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PELÍCULA RECOMENDADA POR CINEMANET Dirección: Adolfo Aristaráin. |
SINOPSIS
Fernando Robles y Liliana Rovira son los dos lagartos del celebérrimo poema de Federico García Lorca: “El lagarto está llorando. La lagarta está llorando…”. Viven juntos, desgranan juntos sus recuerdos, han alcanzado juntos su autoestima y, juntos, se enfrentan e los embates como si fueren envites. A él le han jubilado en su trabajo de profesor universitario (da igual que se denomine prejubilación o jubilación forzosa, para los oficiantes sigue suponiendo un desconsuelo), y ella está con él. Los dos, que han envejecido juntos, juntos pasarán esta nueva pena, que, como se verá, va a cambiarles la vida.
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CRÍTICAS
[Jesús Martínez, Colaborador de CinemaNet]
«Mi patria es mi marido». Es inevitable iniciar esta crítica con la frase que, en boca de Liliana Rovira (Mercedes Sampietro), sale de su corazón con ostentosa verosimilitud, como una pacífica pancarta en pro de las avenencias conyugales en el Reino de Bahréin.
Lugares comunes, la cinta de Adolfo Aristarain (beodo del metraje norteamericano clásico, de Howard Hawks y Raoul Walsh), narra la historia marital de una pareja de lunáticos del amor, lotófagos en Noticias de ninguna parte, de William Morris. La historia de Liliana y su esposo Fernando Robles (el de siempre en muchos años, el único «camarada» que ha tenido afiliado a sus sueños, de esos que se tienen por entregas, a ratos), encarnado por Federico Luppi (aunque parezca que está cabreado, él es así, gruñón y mandroso). Se cogen de la mano, bisbisean sin que ello suponga una molestia para sus compromisos de tarde, prolongan las sobremesas con sorbos de sus miradas de azul turquí -aun siendo sus ojos claros y rollizos- y canturrean las canciones de la infancia como si hubiesen tenido una misma infancia, con una madre partida en dos. Se aman. Simplemente.
Lugares comunes son las posesiones que se depositan en la arqueta común del matrimonio (entendiendo matrimonio como una palabra de amplios vuelos, en la que caben las uniones de cualquier tipo, se pase o no por la vicaría), lo que lleva a un sinfín de preguntas, de cuya respuesta viven, que no malviven, los abogados que tramitan los divorcios de muto acuerdo (o de mutuo desacuerdo) y las separaciones en los contenciosos para poner fin a la convivencia (y a las inconveniencias), y de cuya respuesta sobreviven los terapeutas que aportan su enfoque clínico a las crisis de pareja, que son más largas, duraderas, peligrosas y que causan una recesión peor que la que endiñó a sus contribuyentes el banco de inversión Morgan Stanley: 1. ¿Qué ocurre cuando un hombre ama* a una mujer? 2. ¿Qué ocurre cuando una mujer no puede respirar sin un hombre? 3. ¿Qué extrañas leyes de la lógica inversa establecen que el hombre y la mujer, en un momento dado, puedan llegar a ser inseparables, en tanto en cuanto son complementarios? 4. ¿Qué pasaría si el hombre -sin prejuicio del caso contrario-, en lugar de cansarse de su mujer y echarle los ojos a una veinteañera, descansa su vista en el placentero traje de seda brochada de su señora, y la ve como si fuera la primera vez que la viera, aun cuarenta años después de su primer encuentro, y la respetara como si jamás le hubiera pisado el pie? 5. ¿Qué llamada a la calma habría que hacer si dos personas, la noche y el día aparentemente, recorrieran juntas una vida blanca como la flor de la alheña, y se conocieran cada día un poco, sin que eso supusiera una rémora o un freno a sus deseos, y, a la vez que se conocieran, los dos sintieran que ya se han conocido, y remaran juntos en la misma almadía*, como si fuesen dos brecas, cada una en su bandeja?
Lugares comunes nos da las respuestas. Sin ser una película de escenas eróticas, es una película afectuosamente pornográfica, en la que lo más extravagante que acontece es que Federico Luppi se jubila; daba clases de literatura en la universidad. El error de Robles-Luppi es creer que la literatura puede ponerse en la cola del subsidio; ni cesa ni se jubila ni se la puede arrinconar en un asilo.
Fernando y Liliana deciden salir de la ciudad y escapar a una chacra de la provincia de Córdoba (Argentina), lejos de la contaminación del ruido. A Luppi, empaquetar los libros siempre le ha recordado el exilio; quizá, aquí, es autobiográfica la cinta, porque la ojeriza que le tiene a los De la Rúa, Menem y Duhalde, amañadores profesionales durante el Corralito, no es poca.
Liliana y Fernando siguen discutiendo de política, siendo ellos dos sujetos forzados a entenderse, y dos observadores subjetivos, interesados por lo público. En un momento dado, aparecerá su hijo en escena, que decide reconvertir a sus viejos, y les propone las comodidades de un Madrid que «chuta», con una economía que envejece precozmente, aunque todavía no se den cuenta.
Fernando y Liliana, que se cuidan como sólo ellos saben cuidarse, sin notarlo ni el uno ni el otro, rehúsan la proposición del único hijo que tienen, y deciden que en su transgresión, si así se interpreta su postura, no cabe el remordimiento.
Valores: Lugares comunes recurre al amor entre dos personas que pasan sin pena ni gloria por este mundo, que se quieren, sin más, y con sus menos. Simple y llanamente. Dos personas que se hacen mayores, que se atienden como dos desdichados que buscan su yo en el otro, y dos enamorados que lo son a ciencia cierta, porque han pasado unidos las pruebas sobre los estropicios de la humanidad y las sucursales de la tiranía.
1 Cuando un hombre ama a una mujer los cañones Vickers de 120/45 milímetros, apostados en el circuito neuronal, atronan con bárbara ferocidad.
2 Cuando una mujer no puede respirar sin un hombre, cierra el mercado de abastos en el que se provee de los licores de sus gustos, y sus constantes vitales bajan, y entra en asistolia.
3 Las extrañas leyes de la lógica inversa que determinan que hombre y mujer son inseparables son las mismas leyes que esgrimen los juriconsultores del Olimpo, las mismas que sirven de defensa a los cegados por el ave rapaz: a. Amarás por encima de todas las cosas a quien tú decidas guardar en tu seno, y b. Seas o no correspondido, amar es un proceso que, en sí mismo, otorga a quien lo vehicula una vitalidad creciente, como una marea que crece en una playa desierta, cubierta de castillos de trilita.
4 Si un hombre encuentra apetecible a su señora sesenta años después de muerto, es que las orugas, subidas a los tanques de la descomposición, no han podido apisonar el amor que siente y padece, y como no lo han podido destruir, las salvas de sus juegos artificiales le mantienen en guardia, excitado le mantienen, y le mantienen despabilado, a pesar de ser ya cadáver.
5 Si dos personas se conocen tanto que el silencio entre ellos equivale a un diálogo sordo, válido por cuanto posee de acaramelamiento, esas personas son dueñas de la voluntad ajena, siendo lo ajeno de su propiedad. Han requisado el amor de su consorte y se lo han arrogado como una medalla al valor.
*Amor: categoría por la cual el ser humano entra en un estado de inconsciencia tal que adolece de falta de sentidos, y a la vez, adelgaza, corre, se enfortece, canturrea en la ducha a Lady Gaga y ejecuta sus movimientos con más desenvoltura, como el ministro japonés de Exteriores en un bacaladero de Oporto. En su definición, la Real Academia Española es, por una vez, menos prosaica que de costumbre: «Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser».
*Almadía: Embarcación de remo en la que las almas meten los remos en sus escálamos.
[Maria Pilar Madrigal y Alós – Colaboradora de Cinemanet]
La vida con toda su cotidianidad, sus problemas, sus momentos de broma y sus dificultades. La relación entre un hombre y una mujer que se quieren y respetan está magníficamente representada por dos grandes actores como son Mercedes Sampietro y Federico Luppi. Parece una obra de teatro filmada, a no ser por la buena fotografía que nos lleva de Buenos Aires a Madrid para terminar en la bella provincia de la Córdoba argentina.
Dos adultos cultos, inteligentes e interesantes; con trabajos que llevan a ambos a estar en contacto directo con gran cantidad de personas ( él es profesor universitario y ella asistente social en barrios marginales ). En su relación el diálogo es fundamental, les gusta estar juntos y da la impresión que acostumbran a compartirlo todo. Esa unión es el marco en el que desgranan sus ideas políticas y sociales, las ilusiones que los han movido en la vida y lo que han construido juntos.
Hace gracia comprobar cómo la confianza de la convivencia les hace reír, pelearse o simplemente quererse en silencio sin mayores aspavientos. En su vida el hecho que rompe la armonía es esa jubilación forzosa e inesperada. Fernando Robles, como todo intelectual, trabaja con la mente y las palabras y no esperaba tener que dejarlo tan pronto. A eso se une el problema económico. Actualmente vivimos una crisis mundial que hace muy actual el argumento de esta hermosa película. Por desgracia demasiadas personas pueden identificarse con lo que sienten nuestros protagonistas al ver que su segura vida se tambalea.
Aristaráin, en ésta su undécima película, nos regala un retrato muy fiel sobre el amor intenso, lleno de lealtad callada, de elegancia y calidez.
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Perdonen, pero no entiendo cómo pueden decir que esta película contiene valores cristianos. Empieza en clase diciendo que la verdad es relativa (luego Dios no existe, ya que Dios es la Verdad absoluta), para luego defender la Revolución francesa, que fue anticlerical hasta la persecución y martirio de religiosos, y cruel ya que en ella se inventó la guillotina, y en esta película no se atisba ni un rayo de trascendencia, sólo puro sentimentalismo, que no sentimiento, hasta el punto de que cuando explica el por qué es fiel a su esposa no se aclara nada de unión sacramental y la ayuda de la Gracia que este Sacramento debidamento recibido ayuda a la fidelidad.
Creo que Aristóteles, sin ser cristiano, es más profundo que esta película, ya que al menos pensaba y creía en un Ser supremo, cosa que en esta película ni se nombra, ni se atisba y ni se huele.
Ojo. Han puesto el mismo comentario que El Estudiante. Seguramente un error. Saludos
Hola Néstor. No entiendo tu respuesta porque no encuentro el comentario en El Estudiante. Quizá el propio autor lo borró.
Hola Tomás, gracias por tus comentarios. Ciertamente, no se menciona en la película a Dios, pero en CinemaNet apostamos por la defensa de valores que, de inspiración cristiana, son universales. Por tanto, sí, la película contiene «valores cristianos», si bien no es una película apologética. Fue premiada en su momento por el jurado del Premio Familia como una de las mejores películas sobre valores familiares de su año. Pero sí, ciertamente, cualquier decisión es siempre discutible, por supuesto. Por ello, te invito a que traslades tu comentario a nuestros foros, donde tenemos más espacio para comentar, y podrémos así sacar algo más fructífero que un simple comentario. ¿Te animas? Gracias!
Tomás, como dice Néstor, es un error, la entradilla que se ha puesto en «Lugares comunes» es la que corresponde a «El Estudiante» y no a esta película.
Gracias por avisar Néstor, aunque no acabába de entender el comentario.
Juan Luis, el error no es de un comentario en lugar equivocado, sino de la entradilla. 😉
Gracias! corregido!! estaba superextrañado! jejejejeje