ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Kiseki |
SINOPSIS
La separación de un joven matrimonio japonés hace que los dos hijos dejen de verse durante un largo periodo de tiempo. Koichi es el mayor y tiene doce años, vive con su madre y sus abuelos en una localidad costera próxima a un volcán. El pequeño, llamado Ryunosuke y de diez años, es un niño muy vivaz que decidió irse con su padre músico a una ciudad de otra parte del país.
Cuando Koichi y sus amigos descubren que van a cruzarse dos trenes de alta velocidad de una nueva línea y que quienes lo vean pueden pedir un deseo deciden planear el viaje hasta el lugar donde se producirá el encuentro. La idea es reencontrarse con su hermano y pedir ambos que su familia vuelva a unirse. Los dos, cada uno por su lado, se esfuerzan por hacer realidad esta aventura que acabará por dar «resultados milagrosos» distintos a los esperados.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín – COPE]
Koichi (Koki Maeda), un maduro chaval de 12 años, vive con su madre (Nene Ohtsuka) y sus abuelos (Kirin Kiki e Isao Hashizume) en Kagoshima, al sur de la región japonesa de Kyushu. Su hermano pequeño, Ryu (Ohshirô Maeda), hiperactivo y aparentemente indolente, vive con su padre (Joe Odagiri) en Hakata, al norte de Kyushu. El divorcio de sus padres les ha separado, y Koichi solo desea que vuelvan a estar todos juntos. Cuando se entera de que un tren bala unirá las dos ciudades, empieza a creer que ocurrirá un milagro en el momento en que los dos trenes se crucen a toda velocidad. Y moviliza a su hermano y a todos los amigos de ambos para contemplarlo en directo.
Películas como Nadie sabe, Hana y Still Walking (Caminando) han convertido a Hirokazu Kore-eda en uno de los mejores cineastas japoneses actuales. Ahora confirma su talento en Kiseki (Milagro), galardonada con los premios al mejor guión y Signis en el Festival de San Sebastián 2011. Se trata de una tragicomedia sencilla y encantadora, narrada desde la inocente perspectiva de los niños protagonistas, pero que afronta con hondura las trágicas consecuencias del divorcio, sobre todo en los hijos, pero también en los cónyuges y abuelos. De todas formas, domina un tono divertido y optimista, que hace que las imaginativas andanzas de los chavales resulten muy entrañables. En este sentido, la película recuerda, por supuesto, a clásicos del maestro japonés Yasujiro Ozu —como He nacido, pero… y Buenos días— y también a Cuenta conmigo (Stand By Me), del estadounidense Rob Reiner, sobre todo en su sabroso cóctel de drama, comedia y aventuras.
Kore-eda alarga demasiado la trama y nunca alcanza la profundidad dramática y moral de Still Walking (Caminando), su magistral apología de la familia. De todas formas, logra unas magníficas interpretaciones, que llenan de desbordante humanidad su serena puesta en escena naturalista, en la que aprovecha muy bien los variados parajes japoneses en los que transcurre la acción.
[Mª del Pilar Madrigal y Alós]
El director y guionista Hirokazu Kore-Eda recibió el encargo de realizar una película basada en los «shinkansen» (trenes bala). Él ya era un apasionado del tema y aprovechó su paternidad para centrar la historia en un grupo de niños (desea que su hija de cuatro años, a la que dedica este film, pueda verlo cuando tenga diez).
El ritmo es demasiado lento. Aunque el realismo de la vida cotidiana de esta familia y sus allegados está bien planteado, alarga en exceso el metraje y algunas escenas pueden resultar monótonas.
La idea central hace reflexionar sobre el sufrimiento de los niños en casos de amargas discusiones y divorcios de los padres. Se aboga por la unión familiar, con el ejemplo de amor de los protectores abuelos. La vida no es fácil para ninguno de los personajes secundarios, pero todos encuentran maneras de salir adelante con trabajos de todo tipo: pequeños negocios, actividades artísticas… Incluso los niños están bien enseñados y ayudan en sus casas sin quejarse, con mucha naturalidad. En ese sentido la película es positiva y esperanzadora.
También se dedica una atención especial al colegio y las actividades formativas con profesores y demás personal docente. Participan de la vida diaria de los menores y acaban ayudando en la realización de su sueño. El director reconoce que de pequeño la biblioteca era un lugar donde se sentía seguro y ha querido transmitir esos sentimientos a través de la relación de los niños con la bibliotecaria y los libros.
La presencia constante del volcán Sakurajima en la vida del hermano mayor y su entorno (madre, abuelos, amigos y demás) adquiere un carácter simbólico. Es un volcán que expulsa constantemente cenizas y que parece siempre a punto de entrar en erupción. Los japoneses que viven a sus pies se han acostumbrado a vivir con esa presencia latente. Según sus creencias sintoístas, religión mayoritaria en Japón y ancestral, los espíritus de la naturaleza se expresan a través de estas manifestaciones. Es un pueblo que asume el efecto que la naturaleza produce en sus formas más extremas y devastadoras. De ahí la serenidad del abuelo al hacer comentarios sobre la actividad del volcán, que el nieto termina por copiar.
El milagro que Kore-Eda quiere plasmar es el de la vida en su conjunto. Preparar ese viaje inspirado en unos buenos deseos, la participación de tantos seres humanos cada uno con sus sueños particulares y miserias… Todo ayuda a madurar y a crecer. Algunas cosas sucederán y otras no, pero por lo menos todos habrán intentado ese final feliz que cada persona busca a su manera.
La banda sonora es estupenda, con una música pop moderna y alegre. Levanta el ánimo y anima cuando el argumento se alarga en el tiempo.
Por último, quisiera resaltar la figura de Hirokazu Kore-Eda (Director-Guionista-Montador), reconocido por todos y uno de los grandes realizadores de su país. Ha recibido premios nacionales e internacionales por sus documentales y películas: 1991-Premio Galaxy al Mejor Programa ( «However» ); 1991- Premio al Mejor Documental de la Asociación de Productores Televisivos de Japón ( por « Lecciones de una ternura» ); 1995-Osella de Oro en el Festival de Venecia ( «Maboroshi no hikari» ); 1999-Primer Premio en el Festival de los Tres Continentes de Nantes y Premio del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires ( «El más allá» ); 2001-Selección en el Festival de Cannes ( «Distance» ); 2004-Premio a la Mejor Interpretación Masculina ( «Nadie sabe» ); 2008-Varios premios en Europa y Asia para «Still Walking (Caminando)«, un auténtico éxito internacional,etc. También se dedica a producir a nuevos directores.
Como exponente del mejor cine japonés actual ésta es una película positiva y fresca. La fotografía es muy naturalista, con largos planos de paisajes y momentos en que decide rodar cámara en mano por la dificultad añadida del entorno que recrea. Hay buenos sentimientos, cotidianidad muy reconocible y una magia de fondo infantil que se amplía a los adultos. Un agradable relato que les hará sonreír por momentos. Que la disfruten.
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