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PELÍCULA RECOMENDADA POR CINEMANET Título Original: La lista de Schindler |
SINOPSIS
Recoge el argumento de la novela de Thomas Keneally El Arca de Schindler, que se basa en un hecho real histórico que sucedió en la Segunda Guerra Mundial. Nos recuerda cómo Oscar Schindler (Liam Neeson), un rico e influyente empresario alemán nazi establecido en Cracovia, pretendió levantar una fábrica sirviéndose de una mano de obra barata, la judía, para lograr el máximo beneficio a costa del bajo precio de sus empleados. Para ello, contó con la ayuda y la administración de un contable judío, Itzhak Stern (interpretado por Ben Kingsley). Mientras se beneficiaba de la eficaz producción de su fábrica, Schindler vivió personalmente la situación genocida de sus compatriotas y el abuso inhumano de la población semita. Fue entonces, cuando su espíritu egoísta y ambicioso se transformó y movido por la caridad y el amor a todo ser humano, se convirtió en uno de los héroes más reconocidos de la historia al lograr salvar a 1.100 judíos del Holocaustro.
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CRÍTICAS
[Marta Gª Outón – Colaboradora de CinemaNet]
Steven Spielberg, con La Lista de Schindler añade una nueva obra maestra a la Historia del Cine Contemporáneo, que grandes cineastas antes que él habían renunciado a filmar, como Roman Polanski (por motivos personales), Martin Scorsese y Billy Wilder. El aclamado director de ficción sorprende al público con un relato documental e histórico sobre el verdadero valor incuantificable de una persona, un ser humano y se gana el respeto de la Academia. Su película logra salir galardonada con 12 estatuillas, además de 7 Premios BAFTA y 3 Globos de Oro.
Recoge el argumento de la novela de Thomas Keneally El Arca de Schindler, que se basa en un hecho real histórico que sucedió en la Segunda Guerra Mundial. Nos recuerda cómo Oscar Schindler (Liam Neeson), un rico e influyente empresario alemán nazi establecido en Cracovia, pretendió levantar una fábrica sirviéndose de una mano de obra barata, la judía, para lograr el máximo beneficio a costa del bajo precio de sus empleados. Para ello, contó con la ayuda y la administración de un contable judío, Itzhak Stern (interpretado por Ben Kingsley). Mientras se beneficiaba de la eficaz producción de su fábrica, Schindler vivió personalmente la situación genocida de sus compatriotas y el abuso inhumano de la población semita. Fue entonces, cuando su espíritu egoísta y ambicioso se transformó y movido por la caridad y el amor a todo ser humano, se convirtió en uno de los héroes más reconocidos de la historia al lograr salvar a 1.100 judíos del Holocaustro.
Es el relato del viaje de redención de un alemán compasivo y dual, que convence completamente de su frialdad y determinación con esos ojos azules del actor Neeson, pero que a la vez, muestra la cara más sincera de la bondad y la compasión. La representación del Bien, o de la Esperanza, como muchos judíos considerarían, que se enfrentó al Mal (Amon Goeth: Raphl Fiennes) y a la Muerte que asolaba el Norte de Europa. El sanginario Goeth estremece desde el primer momento de su aparición en pantalla, un nazi de decisiones estremecedoras y firmes que refuerzan su apoyo incondicional a una obligación que él confunde con justicia; una justicia que se contrapone con la de Schindler: el perdón.
La narración es perfecta, aunque enfrenta el melodrama de algunas escenas con la dura realidad del suceso, a través de intervenciones sentimentales que son necesarias para que la narración no se convierta en un lenguaje demasiado frio que haría del film un relato cruel e inhumano. Por tanto, consigue presentarnos una obra, contraponiendo imágenes algo más duras pero sublimes con otras más humildes, construida de manera realista e impersonal sin perder la estética cinematográfica.
La fotografía es excepcional. Combina el recorrido de imágenes grabadas con cámara en mano, que logra relacionar la película con una memoria histórica documental, con el empleo de una estética fotográfica de perfil clásico utilizando tomas cargadas de un gran significado dramático. La banda sonora es bellísima y perfecta en su estructura, intimista y sencilla, compuesta por el maestro Itzhak Perlman. Cabe destacar la estética de la escena en la que vemos a una niña judía que resalta por su abrigo rojo en una cinta grabada en blanco y negro, que camina sin ser advertida entre el gentío que huye del exterminio mientras suena un bello coro, observando el horror con una expresión ingenua y de espanto. Muchos están de acuerdo en que esa niña, que anima la imagen con un tono cálido, personaliza la idea de la Esperanza entre la barbarie.
Esta película es una excelente manera de demostrar un episodio de la historia de la Humanidad en la que parecía haber muerto la Esperanza y la sinceridad del corazón humano, pero que resurgirían gracias al coraje y a la entrega de un solo hombre en memoria de muchos. Sí, Oscar Schindler, “aquel que salva a una vida, salva al mundo entero“.
Quien salva una vida, salva al mundo entero
[decine21]
Clavado en la memoria tenemos el angustiado rostro de Liam Neeson, con ojos llorosos y gesto desesperado, mientras a su alrededor se aglomera un grupo de hombres y mujeres dramáticamente enternecidos. Steven Spielberg nos ha estado preparando para ese final durante tres horas de película. Un final melodramático que expresa algo terrible: hasta dónde ha podido llegar la bajeza humana. La lista de Schindler es probablemente la mejor película sobre el Holocausto jamás filmada y también la más triste. Cuando se estrenó en 1993 muchos pensaron que a partir de ese momento ya no habría más películas sobre el mismo tema. Con La lista de Schindler ya todo estaba contado. Y, pese a que nos equivocamos, ninguna hasta el momento ha podido superar la entidad dramática y cinematográfica de la obra maestra de Spielberg.
El director recibió por la película una recompensa largamente acariciada. La Academia se volcó con ella, otorgándole siete Oscar, entre ellos los correspondientes a la mejor película, mejor guión y mejor dirección. Antes Spielberg había fracasado -en cuanto a premios se refiere- con El color púrpura (11 nominaciones y ningún premio), E.T., el extraterrestre, En busca del arca perdida y Encuentros en la tercera fase. Ahora se consagraba definitivamente para un sector de la crítica, que siempre le había considerado el niño mimado por el público, un experto en hacer dinero con historias infantiles que ensalzaban los sueños y las aventuras por encima de las historias reales y los conflictos dramáticos. El director de Cincinnati necesitaba una película grande, monumental, un proyecto definitivo para demostrar su impresionante talento. Y lo encontró gracias a un libro del australiano Thomas Keneally donde se narraba la historia de Oskar Schindler, el empresario alemán que salvó a cientos de judíos de una muerte segura durante la II Guerra Mundial.
Septiembre de 1939. Los nazis invaden Polonia. Los judíos son internados en guetos, son asesinados en las calles, son enviados a los campos de concentración. El alemán Oskar Schindler ve en la situación un medio de prosperar económicamente y comienza una interesada relación con los militares más poderosos para poner en marcha una fábrica. La mano de obra no es problema, ya que procederá de los campos de concentración. Schindler logra hacerse con los servicios de Itzhak Stern, un judío que se hará realmente cargo del negocio, mientras que él se ocupará de la labor de salón con la cúpula nazi, con el objetivo de elaborar una lista de trabajadores judíos que estarán únicamente bajo su protección. Sin embargo, lo que empieza como un medio lucrativo acaba convirtiéndose en la obsesión -empeñando su dinero y su futuro- por arrancar a cuantas más personas mejor de la garras psicópatas de Amon Goeth, oficial al mando de uno de los campos.
La lista de Schindler es la historia de un héroe y un monumento a la dignidad humana, pero ambas cosas se hacen patentes poco a poco, tras un denso y trágico velo. Spielberg muestra a un Oskar Schindler nada ejemplar: vanidoso, mujeriego y hedonista. Un dandy oportunista que tarda cierto tiempo en comprender la barbarie nazi y en implicarse totalmente contra el holocausto. Además es el mismo horror el que produce una toma de partido por todo aquello que tenga aliento de vida. El asco y la repulsión de algunas imágenes no son aptas para paladares muy sensibles.
La elección de actores es realmente acertada. Tipos como Harrison Ford, Bruno Ganz o Stellan Skarsgård fueron considerados para el papel de Schindler, pero fue Neeson quien finalmente bordó el itinerario interior de su personaje. Ralph Fiennes, por su parte, es un Amon Goeth estremecedor y acaba siendo como una reencarnación del Mal. Los distintos apartados técnicos funcionan a la perfección, desde el guión de Steven Zaillian, que presta atención minuciosa a los numerosos personajes y a la riqueza de sus diálogos, hasta la meticulosa labor de montaje, obra de Michael Kahn. Pero, ante todo, Spielberg sabe cómo jugar con los sentimientos de modo admirable y algunos pasajes quedan grabados para siempre en la memoria. La formidable fotografía en blanco y negro de Janusz Kaminski aporta a la cinta una sólida entidad histórica, próxima en ocasiones al género documental, como en las escenas del gueto. Y la música del maestro John Williams suena como un desgarrador lamento imposible de olvidar.
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La mejor película en la historia. Representada de la mejor manera posible, expresada con sentimiento dejando un mensaje esperanzador de vida.