Aviso: los artículos de «Análisis desde la fe» incluyen spoilers. Pretenden ser ayudas para cinefórums, para aquellos que ya hayan visto la película. Si no la has visto, no sigas leyendo.
(Artículo adaptado a partir de VALERA RUBIO, J-L., “El Estudiante: La escalada de la vida creativa. Análisis del film según el método lúdico-ambital” (2012)
Introducción
El estudiante es una película sencilla en su planteamiento, pero con un mensaje lleno de buenos sentimientos y buenas reflexiones. Casi sorprende que una película así, antropológicamente muy elaborada y argumentalmente muy sencilla, gozara de tan gran éxito en las pantallas de México, donde permaneció en cartel durante 22 semanas, o que haya ganado numerosos premios, incluidas seis Diosas de Plata -de los Periodistas Cinematográficos y de Espectáculos de México (PECIME)-, entre ellas, a la mejor película y al mejor director. Y es que no estamos acostumbrados a que el buen cine sea públicamente reconocido. Sin embargo, a España, por desgracia, tardó 3 años en llegar desde su estreno en México, y no funcionó bien en cartelera. Aquí sí cumplió el tópico.
La película la protagoniza Chano, un hombre de 70 años de edad que, a pesar de las iniciales reticencias de su mujer Alicia, se inscribe en la Universidad de Guanajuato para estudiar Literatura. Allí se encuentra con el mundo de los jóvenes actuales, de costumbres y tradiciones muy diferentes a las suyas. Pero, con el Quijote siempre como ejemplo, Chano atraviesa la brecha generacional y hace nuevos amigos, a quienes guía y ayuda a sobrepasar sus problemas. Los jóvenes, además, ejemplifican problemas que son ya comunes en nuestra sociedad: Santiago tendrá que aprender la diferencia entre el amor y el sexo con Carmen; Alejandra tendrá que enfrentarse a un embarazo y, más aún, afrontar el terrible problema del aborto; Marcelo tendrá que aprender a darse a los demás; y Eduardo se verá inmerso en el problema de las drogas y la violencia. Pero no sólo los jóvenes tendrán que aprender: Chano deberá también superar la muerte de Alicia.
Sólo una nota para destacar la preciosa banda sonora que va resaltando la narración en diferentes momentos. Especialmente la magnífica canción final “Mírame”, que se escucha por primera vez en la “fiesta del 15” y que suena completa al final de la película. La canción es, en sí misma, un espléndido resumen de los descubrimientos que los jóvenes van haciendo durante la película. Pero, en adelante, me centraré exclusivamente en el análisis de la trama. Basten estas líneas para resaltar la importancia de esta canción.
El “gran cine”, al igual que la “gran literatura”, presenta al espectador unas experiencias humanas universales. Es por esto que una película situada en Estados Unidos y realizada por estadounidenses, puede emocionar a espectadores europeos o asiáticos: el ser humano comparte una serie de experiencias de las que puede aprender, porque radican en la antropología, independientemente del “ropaje” cultural con que esa experiencia quede vestida.
El lenguaje del cine, además, facilita la universalización del mensaje porque transmite ideas no a través de la razón (coordinación de ideas captadas y emisión de un juicio conclusivo) con un discurso filosófico elaborado y bien fundamentado; sino que el mensaje en el cine llega sin tiempo para razonar, a través de lo que J. M. Caparrós Lera[1] y otros llaman “intuición directa”. La imagen pasa por alto el juicio de lo racional. El cine trabaja a través de la emoción, conecta con el mundo íntimo del espectador a través de la imagen, ante la cual nuestra racionalidad frecuentemente se relaja y, con ella, todos los condicionamientos y aprendizajes sociales, morales e ideológicos. Por estas razones, el cine tiene un inmenso potencial formativo, que, mal enfocado, resulta también en un inmenso potencial para la manipulación. Es muy importante, por tanto, que en el análisis de las obras fílmicas, pongamos de manifiesto las experiencias humanas presentadas y podamos analizar racionalmente cómo se desarrollan esas experiencias y cómo los personajes de esa obra crecen, se plenifican como personas a través de esas experiencias o, por el contrario, se destruyen.
El “prólogo” de la película. La presentación de los personajes
La película El estudiante permite muy claramente ver estos dos caminos: el de plenificación y el de destrucción. Chano es un hombre ya mayor, jubilado, que tiene una vida rica y plena, acostumbrado a establecer relaciones profundas con las personas y llevando, por tanto, una vida luminosa y creativa. Chano, al llegar a la universidad y entrar en contacto con las nuevas generaciones, descubre como estos andan perdidos y confusos en la vida porque nadie les ha enseñado a distinguir esos dos caminos, destructivo o creativo, con los que abordar la realidad. Y, dirigido por su corazón generoso, sabiendo lo imprescindible que es conocer estas diferencias para poder llevar una vida rica y completa, se esfuerza en ayudar a estos jóvenes a que descubran la diferencia que hay en la vida según el modo en que la afronten. No lo hace con grandes discursos o razonamientos elaborados: es un compañero de estudios, que se involucra en la vida de estos jóvenes y aprovecha todas las circunstancias (incluso la obra de teatro sobre El Quijote que los jóvenes tienen que organizar para un certamen) para, como un callado maestro de vida, como un guía auténtico, ir dando claves de distinción en algunos momentos, o testimonio de lo que significa posicionar la vida de cada uno en un camino de plenificación. Creo que este es, pues, el tema de la película El Estudiante: mostrar la diferencia entre vivir ascendiendo en la realidad para poder llevar una vida plena, luminosa, creativa, llena de sentido, o quedarse en una realidad plana e insatisfactoria que, normalmente, termina conduciéndote en caída hasta la destrucción.
El inicio de la película es muy claro acerca de esta intención de los autores del film. Tras una escena en que se presenta a Chano en la cama, añorando a su esposa ya fallecida y ausente de los exámenes de la universidad, la trama retrocede un año para explicarnos cómo se ha llegado a esa situación. Y los títulos de crédito iniciales se imprimen mientras en la pantalla se nos proyectan diversas realidades: un libro de poemas escrito por Chano, un violín, una estatua de El Quijote, fotos de familia, un libro antiguo –muy usado- de El Quijote, imágenes de la ciudad de Guanajuato e imágenes de la Universidad de dicha ciudad. Resulta inmediato comprender que nos están mostrando realidades que son importantes en la vida de Chano. Con apenas unas imágenes nos han descrito a Chano como un amante de la poesía y de la literatura, apasionado por El Quijote, capaz de embarcarse en la preciosa tarea de la ejecución musical, y que ha tejido en su vida toda una trama de relaciones fructíferas cuyo entramado compone una vida luminosa y creativa.
La contraposición entre modos de vivir aparece claramente por primera vez en una deliciosa y divertida conversación entre Pedro, el portero, y Chano y su nieta. Chano acude con su nieta a visitar la Universidad de Guanajuato, llegan a la sala donde se preparará la obra de teatro y allí conocen a Pedro, el portero y guardés de la Universidad. El diálogo entre los tres es un divertido y poético ejercicio de salto entre dos modos de posicionarse ante la realidad: viéndola simple y llanamente como “cosa”, o mirándola con profundidad. Esto provoca divertidos equívocos por contraste, ilustrando lo confuso que resulta cuando dos personas hablan entre sí moviéndose en concepciones diferentes: la conversación resulta ambigua y, en este caso, muy divertida. De esta forma, se muestra con un ejemplo cómo para poder comprender la realidad, es necesario saber distinguir en cada momento en qué plano, en qué concepción, nos estamos moviendo; de lo contrario, la realidad se nos vuelve confusa y equívoca. El diálogo en cuestión es el siguiente:
- Pedro: “Este lugar es sólo para estudiantes”.
- Chano: “Ah, perdone usted, es que la puerta estaba abierta”
- Pedro: “las puertas de la Cultura, como la de la Iglesia y las de la Política, siempre están abiertas. O deberían estarlo”.
- Chano: “Entonces ¡puede entrar cualquiera!”.
- Pedro: “Oh, no, no. Únicamente los estudiantes. Pero las puertas deben estar abiertas. No las vaya usted a cerrar al salir. Síganme”
- Chano: “¿A dónde vamos?”
- Pedro: “Les tengo que abrir, si no ¿cómo van a salir?”
- Chano: “Perdón, pero, acaba usted de decir hace un momento que las puertas están abiertas”
- Pedro: “Las puertas de la Cultura siempre están abiertas. Las de este lugar las tengo que cerrar; si no, se mete cualquiera. Sin ofender a las damas…”
- Niña: “Me dijo ‘dama’. ¿Ya soy grande?”
- Pedro: Aquí, señorita, todos somos grandes. Y todos somos pequeñitos. Todos somos lo que queramos ser, lo que nuestra imaginación nos permite ser”
Ante la explicación de Chano de que la puerta del lugar (nivel superficial, “cósico”, de puros objetos) estaba abierta, Pedro salta al nivel de las realidades hondas, profundas, de la Iglesia, la Política y la Cultura, para afirmar que esas puertas deben estar siempre abiertas, sugiriendo que son realidades creativas que deben (o deberían) permitir la entrada a cualquiera dispuesto a entrar en juego con lo que ellas tienen que mostrar. Pero Chano no entiende ese salto y, pensando aún en el nivel de los objetos, de las puertas físicas, se asombra, exclamando que entonces puede entrar cualquiera en esos edificios. Pedro parece jugar a continuación al equívoco al afirmar que no, que sólo pueden entrar los estudiantes, pero que las puertas deben estar abiertas, y Chano no las debe cerrar al salir. El portero, pues, indica a Chano que el acceso a las realidades profundas sólo se le franquea a quienes quieren estudiarlas. Y aquí estudiante no se está refiriendo al alumno matriculado, sino a aquel que quiere tomar parte del juego vital que le plantean los ámbitos; aquel que está abierto a las experiencias de realidad más allá de lo objetual, y que acepta que esas realidades son ámbitos de realidad con los que debe entrar en juego, debe conocer, comprender y hacer suyo, hacer íntimo: encontrarse con esas realidades. Pedro está indicando que hay realidades complejas, hay ámbitos, que sólo despliegan todo su potencial formativo cuando quien se acerca a ellas acepta participar en el juego que le plantean, cuando quien se acerca a ellas quiere, verdaderamente, ser un estudiante de esa realidad. Y más aún, Pedro indica que esas puertas, esas vías de acceso a lo real, ese descubrimiento de las realidades ambitales deben estar abiertas, y deben quedarse así. Chano deberá entrar en el campo de juego de las realidades hondas, auténticas, conocerlas a fondo, establecer relaciones creativas, verdaderas, con ellas y, al salir, no cerrarlas; es decir, no impedir que otras personas puedan tener ese encuentro con esas realidades. No quedárselas para uno mismo sino permitir también que otros puedan franquear esas mismas puertas y entrar en juego con la realidad.
Así, en lo que podría ser calificado perfectamente como el “prólogo” de esta obra fílmica, se nos ha planteado ya el tema básico de la película: la necesidad de distinguir adecuadamente entre los diferentes niveles de realidad a fin de poder tener una vida plena y feliz.
El motor de la trama fílmica es Chano, y las relaciones que él va estableciendo con un grupo de jóvenes, para los que llegará a ser todo un referente. Sin embargo, al principio de su estancia en la Universidad, Chano percibe rápidamente el “choque generacional”, las diferencias que hay entre las nuevas generaciones y la suya. Este “choque” queda magistralmente ilustrado en el primer diálogo que Chano tiene con Marcelo. Este joven guitarrista, enamorado de Alejandra pero sin atreverse a acercarse a ella, compone e interpreta canciones en el pasillo de la Universidad. Chano, amante de la música, se sienta a su lado y comienza a escucharle con deleite. Cuando por fin hablan, Marcelo le dice “Está chida la rola, ¿que no?”. Chano no comprende ese vocabulario, hay un pequeño problema de comunicación que ilustra el problema de comunicación transgeneracional que Chano tendrá que afrontar en la Universidad. El “choque” se ilustra aún más claramente cuando al levantarse Chano y Marcelo chocan físicamente al caminar. El conflicto es patente.
El siguiente escenario de conflicto se produce en el teatro, aquella sala donde Chano conoció a Pedro, el portero. El director de la obra es Héctor, el profesor de literatura. Este personaje muestra todos los rasgos del manipulador. La manipulación[2] busca ejercer un dominio o control sobre el otro, para imponer unos criterios de acción o de pensamiento, sin dar argumentos de razón, venciendo sin convencer. En el fondo, reduce al otro a un medio que permite conseguir mis propios fines. La manipulación, pues, implica manejar, envilecer a una persona y tratarla como si fuera un objeto.
La breve conversación que mantiene el profesor Héctor con Chano en la sala de ensayo es suficiente para arrebatar la ilusión y humillar a Chano:
- ¿Usted, profesor?
- Profesor en el salón, aquí soy el Director.
- Ah… yo pensé…
- ¿Quería actuar?
- ..
- Todos lo admiramos, señor Antúnez, yo más que nadie. Pero no conviene que haga usted esto. Confíe en mí, no se vería bien…
Con apenas una frase, Héctor ha ahogado la ilusión de Chano, ha segado la potencia creativa que Chano quería desarrollar a través de la interpretación teatral basada en una obra que, ya sabemos, es una de sus lecturas favoritas. Le ha impuesto sus criterios sin dar ningún argumento. Sólo dice “confíe en mí”, o “no conviene”, pero sin explicar por qué debe confiar en él o por qué no conviene. Como buen manipulador no quiere convencer a Chano, sino vencerle sin darle razones. Y no sólo eso: recurriendo al artero “no se vería bien” infunde en Chano una cierta angustia, temor.
Naturalmente, la experiencia de ese primer día hace a Chano descubrir algo que comentará con su mujer: “Me ven viejo”. Chano se siente ultrajado, herido, ofendido. Se siente rechazado por pertenecer a otra generación. Y su esposa, que siempre es su soporte y apoyo, le replica con un cariñoso: “Ay, Chano… ¿Y cómo quieres que te vean?”. Con la inteligencia y perspicacia que da el cariño, fruto de tantos años de construirse juntos en el seno del matrimonio, Alicia no le dice lo estupendo que es, lo buena persona, lo sabio y culto… halagos éstos que no le darían a Chano la clave de solución. No. Inteligentemente, suavemente, eleva a Chano al nivel de la realidad personal de nuevo reconociendo algo que es cierto: Chano no debe asombrarse de que le vean viejo porque es viejo. Está jubilado, ha vivido ya una vida que, hasta ahora, ha sido muy fructífera. Eso no debe, en absoluto, hacerle creer que ya lo tiene todo resuelto: al contrario, debe seguir luchando día a día por seguir llevando una vida lograda. Pero es pura aceptación de la realidad que Chano comprenda que ya no es un joven más, y no puede ni debe ponerse al mismo “nivel” que los jóvenes: él tiene otra misión que cumplir en esa relación, tiene mucho que aportarles si acepta quien es y qué papel puede aportar para dar lo mejor de sí mismo a los demás. Y eso pasa por aceptar que es viejo, con todas las potencialidades, experiencias, vivencias y virtudes que ese término implica. Así, con tan inteligente frase, dicha en el calor del ámbito más propiamente matrimonial -el dormitorio-, preparando antes de dormir la cama compartida tantos años -al calor de la confianza-, Alicia restaura la ilusión de Chano, dándole la clave de solución que él necesitaba.
La “fiesta del quince”, la fiesta de la independencia de México, el 15 de septiembre, marca el final de esta presentación de los personajes y se empiezan a desvelar los conflictos a los que Chano deberá ir dando respuesta durante la película: Santiago y Carmen empiezan a embarcarse en una relación de noviazgo; Eduardo se emborracha y se muestra que consume drogas (pastillas); y Alejandra comienza a ser atraída por el profesor de literatura, de lo que Marcelo es dolido testigo. Las tres subtramas nos van a mostrar tres procesos de destrucción de la persona, en las que Chano aportará su propia luz.
Desarrollaremos los tres hilos un poco más adelante. Porque, cronológicamente, la película mostrará antes otro acierto tras la fiesta. El film muestra explícitamente cómo Chano entra en el mundo “propio” de Lalo, Santiago y Marcelo, precisamente a través de un juego: el dominó. Tras las presentaciones de los personajes, la película quiere mostrar el inicio de la amistad entre los jóvenes y Chano enmarcada en un juego de mesa. Y es que, verdaderamente, la amistad comienza al compartir una realidad, un “tú también”, que explica Lewis[3]. La amistad es un encuentro auténtico con el otro, que proporciona gozo, alegría, es fuente de luz y de energía espiritual. Es conocer al otro y elevar la relación al nivel de las realidades hondas, auténticas. Y este encuentro exige tiempo, tiempo compartido, tiempo creativo para fundar esos ámbitos comunes interpersonales. Por eso es ciertamente un acierto, todo un símbolo, que la película nos muestre la fundación de la amistad entre estos personajes en una escena de un juego compartido, donde el tiempo pasa volando y se hace de noche, pues en virtud del encuentro, el tiempo se llena de densidad y cambia completamente nuestra percepción del mismo.
La amistad de Chano con los jóvenes, así como su labor formativa con ellos, se refuerza por la colaboración en la preparación de la obra de teatro sobre El Quijote. Resulta muy estimulante ver cómo Chano aprovecha la oportunidad que le dan los jóvenes cuando le piden que les ayude a preparar la obra. Los jóvenes, todos, participan en la preparación del montaje bajo la dirección del profesor de Literatura, y no consiguen hacerlo bien, no entienden a Cervantes. Una mañana Chano se acerca a ellos con el dominó (en esta película, símbolo de la amistad como hemos visto), les ve preocupados y en la conversación ellos le confiesan que no entienden El Quijote y tienen miedo de suspender y hacer el ridículo. Chano, entonces, toma una decisión maravillosa: les hace declamar fragmentos de El Quijote a la gente por la calle y explicárselo a los transeúntes. De esta manera consigue que venzan su miedo al ridículo pero, más aún, consigue que comprendan la obra. Porque Chano sabe que para entender una obra literaria es necesario hacerla propia, comprenderla desde dentro, rehacer las experiencias universales que el autor quiso proponer a los lectores a través de la novela. El mismo Chano lo dice explícitamente:
“Las grandes obras están llenas de sabiduría de vida pero, para encontrarla, hay que hacerla nuestra. Y para entenderla, hay que compartirla. Decirla, no sólo leerla. Explicarla, no sólo escribirla”.
Así, los jóvenes van por la calle, leyendo fragmentos de El Quijote escogidos por Chano y explicándoselo a los paseantes, a los niños, a los transeúntes. Y los chicos van entrando en la obra, comprendiendo sus fragmentos al hacerla suya, al explicársela a otros. Tiene el acierto de hacer ver a los jóvenes que las obras literarias son formativas, y que para exprimir la riqueza formativa hay que hacer propia la obra.
En este comprender la obra de El Quijote, a través de estos fragmentos, van también experimentando la alegría que les produce el descubrir la riqueza oculta en ese ámbito de realidad que es la obra literaria y que hasta entonces no se les había revelado porque la veían sólo como un texto, como un medio para “cumplir su papel” en la obra teatral. Chano les ha enseñado la diferencia entre leer o escribir una obra como un simple “objeto” y “decir”, “explicar”, “hacer suya” la obra, encontrarse con la obra literaria, en el nivel de las realidades hondas. Poco a poco, sin ningún discurso filosófico elaborado, sino simplemente a través de la convivencia con ellos, Chano les va dando herramientas que les van a ir ayudando a vivir una vida plena, superando los conflictos que se les irán planteando.
Los conflictos
a) Santiago: La lógica del amor frente a la lógica de la pasión dominadora
El ejemplo más claro de lo que ocurre cuando se intenta tener una relación personal, un encuentro, desde categorías de objetos, lo encontramos en la subtrama protagonizada por Carmen y Santiago, reflejada en la actitud de Santiago.
Santiago y Carmen se conocen en la Universidad, al entrar Carmen por error en la clase de Santiago. Tras un jugueteo no exento de humor, Santiago y Carmen comienzan un noviazgo en la “fiesta del 15”. Cinematográficamente, la “fiesta del 15” está muy bien aprovechada, pues con las voces de Chano y Alicia contando cómo se conocieron ellos, se van intercalando las imágenes de cómo Santiago y Carmen comienzan a conocerse, mostrando el contraste generacional y las similitudes en las relaciones de pareja. La relación “moderna” de estos chicos, sin petición “formal” ni “carabina”, escandaliza a Chano cuando Santiago se lo cuenta, provocando ciertos momentos divertidos en la película por el contraste entre épocas. Pero el conflicto se plantea cuando Santiago intenta tener relaciones sexuales con Carmen. Cuando Carmen se planta, tienen un magnífico diálogo que muestra claramente sus posiciones:
- Carmen: “¿Qué quieres?”
- Santiago: “A ti…”
- Carmen: “¿Para qué?”
- Santiago: “Bueno, tú dijiste que somos novios, y los novios…”
- Carmen: “Sólo me quieres para eso…”
La posición de Santiago es muy clara: él cree que quiere a Carmen. Se siente fuertemente atraído por ella. Le apetece. Las pasiones, los apetitos, son algo propio del hombre, no son malas, pero hay que conducirlas para no convertir a la otra persona en un mero instrumento de mis fines egoístas. Dejarse conducir por ellas es quedarse encerrado en el nivel de lo superficial, de lo más primario, el nivel de los objetos, que se poseen, dominan, manejan y disfrutan. Intentar establecer una relación personal desde las actitudes y categorías mentales de este modo de concebir la vida y la realidad es rebajar la dignidad de la otra persona, considerarla como un medio para mis propios fines de disfrute, goce y satisfacción de las pasiones; y envilece a quien lo intenta, pues rompe su capacidad de establecer relaciones hondas, auténticas, con la realidad, y le empobrece como persona. Por el contrario, establecer una relación personal tratando al otro como persona, no como objeto, resulta verdaderamente fecundo. Es una relación luminosa y plenificadora, que trata al otro como lo que verdaderamente es, respetando su propia dignidad como persona.
Por desgracia, Carmen no sabe explicar esto a Santiago. Intuye que hay algo más, pero no sabe expresarlo. Por eso despide a Santiago de su casa y se queda entristecida, por no tener los recursos para explicitar lo que sólo intuye: que hay un amor mucho más profundo que la mera apetencia, y que establecer una relación de noviazgo sobre la pasión es condenarse a una vida plana y envilecedora.
Santiago, que no entiende en toda su profundidad lo que ha pasado, sólo comprende que su relación con Carmen se ha acabado. Aspiraba a todo y se ha quedado sin nada. Esto es propio de los procesos de destrucción de la persona: prometen todo y no dan nada. Y, en pequeña medida, Santiago lo ha experimentado. Él, como todo ser humano, anhela un amor pleno, fecundo, rico, luminoso. Pero lo ha buscado a través de la satisfacción de sus placeres y apetencias. Anhelaba el encuentro con la persona pero lo quiso realizar a través de categorías puramente objetivas, de objetos. Y él es consciente de ese anhelo, como expresa también muy simplemente cuando le cuenta su “ruptura” a Marcelo y a Chano. Esa conversación termina con cuatro frases muy explícitas:
- Marcelo: “Y, entonces ¿nada?”
- Santiago: “Nada…”
- Chano: “Pues, ¿qué querías?”
- Santiago: “¡Pues todo!”
Efectivamente, Santiago quería “todo” y se quedó con “nada”. En ese diálogo posiblemente Santiago esté pensando en que el “todo” se refiere a una relación sexual completa. Pero es todo un símbolo del anhelo de plenitud que cualquier ser humano busca en las relaciones personales. Y es una descripción exacta de lo que ocurre con los procesos que destruyen a la persona: te prometen “todo” y te quedas en “nada”.
Y Chano explota. Él sí se da cuenta de que están cosificando a Carmen, que están reduciendo a la mujer a un objeto, para su capricho y goce personal. Y se lo dice directamente. Les abronca por tratar así a las mujeres y les explica:
“¡Somos centinelas de su belleza y no explotadores de sus placeres! ¡Hay que cuidarlas! ¡Quererlas! ¡Respetarlas! Créanme: ¡salimos ganando!”
La “explotación de los placeres” es justamente la actitud con la que se trata a los objetos, que pueden manejarse, dominarse y disfrutar, que son medios para fines más elevados. Las mujeres, todas las personas, no pueden ser rebajadas a ese nivel, no son medios para ningún fin, sino que son fines en sí mismas. Hay que tratarlas con cuidado, cariño y respeto, actitudes que son propias de la persona, que se ajustan a la dignidad personal.
Tras ese luminoso discurso, Chano se va de la mesa en la que estaban preparando el juego, dejando a los chicos pensar en ello como “tarea” para casa.
b) Alejandra: las consecuencias de la pasión y el miedo frente a las inseguridades
La subtrama de Alejandra tiene dos partes encadenadas: en la primera parte, Alejandra se enreda en una relación con el profesor de literatura española, Héctor, quedando embarazada. Ese embarazo trastoca sus planes de vida y tendrá que afrontar el miedo ante el incierto futuro o bien buscar una seguridad (que sería falsa) en el aborto.
La primera parte de la subtrama de Alejandra es complementaria a la de Santiago. Si en la trama anterior el foco se pone en quien rebaja de nivel a la persona, cosificándola para sus propios fines, en ésta el foco se pone en quien ha sido rebajado y utilizado.
La relación entre Héctor y Alejandra se inicia también en la “fiesta del 15”. Sin ninguna palabra, las imágenes de Héctor y Alejandra se van intercalando a las de Santiago y Carmen, explicando todo lo que está ocurriendo entre el profesor y la alumna sin necesidad de diálogos. Pero el tipo de relación que sostienen queda mucho más explicitado posteriormente con una sencilla imagen: Alejandra entrando en el despacho de Héctor y este, con cara de triunfador, relame la cuchara de un yogur mientras cierra la puerta. Ese gesto con la cuchara es tan explícito que todos los espectadores nos damos cuenta de lo que está ocurriendo. Héctor activa y conscientemente está rebajando a Alejandra a mero instrumento para satisfacción de sus apetencias, puro disfrute y goce egoísta. Ha seducido a Alejandra para utilizarla en su propio beneficio. Por desgracia, Alejandra no se da cuenta. Alumna inteligente, brillante académicamente, está seguramente fascinada por la personalidad de su profesor y no es consciente del proceso de destrucción en el que se está viendo involucrada.
De esta relación es testigo Marcelo, secretamente enamorado de Alejandra, pero incapaz de expresar sus sentimientos. Casi en la sombra, este personaje, magnífico, es testigo de todo lo que Chano va mostrando a Santiago acerca de la relación con las mujeres y va asimilándolo. Chano se acerca a él a través de la música, dándole a escuchar a los “clásicos mexicanos” (Agustín Lara, etc.) de forma que, a través de la poesía de sus letras, Marcelo va aprendiendo lo que de verdad significa el amor.
El conflicto estalla cuando Alejandra descubre que está embarazada. En una secuencia brillante cinematográficamente, mientras de fondo se oye cantar el mariachi organizado por Marcelo para declararle sus sentimientos a Alejandra, se produce un plano largo que recorre la cama deshecha -¿jugando con que el espectador piense que la canción de Marcelo no está siendo escuchada porque Alejandra y Héctor están enceguecidos en el sexo?-, recorre la habitación vacía, muestra a Alejandra llorando -¿jugando con el espectador a que imagine los sentimientos encontrados de Alejandra?- hasta terminar enfocando un predictor, con resultado positivo, haciendo que el espectador súbitamente encaje todas las piezas del puzle de la escena.
Alejandra se enfrenta, pues, a un radical cambio de planes en su vida. Brillante, competitiva, aspiraba a un futuro profesional exitoso que, piensa, queda roto por un embarazo no deseado. El personaje de Alejandra se vuelve triste. Rechaza las alegrías y las pequeñas bellezas, como el regalo que le hace un mimo callejero para animarla, y busca en el aborto la solución, la vuelta atrás, el reposicionar sus planes. Claramente, Alejandra no se da cuenta de lo que está pensando. El aborto es aún más radicalmente envilecedor para la persona que la cosificación, porque le convierte, de hecho, en destructor de otra vida, de otra dignidad personal.
Cuando Alejandra se lo cuenta a Héctor, la solución que él ofrece es la misma: el aborto. Le ofrece sufragar los costes y, nuevamente, ejerciendo de manipulador, intenta dominar, dirigir interesadamente la conducta de Alejandra a fin de conseguir lo más conveniente para él. Y para ello no duda en mostrarle el secreto que ha ocultado a Alejandra: se pone su anillo de matrimonio y saca del cajón la foto de su mujer y su hijo. Arteramente, Héctor ha ocultado a Alejandra su situación vital. Ciertamente, para Héctor el matrimonio no debe significar nada especial, pues no ha sabido re-crear cotidianamente las promesas que se hicieron los esposos el día de su boda (eso es la fidelidad, al fin y al cabo) ni ha sido tampoco honesto con su familia, traicionándoles como padre y esposo. Pero queda ahora manifiestamente claro ante Alejandra que ella ha sido sólo un objeto para Héctor, alguien a quien utilizar para conseguir su placer.
En el ínterin, Chano sigue ayudando a los jóvenes con la preparación de la obra del Quijote. En un ensayo anterior les ha dado una máscara, para que se la pongan y se imaginen así que con ella pueden “ser lo que quieren ser”. Les da un símbolo como herramienta para hacerles comprender que pueden ser lo que quieran, rememorando el diálogo inicial con Pedro y su nieta. Ahora, en otro ensayo, Alejandra se quita la máscara, porque ya no es lo que quiere ser sino que debe afrontar quien es, su realidad, y les confiesa que está embarazada.
Y Chano explota. Él comprende que, como adulto, el profesor era mucho más consciente de lo que estaba pasando en la relación con Alejandra y la ha utilizado. Y Chano irrumpe violentamente en el despacho de Héctor y le da un puñetazo, acusándole de cobarde, por aprovecharse de alguien como Alejandra. Con un potente símbolo, se nos muestra otra consecuencia de la cobardía de Héctor: el marco de la foto de su familia se cae y se rompe el cristal, dando una imagen resquebrajada de su familia. Así es la cobardía, la infidelidad, la anulación de la vida densa y plena que se ha dado en Héctor. Su matrimonio, su familia, se ha roto, desvelando esa incapacidad de Héctor para el encuentro con el otro, para la fecundidad en el trato personal. Al moverse sólo en el nivel superficial sus relaciones personales, incluso las familiares, son frágiles, y terminan rompiéndose.
Tristemente no hay salvación para Héctor, que es relegado de sus funciones en la Universidad y desaparece de la trama en la película.
c) Eduardo: el proceso de destrucción por la seducción de las drogas y la esperanza en el afecto.
La subtrama de Eduardo está menos elaborada en la película. Chano apenas tiene diálogos con Eduardo, o Lalo, como le llaman sus amigos. Pero en la resolución de esta subtrama se ve que Chano ha ejercido una influencia benéfica en Lalo, ayudándole a descubrir lo valioso que hay en él.
Lalo se ve inmerso en un claro y típico proceso de destrucción, seducido por las drogas. En la “fiesta del 15” donde el director sitúa la “semilla” de todas las subtramas, vemos a Eduardo comenzar a consumir pastillas, e incluso a mezclarlas con alcohol, emborrachándose hasta caer al suelo. Lalo busca la alegría, pero la confunde con la artificial euforia de las drogas. Las drogas le van lanzando por una cuesta debajo de sensaciones, fascinado por la excitación creciente del consumo y de la sensación de dominio. No se nos muestra cómo se va produciendo ese desmoronamiento vital pero sí deducimos que Lalo se debe ver inmerso en problemas de dinero, se pelea en el bar donde trafican con la droga y termina siendo apaleado en la calle y conducido al hospital.
Allí, su madre en un bolsillo del pantalón de Lalo descubre las pastillas, encajando así lo que a su hijo le ha estado pasando y las causas de que esté ahora en el hospital.
“Enséñales a ayudar”: el compromiso con los grandes valores en El Estudiante
Las tres subtramas, los tres conflictos, han llevado a Chano a un estado de honda preocupación por sus jóvenes amigos. Ha estado intentando enseñarles la distinción entre dos modos de acercarse a la realidad, dos modos de vivir: a diferenciar entre vivir superficialmente o vivir la realidad hondamente. Pero la vida de estos chicos está complicándose: Santiago y Carmen han roto por no distinguir amor y pasión; Alejandra está embarazada y planteándose el aborto; y Lalo está en el hospital por involucrarse en el mundo de las drogas.
Entonces Alicia, su mujer, se desvela como “la guía del guía”, el soporte y apoyo de Chano, dándole una clave de discernimiento importante:
- Alicia: “¿De veras quieres ayudarlos?”
- Chano: “Claro que sí”
- Alicia: “¡Enséñalos a ayudar! Que vean más allá, que salgan de sí mismos. Enséñalos a querer.”
Alicia hace ver a Chano algo que, sin duda, él también sabe: es imposible mantener de manera estable una vida en tensión hacia la plenitud, una búsqueda constante del encuentro en las relaciones personales, una apertura generosa a las realidades hondas, si no estamos vinculados a realidades que nos trasciendan, que nos “saquen de nosotros mismos”. Es necesario estar comprometido radicalmente, íntimamente, con los grandes valores del amor, la bondad, la verdad, la justicia, la belleza, para poder orientar nuestra vida. Estos valores aportan una profundísima fecundidad para orientar nuestra vida adecuadamente, y son unos valores que no se pueden imponer desde fuera, sino que sólo son capaces de transfigurar nuestra vida, de llenarla de sentido, cuando participamos de ellos, cuando los experimentamos, cuando los hacemos nuestros, desde nuestro interior.
Por esta razón Alicia le dice eso a Chano y por esta razón Chano decide invitar a sus jóvenes amigos a vivir una experiencia de entrega, de compromiso, de generosidad: a los chicos se los lleva al hospital, a escuchar y ayudar con el pequeño concierto que un amigo suyo está preparando para su esposa, en coma en un hospital; a las chicas se los lleva a la residencia de ancianos, a ayudar a preparar la decoración navideña.
Los chicos, Marcelo y Santiago, son testigos así de lo que significa un amor vivido en el nivel personal, capaz de trascender la enfermedad, el dolor y el tiempo. Alejandra, por su lado, tiene la oportunidad de hablar con Alicia, quien le dedica unas frases preciosas y llenas de sentido:
- Alicia: “No tengas miedo”
- Alejandra: “Es que esto no estaba en mis planes”
- Alicia: “Si dejas nacer esa ilusión, vas a conocer una cara nueva del amor. Dar vida es la entrega que más vale la pena vivir, y sufrir…”
Con este precioso diálogo, Alicia le hace ver a Alejandra que ante ella se abre una oportunidad para vivir una vida plenamente creativa, luminosa y llena de sentido. Sólo con que decida abrirse, aceptar la realidad que le ha sido confiada. Es decir, sólo con que se vincule a esos grandes valores (el amor, la entrega), capaces de orientar nuestra vida.
Con el “y sufrir” de Alicia aún sonando, la película nos muestra también la evolución de la subtrama de Lalo. Eduardo abre los ojos y se encuentra con su madre, al pie de la cama. Lalo la llama, y su madre pronuncia sus únicas palabras en toda la película: “aquí estoy”. La madre de Lalo es el testimonio de una entrega generosa e incondicional como es el amor maternal y, además, ejemplifica así el fragmento de El Quijote que, muy acertadamente, el director había puesto en boca de Lalo cuando están declamando la obra por la calle: “requiere más valentía la misericordia que el castigo”. La madre simbolizará para Lalo el apoyo, el verdadero amor y entrega, que le rescata del proceso de destrucción en el que estaba sumido, le aporta esperanza y le ayuda a volver a elevarse al nivel de las realidades hondas, auténticas. El plano se cierra con Lalo musitando un “gracias”, aceptando la presencia de su madre y abriendo su corazón así a la esperanza y amor que, con una creatividad y valentía fuera de toda duda, le ofrece su madre.
Los jóvenes parece que han entendido esta verdad por la experiencia: que “el amor nace de un ideal”, que necesitan ese compromiso, esa apuesta por “lo que realmente quieren”, desde el nivel de los grandes valores, para poder orientar su vida en el nivel de la plenitud, de la autenticidad. Y así, la película va mostrando como los jóvenes van orientando su vida en ese nivel, aunque no les resulta fácil.
Santiago, meditando sobre el texto que le ha tocado declamar en la obra de teatro, habla con Chano sobre lo que significa vivir el amor, vivir el encuentro, vivir en el nivel de lo personal desde el compromiso con los grandes valores.
- “Dirás a la incomparable Dulcinea que su valiente caballero murió por acometer hazañas que lo hiciesen digno de poder llamarse suyo”
- “Chano…”
- “Al final, ¿sabes?, creo que eso es el amor. Hacer lo que tenemos que hacer para ser dignos del ser amado.”
- “Si pero ¿qué es lo que tenemos que hacer? Porque ¡debería ser mucho más fácil!”
- “Es mucho más fácil. Pero nosotros lo complicamos. Pensamos que amar es tener derechos pero la ironía del amor es que se funda en renuncias. Pensamos que amar nos legitima a tener, y nos olvidamos que amor es ceder, darse.”
Chano le muestra así, claramente, a Santiago la clave de orientación para poder establecer con Carmen una relación de amor verdadero, en el nivel personal, superando las relaciones cosificadoras de dominio y control que antes regían su modo de vivir. El secreto, la clave de orientación es la entrega, el “darse por completo”. Y Santiago lo comprende, pues tras una preciosa escena donde Santiago “sale de sí” para recuperar a Carmen, le confiesa que “me costó trabajo darme cuenta de que por ti vale la pena darse por completo”.
Marcelo parece haber escuchado el diálogo de Chano y Santiago. O quizá el testimonio del amor entre Chano y Alicia o entre el amigo de Chano y su mujer en coma le ha hecho reflexionar. El caso es que, por fin, se decide a declarar sus sentimientos a Alejandra.
- “Aquí estoy, Ale, y sólo quiero decirte que si me necesitas aquí estoy. (…) Quería decirte que te quiero, Ale”
- “Pero… ¿no te importa?”
- “¡No…! No… Me importas más tú…”
- “Marcelo, lo que pasa es que yo no sé si quiero tener un…”
- “¿Un amigo? Digo… un amigo es lo que necesitas. No, no te preocupes. Yo no te estoy pidiendo nada comprometedor. Yo sólo quiero que sepas que yo te puedo cuidar, Ale. Porque te quiero…”
En este bellísimo diálogo, Marcelo le demuestra a Alejandra que él quiere entregarse a ella, que está dispuesto a correr el riesgo de abrirse a una relación auténtica con ella. Riesgo, porque sabe que darse a los demás es un riesgo, porque hay dolor y sufrimiento. Pero ha aprendido, gracias a Chano, que “salen ganando” cuando se abre la vida a los grandes valores, al amor, al respeto, al cuidado, y que esos grandes valores son los que pueden mantenernos fielmente en el nivel de la hondura vital, en el nivel de la vida más plena.
“La última lección”: el ascenso a Dios.
Las tramas de estos jóvenes parece que se han cerrado. Chano, con la ayuda de El Quijote y la no menos importante guía de Alicia, ha conseguido mostrarles lo enriquecedora, lo luminosa, lo llena de sentido que resulta una vida vivida en el nivel de la realidad honda, personal, orientada por el compromiso con los grandes valores. Santiago ha comprendido la belleza de las relaciones afectivas vividas desde la hondura existencial, con Carmen. Alejandra, aunque no se dice explícitamente, se nos sugiere que ha decidido no abortar (al final de la película se verá explícitamente que no abortó) y se encuentra con Marcelo, otro héroe dispuesto a lanzarse a la bellísima aventura de las relaciones personales desde la creatividad y el respeto a lo que ser humano es verdaderamente. Lalo encuentra en el amor de su madre el apoyo que necesita para reorientar su vida y escapar del proceso de destrucción en el que ha caído. Pero falta aún cerrar una trama más: la de Chano.
En la película Chano ha enseñado a los chicos a transfigurar su vida, mostrándoles la plenitud de la vida orientada desde el compromiso, la entrega, a los grandes valores que configuran la realidad. Y esta transfiguración se puede vivir simplemente desde una perspectiva humana, se puede descubrir todo esto conociendo sólo la antropología, el corazón del ser humano. Pero el compromiso con los grandes valores, la vinculación radical al amor, al bien, a la entrega, a la unidad, puede resquebrajarse cuando no nos sentimos religados, vinculados, a un Ser que no cambia, que trasciende la realidad porque Él la hizo, y que constituye la encarnación perfecta de esos grandes valores. La fundamentación última, radical, absoluta del compromiso con los valores sólo se puede dar en un nivel más elevado, el nivel teológico, la realidad de la fe en un Dios trascendente. Sólo Dios puede, en última instancia, ser el fundamento real de los grandes valores. Y si es cierto que los valores sólo se descubren al participar de ellos, también es cierto que a Dios sólo se le puede descubrir por la vía del testimonio. Testimonio de que, ante la quiebra de la vida, sólo Dios puede sostenernos; sólo Dios puede darnos esperanza de que la verdadera vida está por llegar.
La película nos muestra también esta escalada a Dios a través de un camino muy humano. Es común explicar que a Dios se le encuentra más fácilmente en los “momentos cumbre”, de dolor o de alegría. Y, de entre estos, suelen ser los momentos de dolor los que con más frecuencia conmocionan la vida, nos enfrentan a las grandes preguntas y nos despierta a la posibilidad de Su existencia. El film elige pues un momento de dolor para enseñarnos el secreto último de Chano, aquello que le ha permitido vivir de manera estable en el nivel de lo personal, íntimamente comprometido con los valores. El secreto último de Chano es su fe.
Ante la muerte inesperada de Alicia, Chano debe buscar consuelo y soporte en la fe. Chano tiene esperanza en la vida eterna, en una vida más real que la realidad (“Tu abu ya despertó. Somos nosotros los que estamos soñando”). Pero le va a llevar mucho tiempo reordenar su vida ante la pérdida de quien ha sido su columna, su apoyo, su compañera en la bellísima aventura de la vida creativa (“¿Cómo desacostumbrarme a la bella costumbre de tu compañía?” dice Chano, en una frase tomada de San Agustín, aunque sin citar al santo). Durante ese periodo de duelo, de distancia de todos, Chano recibe las cartas de sus amigos, que le van contando cómo van saliendo adelante: el embarazo de Alejandra, el noviazgo de Santiago y Carmen, el amor naciente entre Alejandra y Marcelo, y Lalo asistiendo a grupos de terapia. Ahora son ellos los que acompañan a Chano, los que le van haciendo ver cuánto ha significado para ellos conocerle. Finalmente, es la nieta la que le hace ver que se está encerrando en su dolor, que se está alejando insanamente de la realidad (“Yo te extraño a ti, abu”).
Chano termina por comprender que su mujer ya ha terminado su tarea, pero que Dios a él le debe aún pedir algo más, puesto que no le ha llamado a Su presencia. Y que, hasta entonces, Alicia va a seguir a su lado (“Me dejaste, pero ¡cómo se nota que no me abandonaste!”).
Este ascenso a Dios es posiblemente el que menos claramente esté explicado en esta película. No hay duda de que el director quería llegar a él y mostrar la escalada completa en la realidad, desde el nivel de los objetos hasta el nivel de Dios. Pero el testimonio de la fe, de la riqueza de la vida desde la confianza en Dios, como fundamento de los valores que orientan la vida hacia su plenitud, no queda tan definido, tan claro, como los niveles anteriores. Aunque, ciertamente, está presente en el film. Es, quizá, trabajo de un buen cinefórum sacarlo a la luz.
Conclusión. “Aquí uno aprende…”
Se entiende ahora, tras este largo recorrido, que considere que el tema de la película El Estudiante es mostrar la diferencia entre vivir hondamente la realidad, vivir la vida en profundidad, y vivir en el nivel de la superficialidad, así como la necesidad de seguir ascendiendo en la escala de la realidad para poder llevar una vida plena, creativa, llena de sentido, fecunda; en síntesis, feliz.
El film termina con el discurso que Alejandra da a los estudiantes en el inicio del curso, volvemos a estar en agosto, mes de inicio de curso en México. Es un discurso precioso donde muestra el recorrido que los personajes de esta película han realizado.
«En la Universidad de Guanajuato se entiende el significado de compromiso, y se asume con responsabilidad…
Aquí uno aprende el significado de ser un estudiante, aprende que el estudiante es alguien que nunca deja de aprender y también deja que le enseñen.
Aprende que el amor es renuncia y no un capricho, sino una dulce y total entrega.
Aprende que no importa las veces que te caigas y toques fondo, sino las veces que te vas a levantar.
Aprende que no importa que el camino te de miedo, aprende que el camino hay que cruzarlo con valentía y en ese camino, uno se encuentra con héroes, héroes que son generosos y dan todo por otros.
Y también, se encuentra con estudiantes, bueno más que estudiantes, amigos, que le enseñan a uno que hay que hacer las cosas por sí mismo, y le enseñan que hay que vivir la vida con valor, con amor, con respeto y con pasión.”
El film termina con el abrazo emocionado de los personajes y un último gesto precioso de agradecimiento a Chano y a Alicia, que les han mostrado el camino a la vida creativa: el nombre elegido para la niña de Alejandra ha sido “Alicia”.
El epílogo nos muestra que Chano ha comprendido su última lección: Chano vuelve a clase, a la universidad, más que dispuesto a seguir enseñando a quien le rodea la belleza, la luz, la energía que se alcanza cuando se vive la vida en el nivel de la creatividad, el nivel de la hondura.
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[1] J. M. CAPARRÓS LERA. “Guía del Espectador de Cine”, (Alianza. Madrid, 2007)
[2] P. ej. “El secuestro del lenguaje: tácticas de manipulación del hombre”, Asociación para el Progreso de las Ciencias Humanas, 1987.
[3] C.S. LEWIS, “Los cuatro amores” (Rialp, Madrid 2000) 77