Emma Suárez descubrió su vocación muy pronto: desde joven supo que lo suyo era actuar, dar vida a terceros y experimentar situaciones de existencias ajenas para sacarlas a la luz a través de la pantalla o de las tablas del teatro. Con decenas de películas en su haber –entre las que se cuentan, por ejemplo, El perro del hortelano, Tierra, Buscando a Eimish o la reciente Julieta-, Suárez llega al Festival de San Sebastián en un rol alejado de su zona de confort: como miembro del jurado de la Sección Oficial:
Vienes a San Sebastián en calidad de jurado de la principal sección del Zinemaldia, nada menos, ¿cómo afrontas la experiencia?
Con mucho gusto. Lo vivo como una oportunidad: los actores, cuando vamos a presentar una película a un festival, no tenemos tiempo de ver el resto de films que se proyectan. Venir como jurado me da la oportunidad, precisamente, de ver cine, y de compartir esta experiencia con el resto de miembros del jurado.
Jurado de un festival al que llevas viniendo toda la vida, se podría decir…
Sí, desde que era adolescente: mi primera película, Memorias de Leticia Valle, se presentó en el Festival de San Sebastián cuando yo apenas tenía catorce años. A lo largo de mi carrera, además, he actuado en los teatros de esta ciudad, en el Trueba y en el Victoria Eugenia; he rodado películas aquí con Julio Medem y Gorka Merchán… Donosti es una ciudad que forma parte de mi vida y permanece en mi memoria, así que me siento muy honrada de formar parte de este jurado. Con la responsabilidad, además, de la importancia que tiene este festival.
Claro, porque al final la Concha de Oro se la llevará una película, y como Jurado habéis de tomar esa decisión, ¿qué criterio seguirás?
Yo vengo como espectadora, y ese es mi criterio: las películas que me gustan siempre son las que me sorprenden; aquellas que te penetran, que te dejan un poso. Películas que te atraviesan y se quedan en tu memoria durante días; películas durante las que de repente de viene una palabra, una imagen, una escena. La clave de esa historia. Películas que te remueven, que te enganchan las tripas, que te pellizcan y te impactan. Películas, en definitiva, que te movilizan.
¿Crees que al estar dentro del proceso creativo del cine cambia tu mirada respecto a un espectador externo?
Lo que me da la experiencia de formar parte de este oficio es saber lo difícil y arriesgado que es hacer una película: las dificultades para encontrar financiación, para conseguir un presupuesto, para levantar un guion… Sé lo intensos y difíciles que son a veces los rodajes y he vivido el viaje emocional de un actor para interpretar un personaje. Soy consciente de todo ello, y eso me hace respetar muchísimo a todos los compañeros que presentan sus trabajos en este festival. El hecho de ser seleccionadas para el festival ya es un premio en sí.
Como autocrítica hacia mi gremio, muchas veces los críticos no tenemos en cuenta todo el trabajo que hay detrás a la hora de sentenciar una película.
Sí, pero a mí no me gusta emitir juicios de valor en el arte. No creo que, en este mundo tan competitivo, tenga sentido hablar de “la mejor película”… ¿Cuál es la mejor, al fin y al cabo? No se puede pensar el cine en esos términos, y no me tomo así mi tarea en el Jurado. La película ganadora, a mi juicio, será aquella que me haya llegado de un modo especial, y no tiene por qué coincidir con tu opción. Hablamos de exponer emociones, y en este ámbito no se puede hablar de mejor, no es una carrera. En el mundo artístico, no creo en las competiciones.
Una buenisima entrevista. Concisa y sin rodeos.
Totalmente de acuerdo con algunos puntos de la entrevista. Especialmente con la valoración de «mejor» película, resulta demasiado subjetivo y es negar también el valor que traen consigo otras películas que, si quizá no sean tan buenas en recursos visuales, pero en trama pueden dar mucho que pensar.