelt, una de las mayores promesas de su especialidad. La que compuso para Piratas del Caribe le hizo famoso en el mundo entero.
Entrelobos nos reafirma en nuestro amor por el buen cine, por transmitirnos a través de sus imágenes un contenido de valores que la propia naturaleza nos brinda a diario de forma tan esplendorosa y gratuita.
[Jerónimo José Martín, COPE ]
Tras una dilatada carrera en el ámbito televisivo, el realizador cordobés Gerardo Olivares sorprendió gratamente hace unos años con los excelentes documentales para el cine Caravana y La gran final, en los que ya probó diversos recursos del cine de ficción. Después, en 2007, se convirtió en el primer español en ganar la Espiga de Oro del Festival de Valladolid gracias a su película 14 kilómetros, a la que podría calificarse de ficción documental, pues fue interpretada por no actores con vidas similares a las de sus personajes. Ahora, afronta la ficción estricta con actores en Entrelobos, generosa coproducción hispano-alemana con bastantes elementos de interés.
La película reconstruye la alucinante juventud de Marcos Rodríguez Pantoja, nacido en 1946 en una finca de ganadería y caza en pleno corazón de la Sierra Morena cordobesa. Marcos tenía siete años cuando fue entregado por su pobre padre al tiránico terrateniente de la hacienda, que lo envió con un anciano cabrero a un perdido valle del actual Parque Natural de la Sierra de Cardeña y Montoro. El cabrero transmitió a Marcos sus técnicas básicas de supervivencia, así como su amor por la naturaleza y su simpatía hacia El Balilla, un maqui que operaba por la zona y que era perseguido sin cuartel por la Guardia Civil. Al poco, el cabrero murió, y Marcos se quedó solo y completamente aislado. En los doce años que permaneció en el monte —de 1953 a 1965— no tuvo contacto con humanos, vivió junto a una manada de lobos y sus amigos eran un hurón y una jineta. Como dijo en una ocasión “Yo era el rey del valle”. Marcos nunca consiguió adaptarse a la sociedad y, desde entonces, su sueño fue siempre volver a vivir… entre lobos.
Quizás le falte un punto de emoción a esta singular película, similar en sus planteamientos a El pequeño salvaje, de François Truffaut. En cualquier caso, funciona muy bien por varias razones. En primer lugar, su argumento resulta atrayente, y está desarrollado con fluidez narrativa, hondura dramática, ponderación en su retrato de la postguerra española y un tono entrañable, casi familiar, que evita los recursos zafios —incluso en sus diálogos— y subraya con convicción los valiosos valores morales —la lealtad, el sentido de justicia, una cierta trascendencia— que Marcos aprendió en mitad de la naturaleza.
Por otra parte, todos los actores dan la talla, especialmente Sancho Gracia —en su mejor papel en años—, Juan José Ballesta —en su breve pero intensa encarnación del Marcos casi veinteañero— y el niño debutante Manuel Ángel Camacho —la revelación del filme—, que derrocha naturalidad y simpatía en su sensacional interpretación de Marcos de niño. Finalmente, hay que elogiar también la banda sonora del alemán Klaus Badelt —compositor de la saga Piratas del Caribe— y, sobre todo, las espléndidas secuencias con animales salvajes, rodadas por una específica Unidad de Naturaleza, dirigida por el especialista Joaquín Gutiérrez Acha, realizador habitual de National Geographic en España.
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