Vidas pasadas | Amistad y amor con acento coreano

José Martín Goenaga

Cinéfilo por afición, me gusta seguir de cerca la actualidad cinematográfica para comprender mejor a la sociedad actual y valorar la idea que esta transmite sobre la persona humana y sus circunstancias.

Vidas pasadas (Past lives) es la opera prima de la directora surcoreana-canadiense Celine Song. Aunque ella nació en Corea del Sur, a los 12 años se mudó con sus padres, ambos artistas, a Canadá. Su padre, Song Neung-han, es cineasta. Más tarde ella estudió escritura teatral en la Universidad de Columbia en Nueva York. Y en 2016 se casó con el guionista y escritor norteamericano Justin Kuritzkes. Y cuento esto porque la película tiene mucho que ver con su biografía personal, lo que le da un aire de relato verdadero y experimentado en el plano personal.

“Vidas pasadas” es la historia de dos niños (Nora y Hae Sung) que crecen juntos en su ciudad natal de Corea del Sur y que, ya de pequeños, empiezan a hacer muy buena amistad y a gustarse mutuamente. Pero las circunstancias hacen que Nora se tenga que mudar con su familia a Canadá por el trabajo de sus padres, artistas escritores teatrales ambos. Y en ese momento se separan las vidas de una y otro. Años más tarde, Hae Sung intenta volver a contactar con ella a través de una red social y, tras unos meses, el mensaje llega a Nora, que accede a volver a ponerse en contacto con su amigo de la infancia.

De aquí en adelante, la historia se va desarrollando a distancia y cada uno va tomando sus propias decisiones sobre la relación. Esto hará que las vidas de cada uno vuelvan a tomar distintos caminos pero que años más tarde, por iniciativa de Hae Sung, vuelvan a encontrarse, esta vez cara a cara, en Nueva York, ciudad donde se ha establecido Nora tras estudiar allí escritura teatral y casarse con un escritor norteamericano. Como se puede imaginar, el reencuentro tras varias décadas sin verse, está lleno de emotividad y significado, pero las circunstancias son ahora distintas y es con esos sentimientos y realidades con las que se deben enfrentar ambos durante las pocas horas que pueden estar juntos en la ciudad.

Como buena película de factura coreana, brillan las miradas, los silencios y una relación que dice más con los gestos que con las palabras. Los actores consiguen transmitir esos sentimientos que surgen entre dos personas que se conocen y que se han querido, y que vuelven a reencontrarse años después. Y logran trasladar al espectador esa tensión entre la amistad y el amor de pareja que no siempre es fácil de gestionar. La calidad humana de los personajes, y el uso de la banda sonora y de la fotografía para transmitir cada uno de los momentos que viven Nora y Hae Sung, hacen que el público se mantenga en agradable tensión durante cada segundo que dura el metraje.

“Vidas pasadas” es una oda al amor y a la amistad verdadera y sincera, un reflejo de las diferencias culturales entre dos países y continentes distintos, entre dos modos de afrontar la vida, que pueden llegar a entenderse y a quererse por encima de esas diferencias (y ahora hago referencia a la relación entre Nora y su marido, y la riqueza y amor que se da en ella). En definitiva, un film precioso y delicioso, de esos que dejan poso, y del bueno. Esperemos que le lluevan reconocimientos a raudales a esta opera prima de una directora que no ha hecho más que empezar su prometedora carrera en el séptimo arte.