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ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título original: Nannerl, la soeur de Mozart. |
SINOPSIS
Mozart tuvo una hermana mayor, Maria Anna Walburga Ignatia Mozart, también llamada Nannerl. Niña prodigio, como él, fue presentada junto a su hermano pequeño ante las cortes europeas. Al final de una gira familiar que duró tres años, conoció al hijo de Luis XV en Versalles, quien la animó a escribir su propia música. Pero Nannerl era una mujer y las mujeres no tenían derecho a componer…
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CRÍTICAS
[Julio R. Chico – La mirada de Ulises]
La música más bella y humana
Ver la película “Nannerl, la hermana de Mozart” ha sido una auténtica delicia en el aspecto musical y en el visual, y también por el tratamiento que hace de los personajes. Lo primero no es una sorpresa tratándose de composiciones del genio de Salzburgo cuando era niño, y de su hermana adolescente cuando despuntaba tanto como él… aunque su padre y la mentalidad del momento terminasen por impedir que ésta prosperase. El atractivo visual es una agradable sensación que hay que disfrutar porque todo el preciosismo de la imagen acompaña a la banda sonora con una limpia luminosidad, con una fotografía que aporta frescura y autenticidad a la joven, mientras el vestuario y atrezzo de la corte francesa transmiten elegancia pero también todo el acartonamiento de una época llamada a desaparecer. En definitiva, estamos ante un diseño de producción que sabe crear atmósferas esplendorosas pero huecas, y que son iluminadas y enriquecidas por un genio de la música y por otro de la humanidad.
Mozart tuvo una hermana mayor que no ha pasado a la historia, pero que en los inicios le acompañaba en sus visitas por las cortes de Europa… para mayor gloria de sus padres. Y esa hermana, Maria Anna o Nannerl según su apelativo cariñoso, tras la decepción de un primer amor que intentaba robarle su inocencia -magnífica escena y elipsis en los aposentos privados del Delfín-, decidió consagrarse a su padre primero y a recoger las composiciones de su hermano después. Resulta extraordinaria la interpretación de Marie Féret -hija del director en la vida real-, su sencillez y bondad natural, su discreción y sinceridad, tan pudorosa y sutil en palabras como en sentimientos. Su mirada es tan pura como su actitud y comportamiento, y su lealtad y sacrificio rayan con lo increíble… aunque la delicada interpretación de Marie hacen que resulte verosímil y responda a la realidad.
Si es cierto que es una pena que tuviera que aparecer vestida de hombre ante la Corte o para tener acceso a la Escuela de música, o que ser mujer supusiese renunciar al deseo de tocar el violín o componer porque era indigno, no lo es menos que el ejemplo de lealtad a su amiga Luisa de Francia y a la palabra dada, el amor y obediencia a su padre o la generosidad con su hermano son merecedoras de elogio y tan admirables como su virtuosismo musical. Sobre todo, tiene mucho mérito que el director René Féret nos transmita la idea de hacer todo eso por cariño, sin perder la libertad, sacrificando voluntariamente lo que deseaba. La unidad de tono de los elementos formales y de contenido de la cinta, la sintonía entre la sensibilidad artística y humana de sus personajes, su percepción de una época y una mentalidad concreta sin aplicar esquemas actuales, hacen que “Nannerl, la hermana de Mozart” no sea una película “como las demás”, del mismo modo que la joven es consciente de no ser tampoco “como las demás” y por no cede a la pasión del Delfín.
Es también muy interesante la amistad entre las dos adolescentes, Narnnerl y Luisa –hija del rey de Francia–, y su exquisita sintonía desde el primer encuentro hasta dar lugar a la confidencia. Son, en cierta medida, almas gemelas que arrastran el infortunio de no ser las elegidas por sus padres, que han aprendido a ver en ese estado de postergación una nueva manera de quererles a ellos y a Dios. En su historia personal, una se dedicó a complacer a sus progenitores y a su hermano mientras que la otra hizo lo propio con Dios, y ambas parecen encontrar el sentido de su vida en esa misión, sin tristeza ni rencor. Si es cierto que la Historia de la música perdió a una Mozart, también lo es que gracias a ella se recuperó la producción de su hermano y se ganó a un Mozart… y es que siempre hay quien debe sacrificarse para que otros brillen y su papel es insustituible. Y, sin duda, la de Nannerl es la música más bella y humana.
[Jerónimo José Martín – Cope]
En 1765, el matrimonio Leopold (Marc Barbé) y Anna Maria (Delphine Chuillot) Mozart llevaban ya dos años recorriendo las principales cortes europeas, en las que mostraron la genialidad musical de sus hijos Maria Anna, conocida como Nannerl (Marie Féret) —por entonces de catorce años—, y Wolfgang Amadeus (David Moreau), que ya tenía nueve. Ambos hermanos eran excelentes compositores e intérpretes de clave, piano y violín; pero, por su condición de mujer, Nannerl tenía prohibido componer y tocar el violín, de modo que se había ido convirtiendo poco a poco en simple acompañante de su hermano. Pero en Versalles, durante la estancia de la familia Mozart en la corte de Luis XV, la personalidad y la música de Nannerl deslumbran al Delfín de Francia (Clovis Fouin) —el futuro Luis XVI—, viudo a los diecisiete años, gran aficionado a la música, profundamente religioso y escandalizado por la vida disoluta de su padre, por entonces dominado por su amante, Madame de Pompadour. Poco conocido fuera de Francia, el veterano cineasta René Féret (“Comme une étoile dans la nuit”) recupera en su última película el planteamiento visual y dramático de películas como “Barry Lyndon”, de Stanley Kubrick, o “La toma de poder por parte de Luis XIV”, de Roberto Rossellini. Y enriquece con esos valiosos referentes su propio estilo hiperrealista, asentado en una ambientación y un vestuario esmerados —a pesar de la falta de medios del filme—, pero captados con abundante cámara en mano y una iluminación ultranaturalista, que acerca mucho la acción al espectador. Éste se ve cautivado, además, por unos personajes muy bien perfilados por el guión, e interpretados sin énfasis teatrales, con una naturalidad y frescura sorprendentes. Entre los actores, destacan sobre todo las dos hijas del propio director, Marie y Lisa Féret, ambas espléndidas como Nannerl y Louise de Francia —una de las hijas de Luis XV—, respectivamente. Esta excelente colaboración familiar se completa con el buen hacer de la esposa del director, Fabianne, como montadora de la película, y de su hijo Julien como primer ayudante de dirección. El filme sufre algún que otro decaimiento de ritmo narrativo e intensidad dramática. Pero, en conjunto, resulta un melodrama sugerente y elegante, nada anacrónico, muy fiel a las circunstancias reales del siglo XVIII y moralmente profundo en su elogio de la familia y la religión, en su sereno feminismo y en su acercamiento a los misterios de la creación artística. Elogio especial merece la banda sonora de Marie-Jeanne Serrero, que imagina piezas similares a las compuestas por Nannerl Mozart. Por todo lo dicho resultan merecidos el Premio Lady Harimaguada de Plata y el Premio a la mejor actriz —ex aquo a Marie y Lisa Féret—, que la película recibió en el Festival de las Palmas de Gran Canaria 2011.
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