Perplejidad es la sensación más habitual que queda en el espectador que acaba de visionar Vivarium, una de esas películas cuya complejidad puede dejar la sensación de que no se ha entendido nada y con la necesidad de acudir a Internet para poder comprender un guión muy trabajado, pero poco convencional. Y es que Vivarium, con una trama calificada de thriller, nos cuenta una historia en clave, una alegoría que esconde una realidad que la sociedad, en general, no quiere ver.
(Atención: Este artículo presupone que has visto «Vivarium» o que no te importa que te desvelen detalles del argumento. El texto contiene ‘spoilers’ de toda la trama de «Vivarium».)
Empecemos por la trama. El film, dirigido por Lorcan Finnegan, muestra una joven pareja, Gemma (Imogen Poods) y Tom (Jesse Eisenberg) que buscan una casa para vivir –el símbolo primordial con el que se inicia la formación de una familia–. Para ello acuden a una inmobiliaria donde son atendidos por un extraño dependiente, que los acompaña a una urbanización donde todas las casas son idénticas. Allí el dependiente desaparece y, cuando los protagonistas intentan salir de la urbanización, se dan cuenta de que están atrapados y todos los caminos que recorren les llevan al mismo lugar: La casa número 9.
A partir de entonces empieza la pesadilla de la pareja, que se ve obligada a vivir atrapada en una especie de cárcel en la que, teniendo de todo, no pueden disfrutar de nada.
Misteriosas cajas aparecen frente a la puerta con comida aparentemente deliciosa, pero sin sabor a nada. La casa tiene todas las comodidades que cualquier familia puede desear, pero Gemma y Tom no pueden disfrutar de un lugar que los mantiene atrapados. La urbanización está llena de casas, pero no hay ningún vecino con quien poder relacionarse. Incluso reciben el regalo más deseado de una pareja: un bebé… Y aquí es donde empieza el distanciamiento entre los dos.
Gemma, sin quererlo y casi sin darse cuenta, se inicia en el rol de madre y acaba haciéndose cargo de un niño –que crece de forma intemporal– grosero y maleducado que exige a gritos ser alimentado. Tom, por su parte, se aleja del “entorno familiar” para dedicarse a la búsqueda de una salida de aquel horrible lugar. Ése será su trabajo, una labor yerma que le tendrá absorto hasta el final de su vida.
¿Qué significado tiene la película?
¿Quién ha secuestrado a la pareja? ¿Quién les obliga a vivir así? ¿Los extraterrestres los han abducido y están experimentando con ellos? La primera escena del principio de Vivarium nos puede dar esta última idea. Un nido de polluelos en el que hay un cuco ajeno a la especie, que consigue deshacerse de las crías legítimas para que la madre lo alimente exclusivamente a él (el cuco es una especie parasitaria que coloca sus huevos en nidos de otras especies). Y al finalizar la película podemos quedarnos con esta visión: Los extraterrestres utilizan a la pareja para que les críe su vástago. Es una opción.
Pero Vivarium tiene otro sentido más terrorífico por ser precisamente más real. La vida de muchas parejas que, en el afán de querer formar una familia, en el deseo de tener una estabilidad económica, y en el anhelo de intentar dar de todo a los hijos –empezando por una casa que a duras penas se puede pagar – se inician en un círculo vicioso donde el trabajo –imprescindible para pagar todo aquello de lo que no se tiene tiempo de disfrutar–, los quehaceres cotidianos y los hijos absorben de tal manera que dan paso a una soledad y una frustración personales de las que es muy difícil salir.
La compleja situación hace casi inevitable el alejamiento entre la pareja que había soñado con una vida ideal pero que, de pronto, se encuentra inmersa en una realidad que es todo lo contrario. Cada uno vive su vida en soledad.
También las dificultades en las relaciones paternofiliales se ponen de manifiesto en la película cuando la protagonista intenta leer el libro del “hijo” ya crecido. Ella intenta acercarse a él, entenderlo, pero no puede comprender nada de lo que pone. Para ella es un lenguaje desconocido.
Y tal situación no afecta sólo a una pareja en concreto. En el transcurso de la película Gemma descubre que otras parejas están pasando y han pasado –el concepto espaciotiempo es confuso durante todo el film– por el mismo calvario que ellos.
Una vida poco valorada
Y ¿qué llega después de una vida de sacrificio, trabajo y soledad? La muerte. «¿Qué hace una madre después de preparar a su hijo para salir al mundo?… Muere…» Así lo expresa el supuesto hijo a su madre, quien, una vez preparado para iniciarse en el mundo adulto, entierra a la pareja sin mostrar ningún tipo de tristeza o pena.
Lo mismo pasa en el mundo laboral cuando, al final de la película, el antiguo vendedor de la inmobiliaria es reemplazado sin ningún escrúpulo –doblado como un trapo en un cajón–, por el nuevo trabajador. Una escena alegórica sobre la jubilación. La nueva generación sustituye a la anterior sin ningún tipo de agradecimiento. Ya no sirves, ya no vales… Eres un despojo.
Vivarium es thriller que bien puede ser calificado de “terror psicológico”, pues plantea la realidad en la que, sin darse cuenta, caen muchas familias: una vida llena de responsabilidades, cargas y obligaciones –autoimpuestas en su mayoría– que provocan un alejamiento progresivo entre los seres más queridos. Un estilo de vida que, siendo realistas, nadie quiere tener, pero en el que muchas familias acaban atrapadas.