Seguramente casi todo el mundo asocia el nombre Robert De Niro con la actuación, y con razón. Este titán del cine ha aparecido en más de 100 películas y su nombre ya es sinónimo de grandeza, sin embargo no todo el mundo sabe que De Niro es, además, un gran director y lo ha demostrado en dos películas: Una historia del Bronx, de 1993, y El buen pastor, de 2006. En este artículo nos centraremos en la primera, que fue su ópera prima.
Años 60. El gángster Sonny (Chazz Palminteri) es el rey del barrio del Bronx, donde vive el pequeño Calogero. Un tiroteo, presenciado por el niño, es el punto de partida de una duradera relación entre el gángster y el pequeño. Lorenzo Anello (De Niro), padre del chico y un honrado conductor de autobuses, desaprueba esta relación. A pesar de ello, el muchacho crece bajo la protección de los dos hombres, dividido entre su honradez natural y su fascinación por Sonny. Sin embargo, llegará un momento en el que Calogero (Lillo Brancato) no tendrá más remedio que tomar una decisión sobre el camino que debe seguir.
Lo primero que hay que anotar es que el debut de De Niro como director cuenta con guion de Chazz Palminteri, quien adapta su obra teatral, y ambos ejercen como coprotagonistas, algo que se nota ya que ambos están formidables y muy cómodos en sus papeles.
Evidentemente este artículo cuenta momentos muy importantes de la trama así como el final, por tanto recomendamos encarecidamente haber visto la película antes de leerlo.
De Niro y Palminteri cuentan muchas cosas muy interesantes, imposible abarcarlas todas en un artículo de longitud media ya que haría falta un libro entero para desgranarlo como se merece. Por ello nos centraremos en la puesta en valor del trabajo honrado y esforzado: Calogero ve cómo su padre, cada día, conduce su autobús para ganarse el pan de cada día. Es trabajo duro, pero cada dólar ganado está limpio, ganado desde el respeto de los clientes que pagan por viajar. Sin embargo Sonny se mueve en un ambiente muy distinto, el del miedo, y sus ganancias suelen deberse a apuestas de dudosa legalidad. Él no conduce un autobús ni va a una oficina a aportar a la sociedad, se basa en su imponente presencia y el miedo que da a sus compañeros (no siempre amigos), su renombre, para sacar adelante el día a día. De ahí los tiras y aflojas cuando Calogero logra entrar en su círculo de confianza tras no delatarle por un asesinato. Primero le ofrecen trabajo a su padre con las apuestas ilegales, pero él lo rechaza y se lo comunica a su mujer, teniendo lugar un diálogo lleno de humanidad, cariño y complicidad:
Lorenzo: “Hoy me han ofrecido un trabajo (…) me pagarían 150 a la semana”.
Rosina: “¿150, y qué has dicho?”
Lorenzo: “¿Tú qué crees? Le he dicho que lo olvide, que yo no sirvo para eso… ¿qué pasa?”
Rosina: “No lo sé… 150… solo son apuestas”.
Lorenzo: “¿Crees que he hecho mal?”
Rosina: “No lo sé…”
Lorenzo: “Ya sabes lo que pasa con esos tipos, en cuanto te das cuenta andas metido en… qué sé yo…”
Rosina: “Quizás tengas razón”.
Lorenzo: “Ven aquí… ¿te arrepientes de haber acabado con un conductor de autobús?”
Rosina: “Me enamoré de tu uniforme”.
Lorenzo: “Ya…” (ambos ríen y se abrazan).
Más tarde las propinas a Calogero empiezan a ser habituales, quien las intenta ocultar a sus padres… hasta que las descubren:
Lorenzo: “¿Qué es esto?”
Calogero: “¿Qué es qué?”
Lorenzo: “¿De dónde lo has sacado? Tu madre lo encontró en un cajón”.
Calogero: “Son mis ahorros, papá”.
Lorenzo: “¿Cómo, 600 dólares, acaso te has convertido en neurocirujano?”
Rosina: “Dile a tu padre cómo los has conseguido”.
Calogero:” Trabajando, papá. En cosas…”
Lorenzo: “¿Qué significa cosas, qué cosas? No me mientas, cuéntame la verdad”.
Calogero: “Trabajando donde las apuestas y me dan propinas. Trabajo para Sonny y él le da propinas”.
Lorenzo: “Lo sabía”.
Rosina: ¿No te he dicho un millón de veces que no te acercaras al bar?
Lorenzo: “Ahora mismo vamos al bar a devolver el dinero”.
Rosina: “Espera, pensemos qué vamos a hacer”.
Lorenzo: “¿Qué hay que pensar, a qué viene eso?”
Rosina: “Ese dinero nos vendría muy bien, no lo hemos robado, podríamos quedárnoslo”.
Lorenzo: “No es eso, sabes muy bien de dónde procede, no quiero que mi hijo tenga dinero sucio”.
Lorenzo no se deja convencer por su mujer, quiere dinero limpio en su casa y así se lo hace saber a Sonny en una magnífica y tensísima escena:
Lorenzo: “No puedo aceptarlo”.
Sonny: “No es tuyo, se lo di a tu hijo por su trabajo”.
Lorenzo: “Exacto, mi hijo, y no quiero que se mezcle con vuestros manejos”.
Sonny: “Manejos, ¿a qué te refieres?”
Lorenzo: “No soy ningún imbécil, ¿de acuerdo? Por favor, no soy estúpido, ya sabes a qué me refiero, no te acerques a mi hijo, ¿de acuerdo?”
Sonny: “Eres un tipo decente y te respeto, además, somos vecinos, pero nunca vuelvas a hablarme así. Yo siempre le digo que estudie”.
Lorenzo: “No lo entiendes, no es lo que dices, es lo que él ve: trajes caros, coches, dinero, el ambiente… no le veo la gracia a que tu hijo de 9 años tenga más dinero que tú”.
Sonny: “Te ofrecí trabajo y lo rechazaste”.
Lorenzo: “Y no me arrepiento de ello, por favor deja en paz a mi hijo”.
Sonny: “¡Eh!, ¿no te das cuenta de que le trato como si fuera mi propio hijo?”
Lorenzo: “No es tu hijo, es mi hijo”.
Sonny: “¿Cómo?”
Lorenzo: “Es mi hijo”.
Sonny: “Lárgate de aquí”.
Lorenzo: “No te tengo miedo”.
Sonny: “Haces mal”.
Lorenzo: “Te conozco muy bien y sé de lo que eres capaz, jamás se me ocurriría cruzarme en tu camino, pero esta vez te has equivocado Sonny, no puedes meterte en la familia de los demás, es mi hijo, no el tuyo”.
Sonny: “¿Qué harás, pegarme?”
Lorenzo: “Deja en paz a mi hijo, no te tengo miedo”.
Tras devolver el dinero hay una discusión con su hijo y unas frases esenciales:
Calogero: “Sonny tiene razón, los obreros son todos unos pringados”
Lorenzo: “Se equivoca, no hace falta valor para apretar un gatillo, pero sí para madrugar cada día y vivir de tu trabajo, habría que ver a Sonny, entonces veríamos quién es más duro, el obrero es el auténtico tipo duro, tu padre es el tipo duro”.
Calogero: “Pero todo el mundo le quiere, igual que a ti en el autobús, es lo mismo”.
Lorenzo: “No hijo, no es lo mismo, a Sonny no le quieren, le tienen miedo, es muy distinto. Lo entenderás cuando seas mayor”.
Y esto nos lleva directamente a una pregunta, la cual hace Calogero a Sonny:
Calogero: “¿Es mejor que te teman o que te quieran?”
Sonny: “Buena pregunta… lo mejor sería una mezcla, pero eso es difícil. Aunque puestos a elegir, prefiero que me teman, el miedo dura más tiempo que el amor, las amistades que se compran no valen nada. Tú ya lo has visto, si hago un chiste todo el mundo se ríe, sé que soy gracioso pero no tanto, el temor les mantiene fieles a mí, el truco está en que no te odien, por eso trato bien a mi gente pero no demasiado porque dejarían de necesitarme, les doy lo justo para que me necesiten sin llegar a odiarme, no lo olvides nunca”.
La visión de Sonny corresponde a la de la mafia, donde el amor no vale nada. Él gana dinero por sus chanchullos, mucho dinero sí, y es un camino rápido, pero no es dinero legal y siempre está en el filo de la navaja. Los caminos rápidos son muy atractivos porque parece que logras más y más fácilmente que con el duro, esto es, el trabajo honrado que normalmente te da menos dinero y es mucho más difícil de lograr. Sonny le dice a Calogero que siempre tenga “dos educaciones, la de la calle y la de la escuela”, lo que a Calogero le vale para ser respetado por los demás ya que es amigo de Sonny, sin embargo también se da cuenta de que vivir con las normas de la calle muchas veces implica peligros de los que debe alejarse.
Lorenzo siempre intenta convencerle de que no frecuente la compañía de Sonny, ¿por qué? No es por odio ni mucho menos, y en el clímax, cuando el mafioso ha muerto y padre e hijo acuden al velatorio, se descubre la verdad en palabras de Lorenzo: “Sonny gracias por haber salvado la vida de mi hijo (referencia a otros eventos en el filme), yo nunca te odié solo que… me enfurecía que contigo se hiciera mayor antes de tiempo. Que Dios se apiade de tu alma”.
Su desenlace es coherente con su ideología, sobre todo teniendo en cuenta lo que hizo al principio del filme, mientras que Lorenzo se va con su hijo a seguir viviendo la vida que tienen.
En otro orden de cosas, merece la pena destacar una maravillosa imagen del catolicismo. La familia de Calogero es católica y, cuando él va en bus con su padre, primero Lorenzo y luego el niño se santiguan al pasar por delante de la iglesia. Pero sin duda la mejor frase llega después de la confesión de Calogero, una que resume a la perfección lo maravilloso del catolicismo: “Era estupendo ser católico y confesarse, podías empezar de cero cuando quisieras”. Por supuesto hace falta arrepentimiento e intención de no volver a pecar, pero la frase es, sencillamente, sublime, y expresa de forma inmejorable el milagro del perdón de Dios a los pecados.
Hemos dejado muchas cosas fuera porque no cabían en el artículo pero es una película con muchos mensajes muy interesantes que animamos a los lectores a recordar por sí mismos.