Película que pone punto final a la inacabable saga vampírico-licantrópica. Una saga positiva en cuanto que elogia el autocontrol afectivo, la maternidad y la paternidad, la familia, la amistad, la responsabilidad y la opción por la paz, pero que ha alargado hasta la saciedad los conflictos dramáticos expuestos en su primera entrega; además, con un tono cada vez más sensiblero y previsible.
ESTRENO Título original: The Twilight Saga: Breaking Dawn – Part 2 |
SINOPSIS
Tras finalizar su transformación en vampira, Bella debe familiarizarse con su nueva condición de esposa y madre inmortal, dotada de unos poderes y un ansia de sangre humana que debe aprender a controlar. Además, el acelerado crecimiento de Renesmee, la hija de Bella y Edward, despierta la inquietud de toda la familia Cullen. Saben muy bien que los poderosos Volturi no permitirán la existencia de la niña si se confirma que es enteramente vampira, pues en el pasado los niños vampiros provocaron grandes masacres de humanos, que pondrían en peligro la actual existencia secreta de los inmortales. La guerra parece inminente e imparable, lo cual une a los Cullen con los Hombres-Lobo, liderados por Jacob Black, que ha jurado lealtad eterna a Bella y a su hija.
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CRÍTICAS
[Jeronimo José Martín – COPE]
Tras finalizar su transformación en vampira, Bella debe familiarizarse con su nueva condición de esposa y madre inmortal, dotada de unos poderes y un ansia de sangre humana que debe aprender a controlar. Además, el acelerado crecimiento de Renesmee, la hija de Bella y Edward, despierta la inquietud de toda la familia Cullen. Saben muy bien que los poderosos Volturi no permitirán la existencia de la niña si se confirma que es enteramente vampira, pues en el pasado los niños vampiros provocaron grandes masacres de humanos, que pondrían en peligro la actual existencia secreta de los inmortales. La guerra parece inminente e imparable, lo cual une a los Cullen con los Hombres-Lobo, liderados por Jacob Black, que ha jurado lealtad eterna a Bella y a su hija.
Lo mejor de esta película es que pone punto final —se supone— a la inacabable saga vampírico-licantrópica imaginada en sus novelas por la estadounidense Stephenie Meyer. Una saga positiva en cuanto que elogia el autocontrol afectivo, la maternidad y la paternidad, la familia, la amistad, la responsabilidad y la opción por la paz, pero que ha alargado hasta la saciedad los conflictos dramáticos expuestos en su primera entrega; además, con un tono cada vez más sensiblero y previsible. Así, la primera mitad del filme resulta bastante pesada, también porque Bill Condon (Dioses y monstruos, Kinsey, Dreamgirls) se regodea en exceso en las expansiones amorosas y sexuales de Bella y Edward.
La segunda mitad de la película gana en interés, sobre todo por el desarrollo de la intriga en torno a la verdadera naturaleza —vampírica o humana— de Renesmee. Además, los dos intensos finales del filme y sus cuatro o cinco epílogos satisfarán a los fans de la saga, tanto a los más belicosos e hiperrealistas como a los más pacifistas y románticos, sobre todo a estos últimos. Un punto final, por tanto, correcto y entretenido, pero con escasas sorpresas, demasiado almíbar y, como siempre, unas interpretaciones muy inexpresivas del trío.
[DeCine21]
El matrimonio formado por Bella y Edward Cullen es feliz con su hija Renesmee, a la que todos los vampiros Cullen adoran y que cuenta además con la protección lobuna de Jacob. Pero el peligro de la destrucción se acerca cuando Alice Cullen advierte que los Vulturis se disponen a eliminarlos a todos. La causa es que piensan que Renesmee es una niña inmortal, algo que está completamente prohibido para ellos y que lleva consigo el aquelarre de los responsables.
Se acabó… ¿O no? Quién sabe, porque aunque con Amanecer (Parte 2) se cierra la saga iniciada con Crepúsculo allá por 2008, basada en la tetralogía escrita por Stephenie Meyer, lo cierto es que el desenlace ofrece un final totalmente abierto. Es fácil por eso que alguien se lance a proseguir esta historia de vampiros y hombres lobo, de buenos y malos, de amor y romanticismo exacerbados.
Que nadie espere grandes novedades en este colofón. Al hilo del film anterior, también dirigido por Bill Condon, todo el argumento es unívoco, lineal y muy simple, aunque el desarrollo narrativo contenga alguna sorpresa lograda. La familia Cullen está muy preocupada por lo que pueda acontecerles debido a la amenaza de los Vulturis, y planean el encuentro final. El film es así como una larga espera, dimes y diretes, opiniones contrapuestas, silencios y temores, que desembocará en un enfrentamiento en el campo nevado. Para dar un poquito de contenido se introduce un nuevo elemento en la historia, que es el de los diversos poderes que tienen los vampiros. Este hecho ya estaba apuntado en películas anteriores, con las premoniciones de Alice (Ashley Greene), la fuerza mental de Jane (Dakota Fanning), etc., pero aquí se convierte en un aspecto principal que dirimirá el curso de los acontecimientos. Junto a ello se introducen nuevos personajes, aunque más bien sirven para distraer puesto que no aportan absolutamente nada al conjunto.
Por lo demás, están presentes todos los elementos por los que han suspirado tantísimos espectadores adolescentes durante años, especialmente el apasionado amor entre Bella y Edward, que ahora cuenta con personificación de ese amor en su hija Renesmee. Tan acaramelado aspecto de la saga ya es conocido en el mundo entero, pero eso no quita que los más adultos suelten la mejor de sus carcajadas en algún momento de extrema ridiculez, como cuando el exhibicionista Taylor Lautner decide enseñarle sus “poderes” al padre de Bella. La preciosa música de Carter Burwell se encarga de rellenar los evocadores huecos entre miradas y desvelos, en los frecuentes encuentros amatorios entre los dos protagonistas o en las tertulias vampíricas de sala de estar, mientras que también se ofrece una vibrante batalla en el que los efectos especiales, todo hay que decirlo, están a la altura. Los actores cumplen, sin que se exija de ellos gran cosa. Si acaso destaca Michael Sheen en su papel de Aro, el rey de los Vulturis.
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Aún no he visto la película, de ehcho no he visto la parte 1, ni squiera «Eclipse», pero me he leído las cuatro novelas, y es casi lo mismo en este caso.
Estoy bastante de acuerdo con las críticas. Al margen de lo inexpresivo de los actores, especialmente de los protagonistas (su actuación es, honestamente, lamentable, similar a la del trío protagonista de la saga «Harry Potter», aunque yo creo que estos son todavía peores); al margen de esto, digo, lo que no me gusta de esta saga es que, al contrario que otras como Harry Potter, El Señor de los Anillos o La Guerra de las Galaxias, exalta valores cuanto menos inadecuados y peligrosos por su impacto en el público adolescente y juvenil: Puede que en cierta manera elogie la amistad y la familia, pero de manera muy empalagosa y pueril; y no estoy de acuerdo en que exalte el autocontrol y la paz. Yo creo que al contrario: Las emociones que mueven a los protagonistas de manera constante (y esto se describe claramente en los libros) son la ira, la agresividad, la venganza y el deseo incontrolado. El hecho de que no haya una batalla final se debe únicamente al hecho de que Alice, como una especie de deus ex machina, lo evita mediante la diplomacia. Pero la sed de sangre se huele en el aire, por parte de los dos bandos.
Es especialmente evidente a lo largo de toda la saga que Bella, el personaje que conocemos mejor porque narra la historia en primera persona, no es exactamente un modelo a seguir. Sus sentimientos son siempre exacerbados, exagerados; quizá es una cuestión personal mía, pero yo percibo un tono constante de agresividad en toda la historia, tanto en los momentos buenos como en los malos. Defender la vida de los que más quieres odiando a los enemigos, deseando destruirles, con ansias de venganza… Y luego, esa estúpida y adolescente visión del amor como un constante deseo sexual permanetemente insatisfecho, una pasión desatada que los protagonistas ni quieren ni pueden controlar. Todo eso queda hasta bonito en algún momento, pero es demasiado irreal: Parece sugerir que tu amor por una persona se mide por la pasión física que sientes por ella y por las veces que os acostáis.
Es, realmente, una saga de lo más cursi, almibarada a veces hasta extremos insoportables, que no transmite ningún valor aprovechable en mi opinión, salvo algunos débiles matices que se puedan encontrar rascando un poco. Oí decir una vez que esta saga era más «para adultos, mucho más oscura que Harry Potter». Por favor. La persona que lee Harry Potter debe saber pensar, hilar aocntecimientos, ahondar en la psicología de los personajes, meditar las profundas reflexiones casi filosóficas que aumentan conforme avanza la historia, y percibir los profundos valores que subyacen bajo una historia aparentemente para niños y jóvenes. Para leer Crepúsculo, sólo hace falta saber leer.
Hola Irene, estoy en parte de acuerdo contigo. No he visto las dos últimas películas y tampoco he leído las novelas correspondientes…así que en realidad sólo me baso en las primeras.
Crepúsculo, la primera, me gustó bastante. Y ahí sí creo que se ve bastante bien el tema del autocontrol. Y del amor que se puede mantener sin necesidad de que haya sexo…La novela es bastante más almibarada que la peli (ya digo, hablo de la primera)
Luego van perdiendo fuelle, interés y se alarga en exceso…Aún así, no creo que en nigún caso se pueda comparar a Harry Potter 😉