La soledad del cine independiente: de “Lars y una chica de verdad” a “Garage”
[Julio Rodríguez Chico. La Mirada de Ulises]
Nadie duda de que la soledad se ha instalado en el cine contemporáneo, y especialmente en aquellas cintas que llegan con la etiqueta de “independiente”. Es como si, yéndose a los márgenes de la industria, uno se encontrara solo y sin compañía, marcado por sus propios gustos y también por la búsqueda de lo diferente. Películas como “Whisky” o “La soledad” recogían hace tiempo una realidad cotidiana, rutinaria y sin alicientes, para indagar en el alma de unos protagonistas necesitados de afecto y sobrados de desesperanza, que luchaban por sobrevivir en un ambiente frío y desangelado, sin rumbo ni expectativas de futuro. Un panorama ciertamente duro y desolador, más por la carencia de horizontes para esas almas tristes y solitarias que por los actos que veíamos en la pantalla: eran imágenes llenas de violencia emocional, más desgarradora y deshumanizadora que la física, que sufrían personas “normales” de la calle, sin ningún tipo de minusvalía o deficiencia.
Recientemente hemos podido ver otras cintas que, para recoger ese mismo clima de soledad y hastío vital, prefieren centrarse en algún ser disminuido, con alguna tara que les significaba ante la sociedad. Ahí están la estupenda “Lars y una chica de verdad (Lars and the real girl)” y la irlandesa “Garage”, cuyos protagonistas responden al perfil mencionado. En la primera, un adulto se ha refugiado en un mundo imaginario para “crear” una novia de plástico en quien volcar su afectividad: es una muñeca para un niño grande que se hará adulto al poder amar y madurar como persona…; quizá por eso, y por la compasión que despierta a su alrededor, en el pueblo se le siga la corriente, a la vez que aprenden de él a querer de manera tan delicada como sensible y afectuosa. La misma inocencia se aprecia en Josie, “el tonto del pueblo” de “Garage”, centro de bromas –a veces humillantes y despiadadas– de sus vecinos… A diferencia del caso anterior, aquí la bondad y pureza de este grandullón choca con unas vidas un tanto amargadas y escépticas, cuando no embrutecidas, de sus vecinos. Pero en ambos casos será el ser más indefenso quien pague los platos rotos de quienes “van siempre a lo suyo” –en expresión del propio Josie– y de quienes han perdido el sentido de la dignidad de la persona.
Películas de notable interés cinematográfico, antropológico y social, con una narrativa y planificación depuradas, que saben colocar la cámara en el lugar idóneo para bucear en el alma de sus protagonistas y a la vez respetar su intimidad, que se atreven a cuestionar un modelo de sociedad donde soledad e incomunicación son resultado de actitudes egoístas, insolidarias o materialistas. Con estos ejemplos, parecería que capturar ese vacío existencial precisase un específico tratamiento fílmico, sobrio y desnudo de artificio, donde la mirada del director se centrara en unos seres desvalidos –tratados con respeto y comprensión– para radiografiar una sociedad asfixiada de bienestar y perdida en la ambición. De esta manera, los personajes de Lars y Josie actuarían a modo de negativo, contraplano o figuras en fuera de campo para mostrar la verdadera cara de los que son considerados “normales”, individuos venidos a menos y convertidos en exiliados en una galaxia de confort, placer y tecnología que han olvidado la relación personal y lo que lleva consigo (no es otra cosa que el patético retrato de los hombres que se recoge en “WALL·E”), mientras las máquinas asumen sentimientos y comportamientos que las hacen más humanas que los humanos (otra constante en cierto cine de ciencia ficción apocalíptico).
Por eso y por muchas cosas, en películas como “Lars y una chica de verdad” o “Garage” los secundarios pasan a ser protagonistas principales, y estos se convierten en espejo en el que mirarse y cauce para resaltar las grietas de un modelo social empobrecedor. Cine de cuidada factura y próximo al espectador, sutil y crudo a la vez en su intento de recoger ese vacío de humanidad, destinado a despertar conciencias aletargadas y también a procurar enriquecimiento y otra manera de entretenimiento… y sin embargo tan alejado de los sueños del Hollywood que todo lo maquilla y donde se ve tan poca soledad y tanta trepidación, éxito y glamour.