ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: The Awakening
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SINOPSIS
Transcurre en Inglaterra, en 1921. En la posguerra, muchos que han perdido a sus seres queridos, buscan consuelo en el espiritismo. Sin embargo, Florence, que ha perdido a su prometido, es completamente escéptica. Dedicará por lo tanto su tiempo a explicar de forma lógica y racional cualquier caso paranormal que se cruce en su camino. Florence, es trasladada a un internado donde se dedicará a buscar pruebas para explicar ciertos sucesos paranormales cuyo centro de atención parece ser un niño. Aunque cuando parece que todo se trata de una vulgar broma de niños, el escepticismo de Florence comienza a tambalearse.
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CRÍTICAS
En el internado infantil
Florence es una joven científica que se dedica a desenmascarar impostores que pretenden embaucar a la gente crédula, haciéndoles creer en supuestos fantasmas o espíritus de sus antepasados. Las personas tienen avidez de encontrar auxilio en un más allá, lejano de las penas del presente. Estamos en el Londres de 1921, época en donde muchas personas han sufrido los horrores de las trincheras de la Gran Guerra o la muerte de los seres más queridos.
La gente necesita creer, pero la joven Florence no está dispuesta complacer esa farsa. Así están las cosas cuando un ex combatiente, ahora profesor de historia, le hace llegar una petición de auxilio en nombre del colegio Rookford, en donde un grupo de niños vive aterrorizado por la presencia de un fantasma. Ella, muy reticente al principio, acabará aceptando trabajar en el internado con el fin de descubrir al supuesto culpable de las fechorías.
Buena atmósfera, guión hilvanado con brillantez y personajes bien definidos son las claves de esta correcta película de fantasmas, que desprende el clasicismo de las mejores historias del género, desde ¡Suspense! hasta Los otros. Sin descubrir nada nuevo, el film es meritorio al no basar la tensión en continuos golpes de efecto, en imágenes pesadillescas, en muertes truculentas, ni en ruidos estridentes y sustos repentinos destinados a hacer saltar al espectador de su butaca…
Todo ese arsenal de tópicos del subgénero de fantasmas tienen quizá que estar presentes, y aquí se usan más de una vez, pero los guionistas Nick Murphy (éste en su debut como director de largometrajes) y Stephen Volk hacen un esfuerzo por cuidar especialmente a los personajes, ninguno está demás ni es un cliché, todos llevan su pasado a cuestas, y se enfrentan al presente con sus miedos y traumas, con su soledad.
Es justo reconocer además que el desenlace, aunque en la línea forzada (y un poco tramposilla) de este tipo de filmes, está más que a la altura de lo que se espera. El reparto es cosa seria, un trío de intérpretes británicos de primera línea. Rebecca Hall es una actriz impresionante y aquí sabe transmitir eficazmente su inquietud, como sus compañeros Dominic West e Imelda Staunton.
[Sergi Grau – Colaborador de CinemaNet]
Tiempo de fantasmas
Dos títulos versados en la inagotable cantera fantástica de las ghost stories han aterrizado en las salas españolas esta primavera. Ambas de procedencia británica. Una, auspiciada por la Hammerfilms, la versión cinematográfica de un clásico televisivo de la BBC de los años ochenta, e inspirada en una novela de Susan Hill, La mujer de negro (The Woman in Black, James Watkins, 2011), que esgrimía como arma comercial la interpretación de Daniel Radcliffe, primera del joven actor tras cerrar la saga de Harry Potter.
La segunda, y que aquí nos ocupa, La maldición de Roockford (traslación libre del título original y más sugestivo The Awakening), respaldada en lo económico por BBC Films y Studio Canal, supone la puesta de largo tras las cámaras de Nick Murphy, cineasta de forja televisiva que también firma el libreto original junto con Stephen Volk, y que cuenta con un interesante reparto en el que Dominic West (el inolvidable McNulty de la serie The Wire) y la veterana Imelda Staunton le dan la réplica a Rebecca Hall, actriz de interesante progresión a la que el gran público conoció en El prestigio (El truco final) (The Prestige, Christopher Nolan, 2007) y a la que en estos lares se recuerde probable y principalmente por interpretar a Vicky en el filme que Woody Allen rodó en España hace unos pocos años, Vicky Cristina Barcelona (2008).
El filme nos ubica en los años inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial, y en la campiña inglesa (básicamente un único escenario, una finca y mansión victoriana en la que radica un colegio internado), y nos propone un bien alambicado relato anclado a los lugares comunes del relato gótico clásico y las historias de fantasmas en particular –con innegable regusto del clásico literario referencial de Henry James Otra vuelta de tuerca– que progresa con solvencia e intención por territorios narrativos de vocación psicologista e incluso historicista.
El rótulo con el que arranca la película nos ofrece buenas pistas de esos ejes vertebradores del relato que habilitan y, en los mejores momentos de la película, trascienden la trama; se trata de una cita en la que se consigna que, dado el escandaloso augmento del índice de mortandad en Inglaterra en els segundo decenio del siglo XX, a causa de la guerra y de los estragos entre la población civil de un brote de gripe, “es tiempo de fantasmas”.
En este contexto, conocemos a Florence Cathcart (Hall), una escritora y científica que mantiene una cruzada contra quienes hacen del espiritismo un negocio; racionalista convencida, busca siempre la evidencia, la prueba que se esconde y explica todo acontecimiento catalogado como sobrenatural, principalmente las apariciones y cualquier contacto con el más allá. Bajo ese pragmatismo y convicción en su desempeño profesional, empero, pronto descubrimos que anida en Florence una fragilidad anímica, fruto de su incapacidad de superar la pérdida de su prometido, que pereció en las trincheras.
Vemos, pues, que en las premisas de partida ya se instala la clásica tensión entre lo racional y lo inverosímil, lo aparente y lo oculto, lo tangible y lo que no, resorte a través del que progresará tanto el dramatis personae de ese personaje principal cuanto la trama relacionada con los sucesos extraños que acaecen en el internado de Roockford, para cuya investigación Florence es contratada por un profesor del colegio, Robert Mallory (West).
Sin traicionar las coordenadas del arquetípico relato de fantasmas (cuyos elementos categóricos van desfilando por las imágenes de la película: sombras y figuras humanas que misteriosamente aparecen y desaparecen del encuadre; borrones en fotografías; reflejos; alteraciones de energía; augmento del frío…; incluso una pelota que, como puerta abierta a lo insondable, desciende por unas escaleras de forma parecida a lo que acaecía en una secuencia de Al final de la escalera (The Changeling, Peter Medak, 1980), la película se toma su tiempo y molestias en efectuar un trabajado estudio de personajes desde el que emerge la trama fantástica (y no lo inverso, limitarse a sumergir esos personajes en lo fantástico, como sucede en muchas ocasiones), lo que termina canalizando una serie de interesantes digresiones sobre la soledad, la melancolía y especialmente las mellas que en el espíritu inflige la pérdida, en este caso con subrayados de violencia (que comparece tanto desde lo explícito, en el relato particular de lo que acaeció en aquella casa en el pasado; cuanto desde lo implícito, lo que tiene que ver con el deprimente paisaje social descrito, y que se ejemplifica en secuencias aisladas, como aquélla en la que vemos a Mallory, después de darse un baño, tratándose una herida que tiene en la pierna).
Lejos de pretender destriparle a nadie los recovecos y diversos twist que sazonan la trama (y que, también es cierto, la sofistican quizá innecesariamente en los últimos compases del metraje), sí puedo consignar que esta The Awakening ejemplifica con vigor las virtudes que atesora el relato fantástico para capturar, desde lo intuitivo y alegórico, cuestiones relacionadas con lo psicológico, lo sentimental y hasta lo existencial que en un relato de corte dramático convencional difícilmente se pueden asir con tanta capacidad para la sugestión.
Pero, por supuesto, lo que una película ofrece siempre tiene que ver con el lenguaje, con el cómo lo ofrece, y si se hace atractivo el visionado de La maldición de Roockford ello tiene que ver, más allá de los interesantes hallazgos de su guión, en el pausado pero magníficamente compensado ritmo que atesora, ello acorde con una escrupulosa construcción escenográfica que combina un muy logrado encourage de época con la avidez expresiva propia de un diestro storyteller (digno de mención resulta al respecto el inteligente trabajo de planificación -con la luz, los decorados, los objetos, el montaje- para edificar el suspense desde la sutileza visual), todo ello apuntalado en lo atmosférico merced del trabajo del operador lumínico, el español Eduard Grau, que satina las imágenes con un filtro blanquecino que revierte en la desangelada sensación anímica en la que se sumergen las imágenes de la película, una definición por lo demás de innegable belleza plástica tanto en el trabajo en interiores como en el tratamiento de lo paisajístico, los escenarios que corresponden al predio de Roockford, coda de evocación fantasmagórica que le sirve al realizador de la película para ir trenzando las piezas que conforman el trabajado crescendo dramático de la película.
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