[María Martínez. CinemaNet]
Profesores y educadores aprenden a utilizar una película como instrumento educativo a la vez que analizan en la película algunas claves para sacar lo mejor de los jóvenes
Un músico frustrado que llega a un internado para chicos problemáticos con la misión de vigilarles y aplicar los castigos y, sin embargo, consigue, a través de la música, implicarles en un proyecto y rehabilitarles. Es Clément Mathieu, el protagonista de Los Chicos del Coro (Christophe Barratier, 2004). Su historia fue la base de la segunda sesión del ciclo «El cine como instrumento educativo», que se celebró el pasado 16 de abril dirigido por Ninfa Watt, periodista y profesora de Ética y Deontología Profesional en la Universidad Pontificia de Comillas.
El objetivo de esta sesión era doble. Por un lado, se pretendía enseñar de forma práctica cómo trabajar con una película en el aula o en cualquier otro ámbito educativo. Así, la sesión siguió el esquema de un cinefórum, con una presentación previa de algunas ideas generales y un marco de referencia, la entrega de una ficha con algunas cuestiones para ayudar a centrarse en el visionado, la proyección de la película y su posterior comentario entre todos, pero dirigido por el moderador (en este caso la ponente) para resaltar los temas que más interesan. En esta ocasión, el debate fue muy enriquecedor, pues los cerca de 40 asistentes -en su mayoría profesores, aunque no todos- participaron de forma muy activa.
Claves prácticas
Dentro de estas orientaciones prácticas, Watt subrayó que resulta casi imposible agotar todos los posibles temas de una película, pero esto no ha de ser motivo de preocupación. En relación con esto, recomendó que los cinefórums se realicen de forma periódica. Así, «con una gotita cada vez», repetida en sucesivas sesiones, se va generando una reflexión más profunda que si se intenta agotar una sola cinta.
Sí es importante, sin embargo -añadió-, que educador y educandos compartan un mismo marco de referencia, con un concepto de persona y un lenguaje en el que las palabras quieran decir lo mismo para todos. Sin esto, enfatizó Watt, es inútil debatir.
El segundo objetivo era aprovechar la película para analizar la figura del educador; no sólo del profesor (Mathieu no lo es), pues el cine puede ser utilizado -se subrayó varias veces- por padres, abuelos, catequistas, monitores. En concreto en la familia, sugirió Ninfa Watt, puede ser «una gran ayuda a sacar temas que no sabemos con la gente joven».
¿Qué hace Mathieu para que los chicos pasen de verle como un objeto más de sus burlas, a verle como una figura paterna? Llegó a un centro regido por una norma: a cada acción -mala- de los chicos, le sigue una reacción -castigo-. María Ángeles Almacellas, ponente de la anterior sesión del ciclo, que en esta estuvo entre el público, subrayó que este modelo «no permitía la libertad creativa».
Sacar lo mejor
Mathieu, en cambio, se preocupa por su interior, no sólo por las acciones externas, y les abre, con la música, un camino «que les eleva a un mundo de relaciones». Y todo ello, entre otras cosas, porque estuvo lo suficientemente atento para darse cuenta de que «aunque cantan mal, cantan. Ve la fisura por la que puede encontrar qué hacer con esos chicos». Varios miembros del público coincidieron en que esto es parte de la función del verdadero educador: «Hay que preguntarse cómo podemos, a través de otras cosas -química, literatura, religión o lo que sea- sacar lo mejor de estos niños». Watt también remarcó que, al hacer las pruebas para el coro, «Mathieu les da un cargo a todos, les hace sentirse parte de algo».
En el debate no se dejó de ver que la situación de la educación hoy es, quizá, el extremo opuesto de un sistema tan opresor como el mostrado en la película, ya que los profesores se exceden en intentar buscar un acercamiento a los alumnos como amigos. Sin embargo, aun teniendo en cuenta esto, se vio que gran parte de las reflexiones de la película se pueden aplicar hoy. Por ejemplo, a pesar de esos intentos de ser «colegas», sigue faltando cariño a los alumnos.
Ámbitos de creatividad
El hecho de que esta labor de redención se realice a través de la música, un arte no es algo baladí, pues hasta ahora el ciclo ha seguido el modelo antropológico y educativo de Alfonso López Quintás y su Escuela de Pensamiento y Creatividad, a la que Mª Ángeles Almacellas pertenece. Este modelo, entre otras cosas, distingue entre relaciones de primer nivel, con los simples objetos, y las de segundo nivel, es decir, aquellas con personas y con objetos que se abren a un contenido distinto, como el arte. Estas relaciones de segundo nivel crean un ámbito donde surge la creatividad y no se puede utilizar al otro.
Para la creación de este ámbito también hace falta la existencia de unas normas, que, al contrario de lo que se piensa hoy, pueden favorecer «nuestra libertad interior. Poniendo límites a un campo cualquiera surge un campo de fútbol, y sólo con otras normas existe la posibilidad de jugar», que es una forma de relación entre las personas, que «estamos llamadas al encuentro con el otro».
El acto concluyó con la intervención de Juan-Luis Valera, director de proyectos en Madrid de CinemaNet. En sus palabras, remarcó el carácter de «héroe anónimo» de Clément Mathieu, de quien la película dice que, tras abandonar el internado, siguió componiendo música sin darse a conocer. Ese heroísmo en lo ordinario, que saca lo mejor del otro, es la vocación del educador y -añadió- también de CinemaNet, en este caso a través del cine.
Fue muy interesante, gracias a todos los asistentes por su participación tan activa!!! Un verdadero lujo contar con todos vosotros!!
un verdadero lujo es esta crónica. Es fabulosa… Felicidades!