Con más de dos años de retraso llega a nuestros cines esta comedia irónica y fabulesca sobre la competitividad, la lealtad, el amor y las difíciles relaciones entre un padre y un hijo. Premiada en Cannes en la categoría de mejor guión y nominada al Oscar como producción de habla no inglesa, es una película divertida y profunda que anima a reconsiderar las prioridades vitales.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: Hearat Shulayim. |
SINOPSIS
Eliezer Shkolnik y su hijo Uriel Shkolnik son dos excéntricos académicos que han dedicado toda su vida al estudio del Talmud. El padre, Eliezer, es un testarudo purista ajeno al sistema, que nunca ha visto reconocido su trabajo. Su hijo, Uriel, es una estrella ascendente en la materia, que se esfuerza por consagrarse públicamente. Un día se da la vuelta a la tortilla. Cuando a Eliezer se le comunica que va a obtener el Premio Israel, el mayor honor para eruditos del país, aflora su vanidad y necesidad imperiosa de reconocimiento. Al saberlo, su hijo Uriel se siente orgulloso, pero la admiración inicial irá dando paso a la envidia. Poco después, una broma pesada del destino le hará tener que elegir entre boicotear la gloria y el honor de su padre o acabar con su propia y brillante carrera para siempre.
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CRÍTICAS
[Mª Ángeles Almacellas – CinemaNet]
Eliezer y Uriel Shkolnik, padre e hijo, son dos excéntricos académicos, que han dedicado toda su vida al estudio del Talmud. Eliezer es un hombre amargado porque nunca ha visto reconocido su trabajo, salvo en una ocasión, en que un prestigioso investigador lo citó en una nota a pie de página. Dicha nota es su orgullo y el bálsamo de su frustración. Vive aislado, ajeno, incluso, a su propia familia. Sólo muy sutilmente, la película nos insinúa que tiene algunas relaciones amistosas y hasta, tal vez, un cierto romance extramatrimonial. Uriel por su parte está ascendiendo en su reputación como investigador, lo cual provoca en Eliezer una reacción más cercana a la envidia que a los simples celos. Arrastra resentimientos contra su padre desde la infancia, porque no supo, o no quiso, responder a sus necesidades afectivas de niño, pero no se da cuenta de que él mismo, con su esposa y su hijo, no está muy lejos de la misma actitud que le reprocha a Eliezer.
Pero un buen día, la ministra de cultura le comunica por teléfono a Eliezer la concesión del prestigiosísimo Premio Israel, el mayor honor para eruditos del país. Por fin, el mundo entero reconocerá su categoría como investigador. Apenas si en familia se le ve un gesto de satisfacción, sin embargo con sus amigos y con la misteriosa mujer lo celebra alborozado. Contra lo que cabría esperar, en lugar de estar ya en condiciones de aceptar con orgullo de padre los bien merecidos premios de su hijo, inferiores todos ellos al que él acaba de recibir, aprovecha los encuentros con la prensa para denigrar y ridiculizar públicamente el trabajo de Uriel.
Uriel se siente orgulloso de su padre, hasta que lee sus declaraciones infamantes que lo dejan herido en lo más profundo de su ser. Y en esas circunstancias se le plantea un arduo conflicto ético, pues se ve en la necesidad de elegir entre salvar la gloria y el honor de su padre, a precio de acabar con su propia y brillante carrera para siempre, o defender sus propios intereses dejando que se hunda Eliezer.
Con estos ingredientes, “Pie de página” podría fácilmente haber caído en el melodrama. Sin embargo no deja de ser en ningún momento una película elegante, incluso cuando expone las miserias del corazón humano, que hasta llegan a enturbiar los afectos filiales. Es una tragicomedia inteligente, que, sin ocultar ni suavizar nada de las pasiones rastreras de encono, soberbia y envidia, las contempla con comprensión hacia la fragilidad de las personas y con un fino y ácido humor.
El elenco actoral es magnífico, pero destacan especialmente Shlomo Bar-Aba y Lior Ashkenazi en los papeles principales, que nos ofrecen unas excelentes interpretaciones, siempre contenidos, sin caer nunca en el ridículo ni en la exageración.
Sin duda no estamos ante una película de masas, pero es una buena película, que despierta el interés del espectador y no defrauda en ningún momento.
[Jerónimo José Martín – COPE]
Eliezer Shkolnik (Shlomo Bar-Aba) y su hijo Uriel Shkolnik (Lior Ashkenazi) son dos prestigiosos investigadores israelíes, especialistas en el estudio del Talmud, aunque con métodos diversos e incluso antagónicos. Eliazer es un viejo gruñón, prepotente, metódico y silencioso, que vive amargado por haber fracasado en una importante investigación y no haber obtenido el prestigioso Premio Israel, al que ha optado desde hace veinte años. Por un error administrativo, las autoridades le comunican que por fin ha ganado ese premio, aunque en realidad estaba destinado a su hijo Uriel, un tipo afable y simpático, menos académico y riguroso que su padre, pero mejor relaciones públicas. Cuando intentan deshacer el error, Muriel se opone, pues piensa que quitarle el premio puede ser la puntilla para su padre. Se genera así un enredo singular, que puede dañar a todos… u ofrecerles una oportunidad de mejorar.
Premio al mejor guión en Cannes 2011 y candidata al Oscar 2012 a la mejor película en habla no inglesa, “Pie de página” es una ingeniosa tragicomedia que aborda de frente temas complejos, como la competitividad científica, la soberbia intelectual, las relaciones paternofiliales, el sentido del trabajo, la caridad heroica o la conciliación entre la dedicación profesional y la atención a la familia. En este último punto, cabe elogiar la sugerente visión, en segundo plano, que ofrece la película del importante papel de las esposas de Eliezer y Muriel.
El neoyorquino israelí Joseph Cedar (“Ha-Hesder”, “Medurat Hashevet”, “Beaufort”) relata la historia a través de una sólida y sutil realización, muy equilibrada en su juego entre la comedia y el drama, imaginativa en sus hilarantes pasajes oníricos y pseudoperiodísticos —con originales recursos narrativos, muy del cine indie—, y llena de emoción auténtica en su abierto desenlace. También son muy eficaces el montaje sonoro y musical, y la dirección de actores, dentro del asumido laconismo de algunas interpretaciones. Queda así una gran película, divertida y profunda, que anima a reconsiderar las propias prioridades vitales.
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