Octava película del director Jafar Panahi, quien ya tenía en su filmografía dos grandes obras: Fuera de juego (2006), sobre las mujeres que querían asistir a un partido de fútbol —prohibido para ellas en Irán—, y El círculo (2000).
La película trata de cómo, en un solo segundo, puede cambiarte la vida. El protagonista se encuentra por casualidad con un hombre que lo torturó en la cárcel. Lo sigue, lo secuestra y lo lleva al desierto para enterrarlo vivo. Pero surge la duda: ¿es realmente él? Poco a poco se suman más personajes que también fueron torturados, incluso una novia vestida de blanco que está preparando su boda. Así nace esta historia, casi filmada en plano secuencia.
La trama es muy interesante y aborda la venganza humana. En mi base de datos hay más de 300 películas sobre venganza y apenas 35 sobre el perdón. El film plantea una pregunta esencial: si te cruzas con quien te humilló y torturó, ¿qué harías? ¿Lo matas? ¿Y tu conciencia después? ¿Es el perdón la solución? Panahi juega magistralmente con estas tensiones entre sus personajes y el guion.
Entre el drama, el thriller y la comedia negra, la película retrata y denuncia la dictadura iraní. Incluye una brillante escena de humor negro, en la que unos policías corruptos piden dinero a los protagonistas; al no tener billetes, sacan un datáfono y les cobran con tarjeta.
Con buenas interpretaciones y un guion sólido, la película ganó en Cannes, aunque no estoy seguro de que lo mereciera: hay al menos tres títulos que podrían haber ganado y aun no se han estrenado. Cannes, de hecho, es cada año una desilusión; de las últimas 25 ediciones, solo siete lo merecieron realmente: El pianista (2002), Elephant (2003), La clase (2008), La cinta blanca (2009), La vida de Adèle (2013), Yo, Daniel Blake (2016) y Parásitos (2019).
Esta película entra en la lista de las 100 mejores de 2025, aunque no entre las 25 primeras, y figura también entre las 25 mejores de la historia del cine iraní.
Puntuación: 7 sobre 10.