Los que ya peinamos algunas canas y tenemos cierta edad superando la cuarentena podemos recordar el estreno de una de las mejores películas de Steven Spielberg y, en general, del séptimo arte: Jurassic Park, de 1993.
La película fue un auténtico triunfo de crítica y público y elevó al Rey Midas de Hollywood a la categoría de valor seguro, aún más de lo que era. Pero sería injusto ignorar a uno de los máximos responsables de su éxito: el guionista David Koepp, quien supo plantear y desarrollar temas muy interesantes y de una forma muy inteligente.
Dejando de lado lo bien que se siguen viendo los dinosaurios en la pantalla a pesar del paso de los años, aprovechando la nueva entrega Jurassic World: El renacer, por cieto muy entretenida y recomendable, en este artículo nos centraremos en los mensajes que Koepp y Spielberg pusieron en el filme. De esta forma nos daremos cuenta de que Jurassic Park es una película que alaba la vida desde su inicio, la concepción, y que además critica fuertemente a los que intentan hacer negocio con ella y llevarla a cabo fuera de un orden natural. O dicho de otra forma, a los que comercian con métodos como la inseminación artificial y o la fecundación in vitro.
Tras una presentación sencillamente sublime con un velociraptor al que no llegamos a ver entero en ningún momento pero podemos escuchar y atisbar un fragmento de su morro, empezamos con lo realmente interesante a nivel guion: el multimillonario John Hammond (Richard Attenborough) invita a Alan Grant (paleontólogo y experto en dinosaurios, especializado en velociraptores, encarnado por Sam Neill) y a Ellie Sattler (paleobotánica, encarnada por Laura Dern) a su “parque hecho a su medida”. Una vez allí, en compañía también del matemático Ian Malcolm (Jeff Goldblum), descubren la sorprendente realidad: “Lo ha conseguido, ese loco hijo de p… lo ha conseguido”, como bien describe Malcolm, nada más y nada menos que traer de vuelta a los dinosaurios. Esta revelación causa una primera reacción llena de alegría a los expertos, reacción que pronto pasa a ser de miedo y hasta indignación, sobre todo en Malcolm.
Los primeros argumentos, brillantemente expuestos gracias a unas frases bien escritas por Koepp (¡qué buen guionista es!), los expone el matemático:
Malcolm: “John, el tipo de control al que usted aspira… no es de ningún modo posible. Si algo nos ha enseñado la historia de la evolución es que la vida no puede contenerse, la vida se libera, se extiende a través de nuevos territorios y rompe las barreras dolorosamente, incluso peligrosamente… pero así es”.
Henry (científico): “¿Quiere decir que un grupo compuesto enteramente por animales hembras puede… procrear?”
Malcolm: “No, digo sencillamente que la vida… se abre camino”.
En la isla todo se basa en un supuesto control absoluto: los animales son hembras, y los creadores creen que tienen ese control absoluto, es decir, una especie de dioses. Posteriormente cuando han visto la celda del velociraptor (nuevamente no se les ven pero sus sonidos ya asustan) y son llevados a comer tiene lugar una de las conversaciones más importantes que dejan claro el tema de la película.
Malcolm: “La falta de humildad ante la naturaleza que se demuestra aquí… me deja atónito”.
Donald Gennaro, abogado: “Gracias doctor Malcolm pero creo que las cosas son distintas de lo que usted y yo temíamos”.
Malcolm: “Desde luego, son peores”.
D.G.: “Oiga, espere un momento, no hemos visto el parque todavía”.
Hammond: “No no no, Donald, Donald, déjele hablar, no hay razón para… quiero oír todos los puntos de vista”.
Malcolm: “Sí, ¿no ve el peligro inherente a lo que ha creado aquí? El poder genético es la mayor fuerza del planeta pero usted lo esgrime como el niño que ha encontrado el revólver de su padre. Le diré cuál es el problema que plantea el poder genético que están utilizando aquí. No les costó ninguna disciplina adquirirlo. Leyeron lo que hicieron otros y dieron el paso siguiente, no adquirieron ese conocimiento así que no asumen ninguna responsabilidad por ello. Se alzaron sobre los hombros de genios para conseguir algo lo antes posible y, sin saber siquiera lo que tenían, lo patentaron, lo envolvieron, lo metieron en una caja y ahora lo están vendiendo. ¿Quieren venderlo? ¡Pues bien!”
Hammond: “Creo que es usted injusto con nosotros, nuestros científicos han conseguido lo que nadie ha conseguido hasta ahora”.
Malcolm: “Sí, sí pero a ellos les preocupaba tanto si podían o no hacerlo que no se pararon a pensar si debían”.
Hammond: “El cóndor. El cóndor está a punto de extinguirse. Si yo creara una bandada de cóndores en esta isla usted no objetaría nada”.
Malcolm: “Un momento, no, no hablamos de una especie destruida por la deforestación o por la construcción de una presa. Los dinosaurios tuvieron su oportunidad y la naturaleza los seleccionó para su extinción”.
Hammond: “Sencillamente, no entiendo una actitud tan retrógrada, sobre todo en un científico, pero, ¿cómo podemos hallarnos ante el umbral de un descubrimiento y no actuar?”
Malcolm: “¿Y qué hay de bueno en los descubrimientos? Son actos violentos de penetración que hiere lo que explora. Lo que usted llama descubrimiento… es una violación del mundo natural”.
Este diálogo y el anterior son esclarecedores. Y una de las frases más importantes está ahí: “A ellos les preocupaba tanto si podían o no hacerlo que no se pararon a pensar si debían”. Crear vida será una posibilidad, pero el hecho de poder hacerlo no significa que se deba hacer. Y de ahí la fuerte crítica a querer ser dioses, a querer crear y destruir vidas sin más miramiento, y sobre todo a querer hacer dinero con ello, golpe en la línea de flotación a técnicas de reproducción asistida que no tienen en cuenta la dignidad de la persona, como la inseminación artificial o la fecundación in vitro, especialmente dañina y nefasta esta última por suponer la destrucción, por el camino, de varios embriones, es decir, la muerte de seres humanos.
Los siguientes diálogos son sobre el impacto que pueden tener los dinosaurios en un planeta que ya no dominan ellos sino el hombre, por lo que los omitiremos por no ser sobre el tema de este artículo.
Tras el desastre en la isla provocado por la traición de Nedry y el escape de los dinosaurios, Ellie logra llegar al centro de mando y mantiene una fuerte charla con Hammond sobre lo que ha pasado y la pérdida de control del sitio:
Hammond: “En este lugar quería mostrar algo que no fuera una ilusión, algo que fuera real, algo que pudieran… ver y tocar… una idea no desprovista de mérito”.
Ellie: “Pero esto no es solo una idea John, esto hay que sentirlo”.
Hammond: “Tiene razón, tiene toda la razón. Contratar a Nedry fue un error, eso es evidente, dependemos demasiado de la automatización, ahora lo veo, pero todo se puede corregir la próxima vez. La creación es un acto de pura voluntad. La próxima vez será perfecto”.
Ellie: “Seguirá siendo un circo de pulgas, todo es una ilusión”.
Hammond: “Cuando recuperemos el control…”
Ellie: “¡Nunca tuvo el control, esa es la ilusión! ¡A mí me sobrecogió la fuerza de este lugar, pero también me equivoqué, no respeté esa fuerza lo bastante y ahora se ha desbordado! Ya solo importa una cosa: las personas que queremos. Alan, Lex y Tim… John están ahí afuera donde otros han muerto”.
Cuando no te tomas en serio la vida y todo lo que ella implica y te crees un dios, las cosas se pueden torcer y puedes tener problemas muy serios.
El otro asunto trascendental de la película, tocado antes, es que “la vida se abre camino”. Grant, tras sobrevivir con Lex y Tim, los nietos de Hammond a un ataque del T-Rex, encuentra unos huevos de dinosaurio:
Grant: “¿Sabéis lo que es esto? Un huevo de dinosaurio, los dinosaurios están procreando”.
Tim: “Pero… el abuelo dijo que todos los dinosaurios eran chicas”.
Grant: “ADN de anfibios… veréis, en la película que vimos decían que habían usado ADN de rana para completar la secuencia genética. Mutaron el código genético del dinosaurio y lo mezclaron con el de las ranas. Ahora se sabe que algunas ranas de África Occidental cambian de sexo espontáneamente del masculino al femenino en un entorno de sexo único… Malcolm tenía razón, fijaos… la vida se abre camino”.
Evidentemente el rigor científico de la afirmación de las ranas es una cuestión aparte, lo importante es que de una forma metafórica se nos explica que la vida siempre encuentra el camino de seguir adelante, gracias a lo cual nosotros estamos aquí.
Jurassic Park es una denuncia en toda regla a las prácticas más que cuestionables de algunas personas y, por supuesto, de muchas corporaciones que se creen con el derecho a crear vida autoconvenciéndose de que es para bien, es decir, afirmando que el fin justifica los medios. Si es crear vida, es para bien, aunque el fin último sea cuestionable. Y si por el camino se pueden lucrar, pues aún mejor.
Para el creyente la vida la da y la quita Dios y solo Dios debe tener esa potestad. El no creyente debe respetar que el inicio está en la concepción y que la terminación de la vida debe ser natural, sin inducirla de forma artificial. Pero bajo ningún concepto se debe crear vida artificialmente ya que esa no es una potestad del ser humano sino cuidarla y protegerla, y que quienes lo hacen o intentan hacerlo están violentando gravemente la Ley Natural y jugando a ser Dios, y es aún peor cuando lo hacen con motivos económicos, no digamos ya si es usando esa vida para investigaciones científicas sin dar la oportunidad a la persona de dar su consentimiento. Evidentemente investigar con la vida ya creada, como la de un ser humano mayor de edad, que ha dado su consentimiento para estudiar con muestras suyas, es perfectamente legítimo, pero en ningún caso con embriones ni con muestras de menores de edad si sus padres no han dado el visto bueno.
Si bien es cierto que Jurassic Park no se mete en temas divinos, fácilmente se puede extrapolar que sus fuertes críticas a la forma en que crean dinosaurios se pueden aplicar a métodos como la inseminación artificial o la fecundación in vitro así como la investigación con células madre embrionarias.