ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Titulo Original: Kis uykusu (Sommeil d’hiver)
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SINOPSIS
Aydin, un actor jubilado, dirige un hotelito en Anatolia central con la ayuda de su joven esposa, de la que está muy distanciado, y de su hermana, una mujer triste porque se acaba de divorciar. En invierno, a medida que la nieve va cubriendo la estepa, el hotel se convierte en su refugio y en el escenario de su aflicción.
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CRÍTICAS
[Francisco Cuesta – Colaborador de CinemaNet]
Verdaderamente y de mi modesta opinión estamos delante de una obra maestra. Película de larga duración – tres horas – pero no le sobra ni un minuto.
No es una película fácil. Se trata de una película que exige un mínimo de implicación por parte del espectador. El director turco Nuri Bilge ha filmado su particular ‘Secretos de un matrimonio’. La sombra del sueco Bergman se siente a lo largo de toda la película casi tanto como la de Chejov, autor teatral al que da las gracias en los títulos de crédito.
Nuri Bilge vuelve a presentar el retrato de un hombre que se siente fuera de sitio y al que su difícil carácter le lleva a enfrentarse con lo que le rodea. Pero mientras en anteriores películas, como Érase una vez en Anatolia, a sus extraordinarias imágenes le acompañaba principalmente el silencio, Sueño de invierno está fuertemente centrada en el habla, siendo construida principalmente con escenas en las que el diálogo entre dos personajes se puede alargar durante varios minutos.
Hay poca acción en ella pero eso no quiere decir que no ocurra nada. Al contrario, en Sueño de invierno suceden muchas cosas.
La trama se centra en el personaje de Aydin, un ex actor que ahora regenta un rústico hotel en una zona de Anatolia. Aydin está semirretirado del mundo cultural y se ocupa de administrar su Hotel Otello, junto con otros pequeños contratos de arrendamiento que han surgido como resultado de una herencia paterna. En su refugio invernal quiere escribir una historia del teatro turco, desea revivir la nostalgia de su frustración como ese actor que no llegó a ser y escribe artículos en la prensa local sobre los problemas del desarrollo turístico fruto de la explotación económica. Como intelectual se propone dar recetas a los otros a partir de sus previsibles grandes ideas, pero actúa con indiferencia frente a los seres de su entorno, pues interiormente considera que el resto de la humanidad no está a su altura. Algo fortuito irrumpe en la vida de Aydin y lo hace despertar de su sueño. Durante una visita a sus propiedades, un niño lanza una piedra a su coche. El niño es hijo de un padre preso y pertenece a una familia pobre de arrendatarios que están incapacitados para pagar el alquiler de la vivienda y no pueden soportar la presión de su patrón. El gesto del niño despierta en Aydin una cierta mala conciencia de clase y hace que su indiferencia avance hacia una incierta compasión. Nihal, su joven esposa, cree en los gestos caritativos y lucha para llevar a cabo algunas acciones sociales centradas en las políticas de desarrollo de una escuela cercana. La compasión penetra en el mundo familiar como un conflicto que les vincula con el mundo exterior y como un modo de suplir la mala conciencia.
En el Hotel Otello el tiempo pasa lentamente, el letargo invernal genera tedio y algo desestabiliza las relaciones. Junto a la pareja protagonista, en el hotel reside Necla, hermana de Aydin, una mujer que acaba de separarse y que se siente torturada por un profundo remordimiento y por una fuerte amargura que se traduce en sensación de vacío existencial. El personaje de Necla acaba proyectando su crisis en la pareja formada por Aydin y Nihal. La chica joven, cansada de la monotonía cotidiana y del vacío que impone el paso de las horas, saca a la luz los secretos del matrimonio y lanza flechas envenenadas contra su marido. La tensión pone en evidencia un fracaso matrimonial que esconde un marcado fracaso vital. Las grandes empresas soñadas quedan destruidas cuando los seres humanos ven cómo se desnuda su condición.
En el trasfondo de este título están tres pequeños cuentos de Chéjov que actúan como subtextos que remarcan ese sentido chejoviano de la dramaturgia en la que, tras ciertos pequeños destellos que revelan un momento de tránsito vital, surgen los sentimientos profundos que han estado aletargados en el frío invierno del devenir existencial. Estos ecos chejovianos convierten el eje central de la película en un pulso dramático en el que la palabra adquiere gran protagonismo.
Estamos ante una obra maestra como ya hemos adelantado al principio. Aconsejo que se acerquen a la pantalla grande a contemplarla. ¡No se arrepentirán!
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