A través de un treintañero lacónico y perdido en su propia soledad mientras trata de buscar su lugar en el mundo y sentido a la vida, esta película alemana en blanco y negro reflexiona sobre la situación de la juventud en las sociedades —mal llamadas— desarrolladas. Esta constatación neorrealista del mal momento actual se desarrolla con tintes poéticos y personalidad y elegancia narrativas, dando lugar a una propuesta minoritaria pero interesante y por encima de la media.
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ESTRENO Título original: Oh boy. |
SINOPSIS
La suerte parece haber dado del todo la espalda a Niko Fischer, soñador treintañero, antihéroe sin solución. La novia se ha cansado de sus remoloneos, el padre lo ningunea y el psicólogo acaba de declararle emocionalmente inestable. Ni siquiera puede conseguir, pese a los repetidos intentos, una mísera taza de café con la que sustituir ese alcohol que antes ahogaba sus miedos. Tal vez la esperanza de hallar, azarosamente, su sitio en el mundo lo empuja al vagabundeo por un Berlín en blanco y negro a ritmo de jazz. Jamás vivirá Niko unas veinticuatro horas tan ajetreadas, de lugar en lugar, de encuentro en encuentro, a cada cual más pintoresco.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
La suerte le ha dado la espalda a Niko Fischer (Tom Schilling), un lacónico treintañero, sensible, soñador y apático, que deambula sin rumbo, a ritmo de jazz, por las calles y garitos de Berlín. Su novia le ha dejado por indeciso, su padre le corta el grifo financiero, un psicólogo le declara emocionalmente inestable y los demás personajes con los que se cruza tampoco aportan un mínimo sentido a su existencia. Ni siquiera puede conseguir —pese a sus repetidos intentos— una mísera taza de café con la que sustituir el alcohol en el que antes ahogaba sus miedos. Tal vez su encuentro casual con una antigua compañera de instituto, Julika (Friederike Kempter), sea su última oportunidad para salir de su postración.
Este primer largometraje de ficción del alemán Jan Ole Gerster —autor del documental “Der Schmerz geht, der Film bleibt”— ha obtenido numerosos reconocimientos, entre ellos, el Premio a la Mejor Ópera Prima de la Academia Europea de Cine y seis galardones de la Academia Alemana de Cine, incluidos los correspondientes a mejor película, director y actor. Por un lado, resulta brillante su factura, en riguroso blanco y negro, y muy sobria en su estilo hiperrealista, aunque con sugestivos toques poéticos. También son muy contenidas las interpretaciones, sobre todo la de Tom Schilling (“Napola”), que encarna con sufriente veracidad el desamparo y la falta de recursos morales del protagonista. Otro personaje, por cierto, muy emblemático del perplejo individualismo al que son lanzados tantos jóvenes en las sociedades mal llamadas desarrolladas.
“Oh Boy” no ofrece nada más que eso: una vistosa constatación neorrealista de lo mal que estamos. Pero lo hace con elegancia narrativa, con personalidad visual, sin estridencias ni efectismos vulgares, y con la mirada triste que se merece su historia. Además, Jan Ole Gerster sabe aliviar esa desolación con sutiles golpes de humor y con un empleo casi paradójico de la excelente banda sonora del grupo de jazz The Major Minors, completada con varias canciones preciosas, una de ellas —el tema folk “Fischer’s Song”—, interpretada por el propio protagonista Tom Schilling. Interesante propuesta, por tanto, algo lánguida y sin duda minoritaria, pero por encima de la media.
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