ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: The ides of march |
SINOPSIS
En esta película un hombre joven y prometedor (Ryan Gosling) trabaja como segundo en la dirección de la campaña presidencial para un gobernador norteamericano (George Clooney) en el cual cree como político capaz y de confianza.
En ese tenso ambiente competitivo recibirá la tentadora oferta del jefe de campaña del máximo oponente de Morris. Para completar las intrigas decide tener una relación íntima con una becaria, lo que se acabará complicando con implicaciones que nunca imaginó. El desenlace ata todos los cabos sueltos y analiza la relación entre poder, moral y verdad.
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CRÍTICAS
[Pilar Madrigal – Colaboradora de CinemaNet]
George Clooney firma esta obra cinematográfica en sus apartados más importantes, por ello el público y la crítica esperábamos con interés qué enfoque daría a esta adaptación de la obra teatral «Farragut North» de Beau Willimon.
Es elegante en la puesta en escena y creo que sus periódicas estancias en su casa europea del Lago Como le han dado la pátina de nuestro continente en la manera de rodar y contar la historia. El relato es fundamentalmente político, una historia de campaña a las presidenciales de USA como hemos podido ver en otros muchos films, en eso no es original. El guión no apela al maniqueísmo, pasa muy por encima sobre los partidos a los que cada candidato representa (aunque para su personaje se reserve el de demócrata, que al fin y al cabo es su afiliación política real). Se fija más en la manera de presentar el contenido de su programa y el trabajo que los asesores hacen con él para que llegue de forma clara al electorado. El entramado de apoyos poderosos, el convencer a colaboradores en potencia que arrastran apoyos considerables y necesarios para llegar a la Casa Blanca… Toda esa labor en la sombra pero crucial en los resultados finales cuando se realiza el cómputo total por estados, ese es el mayor interés para aquellos a los que les guste este tema.
En ese aspecto la película es buena, con diálogos inteligentes en los que también incluyen en ocasiones a una periodista. La historia fluye entre la confianza que Stephen Meyers siente por Mike Morris y el apoyo personal que da a sus soluciones políticas, convencido de que es la mejor opción para presidente del país.
El toque dramático aparece con la relación de una sola noche que mantiene Stephen con una becaria y las complicaciones extrañas que surgen de éso. Aquí el relato se vuelve manido y hasta absurdo. Saca el tema del aborto, con delicadeza. Pero por lo que antes nos habían contado de la chica y quién era su padre no resulta creíble el nivel de melodrama exagerado con el que termina el asunto. Ni el aborto era necesario, ni tenía por qué caer en tanta desesperación pues había una familia para ayudarla u orientarla. Es un punto en el que entra el thriller en juego para llevarnos a esa parte final llena de sorpresas y decisiones trascendentales para todos los personajes.
Aderezado todo con una propuesta de trabajo por parte del jefe de campaña contrincante, que también se complicará, tenemos todos los ingredientes servidos para llevarnos al momento de la «verdad», nunca mejor dicho. Aquí es donde entran las reflexiones morales sobre el poder, la honestidad, la ambición,y las decisiones personales (cada uno asume responsabilidades y toma posiciones según sus intereses y las circunstancias). Aunque le falta algo de profundidad, George Clooney sabe desplegar mucho encanto como cineasta y como intérprete. Comparte el peso de la película con un estupendo reparto de buenos actores, tan profesionales que no caen nunca en la caricatura de lo que representan.
El título hace referencia al asesinato de Julio César en el año 44 a.C, que fue advertido del peligro pero desestimó la advertencia. Puedo asegurarles que nuestro candidato no tiene un final ni parecido, así que tendrán que verla para conocerlo y sacar sus propias conclusiones. Buen visionado, que lo disfruten (más ahora que estamos en época de campañas electorales internacionales de relevancia).
[Juan Pablo Serra – Colaborador de CinemaNet]
¿Cuántas películas hay sobre política que estén protagonizadas por políticos decentes y que muestren a la política como un arte noble? Busquen y rebusquen en bases de datos, blogs y foros. ¿Quieren un consejo? No pierdan el tiempo. No las hay. En este ámbito, el cine reproduce con escrupulosa exactitud el sentir de la calle: a saber, que los políticos son corruptos, que las instituciones están movidas por intereses de todo tipo menos por el bien común y que la política no es el arte de lo posible ni de la creatividad sino de la estrategia aprovechada y la lucha partidista.
Habida cuenta de la influencia de la política en nuestras vidas, no deja de ser llamativo que no haya cine de calidad que hable bien de este arte. Piensen en el deporte. ¿Acaso no está también plagado de trapos sucios, tejemanejes y corrupción? ¿No hay deportistas aprovechados, criminales y tramposos? Sin embargo, los ejemplos de películas sobre el deporte y sobre deportistas nobles sobrepasa
n con creces los relatos en que aquéllos aparecen marcados por la corrupción.
Nada de esto último hay en Los idus de marzo, que se ajusta punto por punto al tono general del cine sobre política vista como lugar de corrupción y no de búsqueda del bien común. La historia la conocen porque en sus compases generales es la misma de Primary Colors: la de un joven idealista que trabaja para un candidato a las primarias del partido demócrata estadounidense y que, a medida que avanza la campaña, descubre que el candidato no es tan ideal como parece, que dentro de un mismo partido hay intereses muy enfrentados y que, para sobrevivir en política, es necesario olvidarse de la integridad y convertirse al cinismo.
Muchos críticos han visto en este nuevo trabajo de George Clooney tras las cámaras un ejemplo de sutileza y hondura antropológica y, desde luego, lleva mucha razón Juan Orellana en Alfa y Omega (nº 777, 15-III-2012) cuando alaba el acercamiento de la película a la corrupción como “algo que empieza de forma sutil, siempre de la mano de un pequeño —y a menudo comprensible— error”. Otros analistas entienden que la película ofrece un retrato político ponderado y felicitan al progresista Clooney por mostrar las corruptelas de su bando político.
Sin embargo, estos aciertos parciales no son suficientes para salvar una película más bien pesada, con un enfoque nada original y giros argumentales repetitivos y ya vistos, de ahí que Josep Parera apuntara en su reportaje para Imágenes (nº 322, marzo 2012) que estamos ante un film cuyos diálogos son mejores que su guión. Puestos a encontrar algo novedoso en su argumento, no deja de tener su interés el prospecto de futuro o, más bien, los “consejos” que Clooney da al candidato demócrata del futuro: laicismo declarado, oposición a las guerras internacionales, apoyo a la investigación en nuevas fuentes de energía. Sin embargo, no deja de resultar preocupante que lo único llamativo del film sea algo extra-cinematográfico. ¿Por? Porque sólo nos recuerda lo pretencioso y solemne que puede llegar a ser Clooney cuando quiere.
Y no es la primera vez que lo hace. Buenas noches, y buena suerte se vendió como un drama aleccionador sobre el periodismo ante la “caza de brujas” y como un film que parecía HABLAR DE GRANDES COSAS cuando en realidad se trataba de una historia pesada y solemne, con una tensión interna nunca del todo explicada que ni hacía comprender qué fue eso de la “caza de brujas” ni tampoco lograba convencernos de su injusticia… A no ser que uno ya estuviera previamente convencido, claro.
He ahí el problema del enfoque de Los idus de marzo. La insistencia en la corrupción general de las instituciones, partidos y políticos —aunque pueda tener su parte de verdad— acaba por ser más ideológica que real. Además, si bien Clooney y su guionista muestran el drama de la libertad humana —con Stephen mintiendo al teléfono sobre su reunión con el jefe de la campaña rival—, en el fondo las posibilidades reales de actuar de otro modo quedan muy mermadas en el argumento. Nada que objetar a esto: como la antropología y la ética realista han mostrado una y otra vez, es cierto que, a medida que el ser humano hace el mal, se determina progresivamente para seguir el mismo camino.
El problema es que, en un film donde lo extra-cinematográfico es un ingrediente nada menor a tener en cuenta (recuerden que este es año de elecciones en EEUU), uno no encuentra demasiados argumentos para acallar la sospecha de que, en el fondo, lo que Clooney quiere plantear es que, en cierta manera, es inevitable que quien entre en política deba traicionar y acabe por hacer irreconciliable su vida privada y su vida pública. ¿Un modo encubierto de lavar la cara a Barack Obama?
El primer plano final sobre el rostro de un entristecido Ryan Gosling deja claro que, aunque inevitable, estamos ante un deterioro humano, esto es, que las decisiones de los personajes no son indiferentes, pues tienen consecuencias sobre su propia humanidad. Y esto es digno de destacar. Aún así, la mirada del film sobre lo humano —aunque honesta— sigue resultando limitada.
¿Para cuándo un film conciliador que, sin negar los defectos presentes en la arena política, también nos muestre la necesidad de la política y la posibilidad de progresar y crecer humanamente en este campo sin echarse a perder del todo? Cuando Clooney tenga mejores guiones (como en su primer film), estaremos hablando de un cineasta notable. Hasta que eso no ocurra, para quien esto escribe seguiremos estando ante uno de los realizadores más sobrevalorados de nuestro tiempo.
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