Shtisel (Temporadas 1 y 2)

Gabriel Sales

Licenciado en Periodismo, Máster en Comunicación y Branding Digital, Máster en Matrimonio y Familia y Máster en la Unión Europea. Apasionado comunicador y crítico de cine, personalista practicante y absoluto seguidor del séptimo arte más reflexivo. Cada película es una ventana hacia nuevas perspectivas y emociones, no subestimemos las historias que retan nuestro acomodo mental.

Esta producción nos hace participar de la vida de los miembros de una familia judía ultraortodoxa en Israel, con todo lo que eso conlleva. Shtisel ejemplifica con maestría las luces y las sombras del pueblo elegido que sigue caminando bajo la Ley más exigente de un Dios duro a la par que misericordioso.

La realidad de la religión hebrea es la más compleja de todas, y su representación en una pantalla está al alcance de muy pocas sensibilidades. Zingman es israelí y consigue su propósito de dar a conocer cómo vive una familia judía con fe en los tiempos actuales. Se nota su buen trato a la apasionante verdad escondida en el corazón de este pueblo.

La historia gira alrededor del patriarca y padre de la familia Shtisel, Shulem, al que da vida el veterano Dov Glickman, y de su hijo menor Akiva (Michael Aloni), joven artista que comulga con las costumbres religiosas a la vez que esconde sueños personales no tan bien vistos por los suyos.

Los protagonistas van embarcándose en una serie de momentos que les depararán conflictos internos y también sociales, y es precisamente ahí donde la serie consigue cautivarte. Ves respeto por las normas, pero también el absurdo de su cumplimento cuando no hay una comunión plena con su esencia. Los personajes rebosan realismo, humanidad y también devoción por su salvación.

Un rápido y superficial vistazo no permite apreciar la grandeza de Shtisel, uno puede quedarse con una liviana descripción de gente extraña de arcaica mentalidad y freno a la modernidad. Pero es todo lo contrario, si te adentras en su mundo, puedes aprender muchísimo de un pueblo que camina unido hacia la voluntad de Dios a través de situaciones muy humanas y corrientes, en las que cada persona deberá decidir como cualquier otra entre el bien y el mal, el deseo o el deber, el egoísmo o el sacrificio…

Como no podía ser de otra manera con este género, el ritmo de la cinta es pausado, pero el desarrollo dramático de las tramas es intensísimo. No solo suceden acontecimientos cruciales en sus vidas, también se pueden apreciar pequeños detalles hermosísimos como el amor de una madre por sus hijos, la obediencia de los mismos, la transmisión de la fe, la mirada limpia de un padre…toda una serie de situaciones que ofrecen mucho al televidente.

Como espectador puedes encontrarte personalmente con cada figura, empatizar con ella, compartir sus propias metas e incluso justificar sus pecados. Desde el niño hasta el anciano, todo el elenco está magnífico y colabora en el resultado final, una pieza de gran factura que pueden disfrutar tanto judíos y cristianos, conocedores de las costumbres y la profesión de fe más profunda, como los agnósticos y ateos que solo quieran contemplar una obra maestra del costumbrismo religioso