La película
Este título corresponde a dos películas diversas: la película de acción producida en Perú y dirigida en 2015 por Dorian Fernandez-Moris que ganó el premio nacional Dafo, y la película dramática española dirigida y producida el año 2018 por Josecho de Linares. Nuestro trabajo corresponde a esta última, cuya sinopsis -intrigante- es que Zurdo, un treintañero perdido en el mundo, descubre que está empezando a desaparecer y eso le da miedo.
“Desaparecer” resalta la capacidad del director para reflejar cuales son los intereses, los sentimientos, y también los vacíos e inquietudes de los jóvenes que rondan esa década. Realiza un ejercicio de metacine, de cine dentro del cine donde las propias historias de los actores se iban incluyendo en la trama. Tanto se rodó que hubo 300 horas de metraje, que, lógicamente, terminaron sufriendo la conveniente poda (95 minutos) para adaptarse a un formato convencional.
«Aprendí más de vida que de cine en este rodaje», aseguró Albert Bada, director de fotografía. En “Desaparecer” nos encontramos con cuatro personas que viven en un piso en Barcelona, o mejor, que tratan de sobrevivir; cada uno va a su bola y, a su vez, comparten entre ellos no tanto su intimidad o su amistad, sino lo que va aconteciendo sobre la marcha.
El protagonista, Zurdo (Josecho de Linares) es un joven de 30 años con estudios de cine, que trabaja en pequeños proyectos de publicidad, pero que se siente realmente perdido y desorientado, no se encuentra cómodo en Barcelona; ve la ciudad inmersa en una constante e incierta crisis económica.
Vivencias de Zurdo, que invitan a generalizar lo que quizás ocurre puede ocurrir en toda una generación; pues es la realidad de muchos jóvenes que terminan los estudios universitarios y se encuentran con una situación, donde las palabras crisis, paro y recesión y no futuro claro están a la orden del día.
El piso lo comparte con Oriol (Marc Homs), el cual trata de estudiar unas duras oposiciones, pero que no parece le interesen demasiado, quizás también por falta de esfuerzo para meterse en ellas, a pesar de saber organizarse; de hecho suspende el primer ejercicio, miente a sus padre de su situación e incluso termina pensando que puede ganarse la vida siendo un bloguero más; vive también Claudia (Tamara Casellas) muy amiga de Zurdo, con sus problemas laborales, y Emma (Elma Houghton) una chica no española con dotes musicales.
Cuesta al comienzo centrarse en el tema, pues se entremezcla la realidad que están viviendo estos chicos, con el montaje de Zurdo, pero que después de los primeros minutos, tiene la maestría de mostrar en los primeros planos los recuerdos de su pasado, como un niño feliz en una familia tradicional y la visión entre irónica y pesimista de su presente y el de sus compañeros de piso.
El director nos ofrece una visión bastante realista del tema mostrando lo que acontece a ese pequeño grupo: viven en una buena ciudad europea, son de una condición social familiar estable, pero ellos viven a día a día sin posibilidad de ahorrar dinero para asegurarse un futuro. Hay bastante pesimismo y se plantea la posibilidad de «Desaparecer«.
Va trabajando en su ordenador la realidad que ve, la que piensa y la que recuerda y se plantea que pasará en el futuro con respecto a lo que ha vivido y a lo que está viviendo ¿desaparece todo? ¿Podrá recordar alguien dentro de años, esta humanidad de hoy? ¿Hacia dónde va todo? ¿Grabar? ¿Filmar? ¿Vivir? ¿Presente? ¿Pasado? ¿Futuro? Son preguntas no directas, sino que el espectador se las va formulando ante el trabajo de Zurdo.
Se refleja, tal como ya hemos apuntado, de un modo respetuoso y preocupante lo que a tantos jóvenes de hoy les puede pasar: sentir la insignificancia de lo que hace dentro de la vorágine diaria del contexto cultural en el que se desenvuelve. El guion de Sergio Roldán ofrece los elementos necesarios para contar y resumir esas situaciones y el cambio generacional. El montaje es muy bueno; tensión y reflexión van de la mano entre lo que se graba, lo que se recuerda, lo que ocurre y lo que podría evitarse. “Desaparecer”, según el mismo director refleja los miedos que no afrontamos.
El director
Josecho de Linares estudió en una de las escuelas de cine más prestigiosa, la ESCAC (Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya) “Desaparecer” es su primer largometraje en solitario, que tuvo su presentación en el pasado Festival de Málaga, su localidad natal. Nunca ha sido un director convencional. Con su primer cortometraje, ‘Mi ojo derecho‘ (2013), se convirtió en el cineasta más laureado del año.
Ahora afirme haber cumplido un ciclo en su relación con el cine y la necesidad de que, para seguir creciendo, hay que tocar puertas nuevas. Por ello, lleva meses cruzando el Atlántico en velero, desea conocer el mundo navegando en una línea que podríamos denominar bla-bla-barco…; su actitud parece dar contenido profético y biográfico, al título de la película “Desaparecer”.
Una reflexión
Creo que viene al caso; el director y su película nos vuelven a recordar lo que decía Julián Marías, en su discurso de entrada en la Academia de Bellas Artes de San Fernando “No olvidemos que las verdaderas raíces del cine se encuentran en su fabulosa capacidad de representación y recreación de la vida humana”. El papel del cine no es tanto modificar la visión del mundo como completarla; lo que equivale a afirmar que es posible mejorar o empeorar la vida, según el modo de vivirla; es decir, en función de los modelos a los que copiamos e imitamos.
Me decía un buen amigo que el destino de la inteligencia puede ser formulado de muchas maneras. El mal no devela la verdad, porque el mal es una realidad deficiente y violenta que destruye y contamina la mirada. El bien, lentamente asimilado, es el que convoca a la inteligencia a su destino, y cuando esta lo encuentra, entonces se goza en él y lo reconoce como algo bello.
La persona humana posee una tensión estructural que no puede ser cumplida por la propia naturaleza de la que brota; nunca desaparece el desequilibrio entre lo que se anhela y lo que se puede. Y para disminuir ese desequilibrio contamos con diversas herramientas. Josecho ha empleado primero el cine y ahora el mar. En todo caso, una vez más comprobamos que la vida humana es un misterio rompedor.