ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Le gamin au vélo.
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SINOPSIS
El protagonista de El niño de la bicicleta es Cyril, un chaval de doce años cuyo progenitor le ha dejado en un centro de acogida, en teoría temporalmente, aunque insiste en llamarle por teléfono, a pesar de que el número ya no está en funcionamiento. Se escapa y consigue llegar al piso donde vivía, pero ha desaparecido sin decir «ni mu». Desoyendo al portero, que le permite incluso ver el interior de la casa para que se dé cuenta de que papá ya no está dentro, el chico insiste en quedarse, y hasta se agarra con fuerza a una mujer, Samantha, una peluquera de la zona, para que los monitores de su centro no se lo lleven…
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CRÍTICAS
[Julio R. Chico. La mirada de Ulises]
Los hermanos Dardenne obtuvieron el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes con El niño de la bicicleta, presentada también en la última Seminci. Es la historia de un niño llamado Cyril que busca ansiosamente a un padre que le abandonó en el Centro de acogida, acuciado por la crisis económica y por un deseo de vivir su vida sin compromisos. Y también su encuentro con una mujer “caída del cielo” llamada Samantha que se presta a ayudarle… porque se da cuenta que lo que necesita el crío es afecto, y echarle una mano frente al peligro de la violencia callejera que amenaza su futuro. Con esta película, los directores belgas ven necesario recuperar el concepto de vínculo y compromiso dentro de la sociedad, huir de la espiral de individualismo y delincuencia, y volver sobre la familia como núcleo fundamental para su construcción.
Con una narrativa sencilla y clara, con un ritmo que no decae en ningún momento y giros bien encadenados, y con una excelente dirección de actores -sobre todo de Cyril-, los hermanos Dardenne se mantienen en su línea realista que se acerca a la gente de la calle y especialmente a aquellos que están en periodo de formación. Los adolescentes -en este caso un niño- les permiten hacer evolucionar a sus personajes, pedir perdón y redimirse, luchar contra los obstáculos del ambiente y de una sociedad peligrosa. Aquí sitúan a Cyril en una encrucijada de odio e indiferencia por un lado, y de afecto y educación por otro… y le obligan a seguir uno u otro camino. Vemos que en su interior siente la necesidad de la búsqueda del padre y de sacrificarlo todo por recuperar esa proximidad, pero también asistimos al comienzo de su madurez… cuando de da cuenta de lo que le conviene y de la responsabilidad de sus decisiones.
La bicicleta es, en definitiva, símbolo de unión con lo que entiende como familia, nexo de unidad y vínculo con su padre, lo único que le queda… y de ahí su empeño por recuperarla o por evitar que se la roben. Pero también es cierto que Samantha es quien se la ha regalado por segunda vez y tras el abandono paterno, y es como una nueva oportunidad de afecto que se le ofrece para decidir su futuro. En ese sentido, es significativa la escena en que se conocen y la forma en que se agarra a la mujer en la peluquería… necesitado del afecto del abrazo. Ella es como el hada buena que llega en su auxilio porque el chico está en peligro, y Cyril viene a ser como Caperucita -de hecho, siempre va vestido de rojo- en medio del bosque y amenazado por la agresividad del mundo urbano de la sociedad actual.
De esta manera, la película se convierte en un cuento moral para el espectador, donde los Dardenne optan por darle una perspectiva luminosa y esperanzada, tanto a través de la fotografía de tonos claros -el sol exterior es reflejo del interior- como de una música sinfónica que emerge puntualmente -una rareza en los Dardenne- para concedernos serenidad y ampliarnos los horizontes. Espléndidas interpretaciones de un Thomas Doret lleno de rabia y frescura en su decisión de recuperar “su bicicleta”, y de una dulce Cécile De France que sabe transmitirle el afecto necesario para que esa mágica relación sea verosímil. Por último, el equilibrio de temas y subtramas y la contención al abordarlos, convierten a El niño de la bicicleta en una mirada poliédrica sobre el individuo y la sociedad… contemplada desde el optimismo, y también en una gran película para los amantes del cine social y de autor.
[Jerónimo José Martín- Cope]
Cyril (Thomas Doret) es un rebelde niño belga de once años, obsesionado con encontrar a su padre (Jérémie Renier), que le abandonó hace tiempo en un centro de acogida. Por casualidad, conoce a Samantha (Cécile De France), que regenta una peluquería en un pequeño pueblo. La mujer se encariña de Cyril, y accede a que el chaval se quede con ella los fines de semana. Pero a Cyril le cuesta asumir el amor que Samantha siente por él; un amor que el niño necesita desesperadamente para calmar su rabia y no dejarse llevar por la malas compañías, como la de Wes (Egon Di Matteo), un joven matón del lugar.
Tras obtener la Palma de Oro de Cannes en dos ocasiones —con Rosetta en 1999 y con El niño en 2005—, este año Jean-Pierre y Luc Dardenne ganaron el Gran Premio del Jurado de ese festival con El niño de la bicicleta, intenso drama en el que vuelven a afrontar su tema favorito: las trágicas consecuencias afectivas en los hijos de la ausencia del padre y de la desintegración familiar. Aquí, los dos hermanos belgas adoptan un tono de fábula moral —al estilo de Caperucita Roja o Pinocho—, y repiten un esmerado y austero estilo neorrealista, casi documental y con muy poca música de apoyo, que llenan de vida y autenticidad gracias a las excelentes interpretaciones de todos los actores, y especialmente de Cécile De France y el niño Thomas Doret.
En sus eléctricas secuencias van articulando una bella apología del cariño maternal y de la capacidad humana para dominar los instintos y poder ser feliz. En este sentido, El niño de la bicicleta es mucho más optimista que las anteriores películas de los Dardenne, que esta vez han vencido la tentación de cerrar el filme con un desenlace desolador o demasiado abierto. Otro punto a favor de estos dos líderes incombustibles del mejor cine social europeo.
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