Aquellos maravillosos años… en que el cine no mataba por la espalda
Es evidente que las formas narrativas y visuales han variado con el tiempo, y que también lo ha hecho la misma sociedad. Pero, en esencia, el hombre sigue siendo el mismo, y por eso se hace necesario que el cine vuelva a creer “en lo humano”.
[Julio Rodriguez Chico. LamiradadeUlises]
5 de Mayo de 2009.- Recuerda el escritor Gustavo Martín Garzo, con cierta melancolía y aire nostálgico, en su libro “Sesión Continua” cómo de pequeño fue al cine a ver “Horizontes lejanos” de Antonny Mann, y la fuerte impresión que le causó la escena en que los protagonistas tienden una trampa a los pistoleros que les persiguen, simulando que duermen al calor de la hoguera cuando en realidad están agazapados tras unas rocas. Lógicamente el ataque resulta un desastre para los pistoleros, que sufren muchas bajas y acaban huyendo despavoridos. Cuando un muchacho acalorado quiere seguir disparándoles en su huida, es frenado por un James Stewart que, interrogado por el joven acerca de los motivos de dejarles escapar, le responde “esa es una pregunta que debes responderte tú mismo”.
A partir de este episodio de cine, apunta Martín Garzo que “aquel era un mundo de disparos y violencia, era un mundo noble, sujeto a unos códigos morales. No bastaba con ser más diestro, ni siquiera con tener la razón. En el cine se aprendían cosas tan elementales como que no hay cobardía mayor que matar por la espalda a quien no puede defenderse. Era una escuela de vida, el lugar misterioso donde uno iba a preguntarse por lo humano, que es la pregunta que sostiene todo el cine de John Ford, el más grande de los directores. Una escuela en que aprendíamos a ser nobles y generosos, el desprecio por el peligro, la abnegación, la indiferencia por el dinero, el deseo de ser y saber, a luchar contra la adversidad…”.
No hay duda de que los tiempos han cambiado, de que ahora no solo se mata por la espalda y se le roba la cartera al indefenso moribundo, sino que muchas veces la acción violenta obedece a un deseo de venganza y el odio crece tanto en el asesino como en quienes les rodean. Desde hace décadas y sobre todo en los últimos años, el cine se ha convertido más bien en “escuela” que pretende abrir los ojos a la corrupción generalizada –basta ver la cartelera de estas semanas–, a planteamientos mezquinos, egoístas o escépticos, cuando no a la soledad e individualismo más desoladores. ¿Qué ha pasado? ¿Es que los personajes de Ford ya no atraen?
Es evidente que las formas narrativas y visuales han variado con el tiempo, y que también lo ha hecho la misma sociedad. Pero, en esencia, el hombre sigue siendo el mismo, y por eso se hace necesario que el cine vuelva a creer “en lo humano”, como señalaba Martín Garzo. En ese sentido, el escritor sigue diciendo que “el cine era, sobre todo, el reino del amor. Casi todas las películas hablaban de ese sentimiento misterioso, que nos hace adentrarnos en mundos desconocidos y arriesgar nuestra alma por un deseo. (…) Yo iba al cine para asomarme al corazón de las mujeres y descubrir sus deseos. Me permitía entrar en sus cuartos, leer sus cartas más secretas y hasta sorprender sus pensamientos”. Son palabras sinceras e interiores que responden a lo que transmitían unos buenos guiones que actuaban de resorte para un espectador convertido en protagonista para vivir intensamente esa aventura, ese romance, ese drama… y que aprendía a comportarse y a buscar la justicia, a compadecerse con el dolor y a sentir el amor, a ser abnegado y seguir intentándolo de nuevo.
No tengo duda de que si el cine recobrara este sentido humanista hondo y profundo… ganaría espectadores, y que estos ganarían a su vez con el cine. Pero para eso hay que volver a creer en el hombre y en sus posibilidades, a la vez que contemplar el cine como un instrumento a su servicio y superar así los criterios puramente mercantilistas. Qué bueno sería asistir a un duelo, cara a cara, en que el individuo se enfrentara a sí mismo y a su destino, sin que saliera huyendo ni se regodease en la violencia, sin matar por la espalda.
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