El mundo del cine asiático nos sigue resultando un poco ajeno. No se trata sólo de la distancia geográfica. Australia, Canadá o Estados Unidos están también a desmano y nos llegan muchas producciones de allí. Tampoco me vale Japón, un país cuya filmografía tiene ya una gran tradición en Occidente, ni el «vínculo Hong Kong«, antigua colonia británica que ha participado en numerosas producciones occidentales. La distancia que nos separa de los cines chino, pakistaní o persa es en realidad de tipo espiritual y cultural.
La película que analizaremos aquí es un interesante ejemplo de fusión entre los cines occidental y chino, una transición que nos da pistas del posible cine globalizado del futuro. Se trata de The Great Wall, un improbable relato sobre la Gran Muralla China. El argumento es sencillo. Dos mercenarios europeos, William (Matt Damon) y Tovar (Pedro Pascal) llegan en búsqueda del secreto de la pólvora hasta China, donde se ven envueltos en una gran batalla para defender a la humanidad de una invasión de monstruos de misterioso origen.
La película pone todo su énfasis en el aspecto visual, y la trama es previsible y pobre. Los personajes son bastante estereotipados, así como su desarrollo a lo largo de la cinta. El personaje de Tovar es sorprendentemente complejo en relación con los demás, cambiando constantemente de lealtad.
Hay pocas mujeres, pero todas se comportan de la misma manera heroica que los hombres, y tienen papeles específicos y reservados para ellas en la defensa de la Gran Muralla. Destaca Lin Mae (Jing Tian), la poderosa y valiente comandante china que dirige el Escuadrón Grulla, un batallón formado solo por mujeres. En general, los personajes tienen roles muy marcados: el Emperador-niño pusilánime, el héroe arrepentido, el traidor, la heroína dura por fuera pero sensible por dentro, el amigo de la heroína que va de duro, el novato inútil pero de buen corazón… Los villanos de la película, los Tao Tieh, están guiados por una reina inteligente que consigue adaptarse a los humanos y sobrepasarlos en varias ocasiones.
Y sin embargo, en todo este absurdo, hay referencias morales constantes. Los monstruos fueron enviados por los dioses hace miles de años para castigar a un Emperador chino que fue soberbio, egoísta y mal gobernante. Irónico que al final quién lo acaba pagando es la humanidad, y no sus reyes. Tiene que crearse la Orden Sin Nombre, una organización secreta destinada exclusivamente a vigilar la Muralla. Esta muralla está llena de máquinas y artilugios para rep eler a los monstruos, y las secuencias de batalla, aunque exageradas, están muy logradas y son bastante espectaculares. Los coloridos uniformes de la Orden, y sus peculiares peinados, le dan un toque diferente, y en mi opinión poco serio, a la película, y rompen con lo que estamos habituados a ver en el cine occidental.
The Great Wall : el»Homo Habilis» de la evolución del Cine Occidental-Chino
Pero vamos al punto más interesante. The Great Wall es una película profundamente asiática, aunque sus protagonistas sean blancos. De hecho, son actores blancos haciendo papeles absolutamente típicos en los géneros de acción chino e indio, y que recuerdan a las películas de acción occidentales de los 70 y 80, con sus zooms, cámaras lentas y acrobacias, un estilo reservado ahora para las comedias. Podemos ver en Youtube numerosos ejemplos de este cine de acción indio y chino, que se parece mucho a las escenas de nuestra película, como la que está enlazada más arriba.
El hecho de que el corazón y el estilo de la película sean chinos, pero sus protagonistas sean actores famosos de Hollywood, puede significar dos cosas. O bien que en China se está haciendo un esfuerzo para vender su cine en el mundo occidental, usando intérpretes conocidos aquí para asegurar su buena aceptación… O bien que se están introduciendo elementos occidentales en el cine chino porque los productores locales piensan que eso les hará vender más en su propio país.
Yo me decanto por la opción de que es un intento del cine chino de introducirse en nuestro mercado. Como no están seguros de poder imitar nuestro estilo, recurren a una opción mucho más fácil: poner en el reparto caras conocidas, de modo que nos apetezca más ir a ver la película, aunque de entrada su rollo nos resulte raro. Es significativo el fichaje de Pedro Pascal, que se había hecho famoso recientemente gracias a las series de Juego de Tronos y Narcos.
Pero la otra opción es también muy interesante. Recientemente ha tenido lugar el Salón del Cine y las Series. Asistí a una charla sobre el cine asiático y su distribución en Europa, en la que participaban Alexis Racionero, Toni Espinosa y Menene Gras. Hablando de esta película y del cine asiático, explicaban que éste no se distribuye por culpa de la mala gestión de los canales de comunicación y la falta de interés de las grandes distribuidoras, que van a lo seguro. Lo que llega a Europa suele ser gracias a éxitos fortuitos o a distribuidoras independientes.
En este sentido, The Great Wall constituye una excepción. Ha sido distribuida por dos de las Grandes, Universal Pictures y China Film Group. En relación a la extraña fusión entre personajes europeos y espíritu asiático, Racionero daba una interpretación diferente a la mía: «Asia en general y China en particular ansían imitarnos, ansían imitar nuestro canon de belleza. No es que quieran vender aquí. Al fin y al cabo su mercado es mucho mayor que el nuestro. Lo que quieren es vender allí, pero occidentalizando, a su manera, el cine».
Hay otros que ven en la película el clásico recurso cinematográfico del «salvador blanco«, una persona occidental que llega y soluciona los problemas de un barrio, país o situación porque los tíos locales (generalmente negros, orientales o indios) son incapaces de hacerlo.
Lo descarto, porque todos los personajes chinos son casi perfectos moralmente, frente a unos europeos que son presentados como mercenarios, advenedizos y sucios, sin negar por ello sus habilidades para luchar. De hecho el protagonista, William, que es el personaje que se redime y que acaba ayudando más a la Orden, es precisamente el europeo que más se orientaliza, el que más se comporta como un héroe de película china.
Por otra parte, el equipo es muy internacional, con la fotografía y la dirección (apartados esenciales de la producción) en manos de nacionales chinos, y otros aspectos como edición y guion, en manos de estadounidenses.
En cualquier caso, el resultado final fue irregular. Por una parte tuvo un razonable éxito de taquilla. Frente a una inversión de unos 150 millones de dólares, se recaudaron casi 335 millones. Pero fue menos de lo esperado, y más aun teniendo en cuenta el reparto del que disfrutaba el film (¿se nos olvidaba mencionar que también Willem Dafoe tiene un modesto papel?). Y más de la mitad de estos ingresos se han logrado en China, fracasando la taquilla en Estados Unidos y Canadá. La crítica ha atacado la cinta, dado su carácter comercial y predecible, entre otras razones.
La película es un experimento de fusión entre los cines de China y Estados Unidos, un pequeño paso en la evolución hacia un futuro cine globalizado que todos entenderemos, aunque quizá ninguno lo disfrutemos.
¿Pero al final, compartimos los mismos valores?
Es una pregunta fundamental. Aunque sea un producto muy oriental, que no acaba de encajar en nuestro mundo, creo que hay una serie de enseñanzas morales en la película. Al contrario que en Occidente, donde la figura del antihéroe, el humor negro y el cinismo impregnan mucha de la producción artística, en China siguen produciendo en general películas clásicas, con un héroe que triunfa y un Bien idealizado que derrota a un Mal que es poderoso, pero a la vez feo y decadente. La Justicia siempre ha de triunfar.
La Orden representa unos valores de lealtad, sacrificio y disciplina muy típicos en la ética nipona, por ejemplo. Los occidentales son más tirados y pícaros, con un perfil más claroscuro. Estos valores darán la victoria a los buenos, al sumarse a estas tres virtudes asiáticas el ingenio y carácter abierto de los europeos. La amistad se trata de manera bonita en la película, con ambos protagonistas renunciando a sus deseos a cambio de ayudar al otro.
Como curiosidad, la potencial relación amorosa entre William y la comandante china nunca llega a fructificar. Da la sensación de que es algo que sigue costando de desarrollar en el cine chino, donde parece que el héroe tiene que estar por encima de eso. Cualquier connotación sexual queda descartada, y aunque ambos se gustan, la cosa nunca pasa de una tácita admiración mutua, de un respeto y aprecio por el mundo del otro, de lo oriental por lo occidental y de lo occidental por lo oriental.
La mentira también se persigue, y la fidelidad a la verdad se convierte en un rasgo del protagonista, siendo ya algo común entre los soldados de la Orden. Los personajes malignos, cobardes o desleales son castigados, mientras que aquellos con buena intención, aunque inútiles, ascienden también al panteón de los héroes. Así pues, The Great Wall se convierte en una obra moralizante, en una fábula que no busca otra cosa que ofrecer un modelo de comportamiento… y vender, claro.