El filme plantea un tremendo dilema en el que está en juego una forma no sólo de entender la educación, sino de entender la vida y sus escalas de valores. Como siempre, Kore-eda huye de los planteamientos simples, que cercenan las aristas de la vida. Una película muy interesante, de ritmo y estética orientales, pero muy universal por las llagas en las que pone los dedos. Aire fresco en la era de la épica digital.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET
Título original: Soshite chichi ni naru
País: Japón
Año: 2013
Dirección: Hirokazu Koreeda
Intérpretes: Masaharu Fukuyama, Ono Machiko, Maki Yoko, Lily Franky, Jun Fubuki, Megumi Morisaki, Kirin Kiki, Jun Kunimura
Guión: Hirokazu Koreeda
Fotografía: Mikiya Takimoto
Distribuidora en cine: Golem
Duración: 120 min.
Género: Drama
Estreno en Estados Unidos: 05 de Octubre de 2013
Estreno en España: 29 de Noviembre de 2013
SINOPSIS
Todo lo que Ryota tiene lo ha ganado trabajando duro y está convencido de que nada puede estropear su perfecta vida. Pero un día, su mujer Midori y él reciben una llamada del hospital: Keita, su hijo de 6 años, no es su hijo, el hospital cometió un terrible error. La conmovedora historia de un hombre que debe enfrentarse a sí mismo cuando se encuentra con la primera dificultad verdadera de su vida.
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CRÍTICAS
[Juan Orellana – Alfa y Omega]
De entre los numerosos directores asiáticos que han conquistado Occidente, por esa mirada humanista que a menudo ha perdido nuestro cine, brilla con luz propia Hirokazu Kore-eda. Este cineasta, nacido en Tokio en 1962, nos ha dejado diversas películas que ofrecen una mirada profunda sobre el ser humano y sus relaciones de pertenencia. Por poner algunos ejemplos, “Nadie sabe” (2004) indagaba duramente en la responsabilidad en las relaciones familiares; “Still Walking” (2008) planteaba las difíciles relaciones intergeneracionales; “Air Doll” (2009), más escabrosa, se centraba en el drama de la soledad; y “Kiseki (Milagro)” (2011) ensalzaba los vínculos de fraternidad. Ahora, en “De tal padre, tal hijo”, Kore-eda entra de lleno en las relaciones padres-hijos de una forma tan original como radical. La película ganado este año el Premio del Jurado y una Mención Especial del Jurado Ecuménico en el Festival de Cannes, y el Premio del Público en el Festival de San Sebastián.
Ryota Nomoniya (Masaharu Fukuyama) es un padre de familia adinerado y autosuficiente, que educa en el rigor y la disciplina a su hijo Keita (Keita Ninomiya), de seis años. Un día, su mujer Midori (Machiko Ono) y él reciben una llamada del hospital: Keita no es su hijo. Cuando nació, el hospital lo cambió por descuido con otro recién nacido. El segundo matrimonio damnificado es el contrapunto del primero. De condición humilde, Yukai (Yoko Maki) y Yudai Saiki (Lily Franky) mantienen como pueden a su numerosa prole, en un ambiente mucho más distendido, en el que los hijos juegan más y pasan mucho tiempo con su padre, incluido el revoltoso Ryusei (Shogen Hwang). Las antagónicas familias se reúnen para ver cómo y cuándo se realiza el intercambio de Keita y Ryusei.
El filme plantea un tremendo dilema en el que está en juego una forma no sólo de entender la educación, sino de entender la vida y sus escalas de valores. Como siempre, Kore-eda huye de los planteamientos simples, que cercenan las aristas de la vida. No hay nada ingenuo ni angelical, y el filme describe las carencias de los personajes, sus contradicciones, debilidades y egoísmos. La cámara trata de ser un testigo equidistante que no juzga a ninguno de los personajes. Pero, al final, siempre existe una posibilidad humana de dar un paso hacia adelante. Una película muy interesante, de ritmo y estética orientales, pero muy universal por las llagas en las que pone los dedos. Aire fresco en la era de la épica digital.
[DeCine21]
Un matrimonio, padres de un único hijo, un niño de ocho años, reciben una llamada del hospital donde ella dio a luz con una sorprendente revelación. Un error inexplicable condujo en aquel tiempo a que el matrimonio intercambiara su bebé con el de otra pareja. Ambas familias se conocerán, y surge el dilema de si deben dejar las cosas como si nada no hubiera ocurrido, o poner a los chicos bajo la tutela de sus auténticos padres de sangre. Dilema intensificado porque uno y otro hogar son muy diferentes. En el primero, aparte de contar con un solo hijo, domina la cultura del esfuerzo y la disciplina, el padre ocupa un importante puesto en una empresa, y cree que su vástago debe luchar igual que él para ocupar su puesto en la vida. El otro lo forma una familia modesta y numerosa, donde hay menos sobreprotección y más humanidad.
Magnífica película del japonés Hirokazu Koreeda, director y guionista, que ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes. Sigue la línea humanista de sus ilustres compatriotas Akira Kurosawa y Yasujiro Ozu, aunque con personalidad propia, sin caer en el puro mimetismo. Con adecuada parsimonia, Koreeda se toma su tiempo para describir a los personajes y las relaciones de padres e hijos, la influencia de las generaciones mayores sobre las más jóvenes, e incidiendo en la idea de que el aprecio o los reproches hacia los progenitores no tienen por qué conducir a repetir los mismos errores; se puede aprender y mejorar, sin plantearse disyuntivas tremendistas y excluyentes, cuando se tiene apertura de mente, magnanimidad.
No hay espacio en De tal padre, tal hijo para los sentimientos facilones, los reproches exagerados o la amargura producto del pesimismo. Gracias a la cámara de Koreeda tiene uno la sensación, simplemente, de ser testigo privilegiado de unos de esos pequeños grandes dramas con los que se teje la existencia humana, donde asoman los detalles de cariño y las desavenencias conyugales, o distintos modos de enfocar la educación. Los actores son estupendos, tanto los adultos que componen los dos matrimonios, como los pequeños víctimas de un intercambio, en cuyos detalles, al fin conocidos, también se descubren pequeñas miserias.
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