Dirección: Mark Herman. Países: Reino Unido y USA. Año: 2008. Duración: 96 min. Género: Drama. Interpretación: Asa Butterfield, Vera Farmiga, David Thewlis, Jack Scanlon, Amber Beattie, Richard Johnson, Shelia Hancock, Rupert Friend, David Hayman, Jim Norton, Cara Horgan. Guión: John Boyne y Mark Herman; basado en la novela de John Boyne. Producción: David Heyman. Música: James Horner. Fotografía: Benoît Delhomme. Montaje: Michael Ellis. Diseño de producción: Martin Childs. Vestuario: Natalie Ward. Estreno en España: 26 Septiembre 2008 |
SINOPSIS
1942. Bruno, de ocho años, es el hijo de un oficial nazi. Al ascender a su padre, la familia se ve obligada a abandonar su confortable casa de Berlín y trasladarse a una zona aislada donde el solitario chico no tiene nada que hacer ni nadie con quien jugar. Muerto de aburrimiento y atraído por la curiosidad, Bruno hace caso omiso a lo que su madre le dice y traspasa su jardín camino hacia la “granja” que ha vislumbrado en la distancia. Allí conoce a Shmuel, un chico de su edad que vive una extraña y paralela existencia al otro lado de una alambrada. El encuentro de Bruno con el chico del pijama de rayas le lleva a adentrarse de la forma más inocente en el mundo de adultos que les rodea.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, La Gaceta]
En cine, como en literatura, una tentación es representar a los malvados desde una perspectiva maniquea, que subraye enfáticamente sus defectos y oculte tramposamente sus cualidades. Esa tendencia hacia la caricatura se vuelve siempre en contra de la obra fílmica o literaria, pues resta credibilidad a los personajes y, en consecuencia, a la propia entidad dramática y moral de la historia. De ahí que las mejores películas se hayan preocupado por mostrar los rasgos humanos de todos los personajes, también las virtudes de los malvados y los defectos de los héroes. Una decisión incómoda para el espectador, pues resulta más tranquilizador pensar que los malvados son monstruos y no seres humanos como cada hijo de vecino.
Durante años, al afrontar el nazismo y la II Guerra Mundial, numerosas novelas y películas han caído en ese grave defecto del maniqueísmo, generando así abundantes arquetipos sin matices ni capacidad real para conmocionar al lector o al espectador. En 1998 rompió un poco esa tendencia la película La vida es bella, del italiano Roberto Benigni, que miraba la cruel persecución nazi de los judíos desde la perspectiva inocente y hasta divertida de un crío. La película fue un éxito de público, aunque generó división de opiniones entre los críticos e historiadores; las mismas reacciones que generó en 2004 El hundimiento, del alemán Oliver Hirschbiegel, basada en los libros El hundimiento: Hitler y el final del Tercer Reich, de Joachim Fest, y Hasta el último momento: La secretaria de Hitler cuenta su vida, de Traudl Junge y Melissa Müller. En este caso, el punto de discusión, y de atractivo, fueron los rasgos profundamente humanos con que la película dibujó a Hitler y a muchos de sus lugartenientes en la recta final de la caída de Berlín.
En 2006, una novela destinada al público juvenil inició su recorrido triunfal por todo el mundo aunando la inocencia y el afán humanizador de esas dos películas citadas. Se trataba de El niño con el pijama a rayas, del irlandés John Boyne, ganadora de numerosos premios y que ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo. Se estrena ahora su versión fílmica, dirigida por el cineasta inglés Mark Herman, responsables de Tocando el viento y Little Voice, dos notables películas sociales con una agradable visión optimista de la vida
La acción de esta fábula moral se inicia en el Berlín de 1942. Allí vive Bruno, un imaginativo chaval de nueve años que desconoce totalmente la crueldad real del nazismo aunque su padre es oficial de las SS. Su pacífica existencia da un giro cuando su padre es ascendido y destinado al campo, a una supuesta granja agrícola. El inquieto y curioso Bruno descubre pronto que, en realidad, la granja es un campo de prisioneros, al que él mismo se escapa en secreto. Con la alambrada de por medio, se hace amigo de Shmuel, un chaval judío de su edad. Mientras tanto, la madre de Bruno también descubre que su marido no le ha dicho toda la verdad sobre ese siniestro lugar, del que emana un humo cada vez más fétido.
Bien interpretada y dirigida, la película recrea la novela con fidelidad y contundencia, de modo que ofrece un acercamiento emotivo a la espeluznante realidad de los campos de exterminio, muestra con ponderación el descubrimiento progresivo del horror nazi por parte de algunos alemanes y denuncia la trágica destrucción de la inocencia en toda una generación de niños. Sin embargo, pesa un poco el tono didáctico, esquemático y previsible del guión, heredado de la novela, que estaba destinada al público juvenil. De modo que el filme de Herman carece de la entrañable humanidad de La vida es bella, de la hondura de El noveno día o del vigor de La lista de Schindler, tres películas recientes sobre el Holocausto que sí han supuesto un verdadero cambio en el género.
El libro del irlandés John Boyne es uno los libros más vendidos y leídos desde su publicación el año pasado (2007). Con un millón de ejemplares vendidos en castellano y unos tres en total en todo el mundo, Boyne ha demostrado, como él mismo dice, que la inoncencia de un niño sigue conmoviendo a las personas. Precisamente, ésa es la novedad que aporta el autor y también la película dentro de la temática de la masacre contra los judíos: la visión del exterminio nazi desde el punto de vista de un niño de 8 años. El cine ha dado, y seguirá dando, muchas historias sobre el holocausto, dado que es una fuente inagotable de drama humano. Y en este caso, el drama, y con él los conflictos personales y políticos que entran en juego, así como los valores o contravalores humanos, no son pocos.
Rodada en Budapest (Hungría), y con guión y dirección de Mark Herman (“Tocando el viento”), la película consigue captar el sencillo espíritu del libro, gracias también a unas brillantes interpretaciones; y de modo especial la del natural y lleno de registros Asa Butterfield.
La música de James Horner completa una película que no aspira al verismo histórico (no hay muchas referencias cronológicas a acontecimientos o asuntos bélico-políticos), sino más bien -como “La vida es bella”- a contar una terrible fábula. Gracias a esto, seguramente, el espectador aceptará las coincidiencias casuales y azarosas del guión, que ayudan a mostrar cómo el hombre puede torcer el sentido común y la naturalidad con la que emergen los valores en el propio hombre.
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Hola! Muy TRISTE la peli, Pobresiitoooo el nene, los 2:(