Son muchos -la mayoría, por no decir todos- los críticos que coinciden en decir lo mismo de la última película de Pixar… Y yo, me sumo al mismo carro: Toy Story es una obra maestra. Es verdad que soy un fan de Pixar -y quizá eso podría restar objetividad-, pero no me parece una afirmación gratuita decir que siguen siendo los mejores. Los mejores en cuanto a la técnica, pero sobre todo, los mejores contadores de historias.
Es lo que tiene Toy Story; y hablo de toda la saga, porque como dijo alguien muy acertadamente, es una auténtica obra maestra en tres actos. Por muchas razones. Algunos han destacado el guión; otros, los personajes; otros, la historia… Yo pienso que los de John Lasseter han sabido bordar toda la historia de los juguetes de Andy y con la tercera parte han puesto un digno broche de oro. Cada película tiene su cuerpo, su forma y también su independencia; pero las tres configuran una unidad muy interesante.
Las historias
En la primera Toy Story, la historia pilota en torno a Andy: son las aventuras de dos juguetes que no se pueden ni ver pero que, perdidos en el peligroso y desconocido mundo fuera del “cuarto de Andy”, tienen que regresar juntos al lado de su niño.
Es una historia de amistad. Concretamente del camino hacia la amistad entre Woody y Buzz; un camino que viene del odio/envidia, y pasa por el conocimiento propio y del otro, y por la donación hacia el otro, necesaria para la no autodestrucción. Y una amistad que se refuerza por una misma misión: el ser los juguetes de Andy, que les echa de menos (muy interesante, en este sentido, es lo que dice Pixarplanet).
¿No suena increíble que unos dibujos animados toquen temas de tanto calado? Lo hace, y lo sabe hacer. Porque lo hace bien. Hace un tiempo tuve que preparar un paper en el que comparaba la amistad en la Ética a Nicómaco de Aristóteles y en Toy Story. Yo mismo quedé sorprendido del resultado: ¿cómo podía ser que alguien de hace 24 siglos diga lo mismo sobre la amistad que unos dibujos animados? Es sorprendente, sí, pero es que cuando profundizas en el hombre (la humanidad) -y eso es lo que hace Pixar con sus personajes, porque quieren que sean de tres dimensiones- te das cuenta de que es siempre igual.
Toy Story fue el pistoletazo de salida de la compañía, a la vez que como una prueba: tenía que convencer a la tímida Disney. Y lo hizo: inmediatamente después firmaron un nuevo contrato para siete películas más, hasta Cars (2006).
Cuando pensaron en Toy Story 2, Lasseter y sus “secuaces”, jugaban con ventaja: había que pensar en una buena historia y dar más cancha a sus personajes. Es lo que hicieron. En Toy Story 2, Andy casi desaparece del plano. El protagonismo lo cobran los juguetes, en una película mucho más coral que la primera. Y en esta coralidad había que seguir con la amistad, pero desde más puntos de vista: sobre la fidelidad y la lealtad; sobre la eternidad y la ambición o la vanidad…
El gran problema de los juguetes es que no crecen, mientras que los niños sí. ¿Qué pasa cuando ya se han hecho mayores y dejan de jugar? No crecen, pero sí pueden envejecer, en cuanto cosa, si no tienen lo que les “anima” -en el sentido real de “ánima” o “alma”; es decir, les da vida-: el ser querido por un niño. Es un planteamiento muy interesante de la historia, por real.
Y es el presupuesto con el que hacen la tercera entrega: once años después, Andy se va a la universidad, y tiene que decidir qué hace con sus juguetes/amigos. En el fondo, Andy es el espectador -cada uno de los que hemos disfrutado de toda la saga-, y por eso, Toy Story 3, vuelve a girar entorno a él -¡qué gran trabajo, el de Lee Unkrich!
La primera versión de la película -aquella que se iba a hacer sin Pixar, en la que Buzz Lightyear es enviado a Taiwan porque tenía un defecto de fábrica y sus amigos van tras él- no habría funcionado, por la sencilla razón que habría sido “estirar el chicle”. Había que apelar al espectador, para mostrarle su historia. Y si a esto le añades homenajes a grandes películas como La gran evasión, Misión Imposible o Indiana Jones… tienes otra gran película.
Ahí radica -pienso yo- el problema de, por ejemplo, Shrek o Ice Age: cada parte forma una unidad totalmente desligada del espectador y la historia gira sólo entorno al gag -el “molde shrek”-. Por ello, las últimas partes que han hecho los respectivos creadores, es romperse un poco más el coco para hacer una historia, partiendo, otra vez, de los orígenes. Por ello también, me parece que la cuarta Shrek y la tercera Ice Age, son mejores que sus predecesoras más inmediatas (a pesar de ser muy flojas): se dan cuenta de la importancia de la historia.
Los personajes
Ahora querría fijarme en otro de los puntos esenciales de las películas de Pixar y que en Toy Story 3 me parece que lo bordan: los personajes. Sin ir más lejos, fijaos en lo que dice Kim White, director de fotografía de Toy Story 3, sobre el personaje de la niña Bonnie. Es una niña que, proporcionalmente, sale muy poco en la película, pero para quién ya conoce la historia, sabe de su importancia. Esto es lo he leído en el facebook de Disney Pixar:
We want to make Bonnie as cute as possible. We want to make sure that everyone is in love with her [queríamos hacer a Bonnie lo más bonita posible. Queríamos asegurarnos de que todo el mundo se enamorara de ella.]
Alguno podría decir que aquí habla sólo de la cuestión visual, pero pienso que detrás de eso hay toda una historia “personal” del personaje. Los personajes de Toy Story tienen gran fuerza, porque están muy bien trabajados este “querer gustar” al espectador.
Cuando quieres escribir una historia, y que ésta tenga la suficiente fuerza como para crear emociones, tienes que conseguir hacer unos personajes muy… ”humanos”. Esto es lo que hacen los de Pixar en todas sus películas: les dan tanta importancia a cada uno de los protagonistas de sus películas, que les insuflan vida real -por decirlo de algún modo- y no son nunca -hasta ahora no lo han sido- personajes planos. Tampoco con Cars 2, pienso y hablaré de ello en otro post. Tienen, de verdad, 3 dimensiones.
Toy Story (1995) representó una revolución en el cine en general. Por primera vez se hacía una película de animación que no era un musical -lo que siempre había hecho Disney– en la que los personajes cobraban mucha importancia. Por ello, Lasseter y su equipo, al escribir el backstory (lo que hay detrás del personaje, su vida más allá de la pantalla) de los protagonistas de la película y querer hacerlos consistentes, no tienen más remedio que profundizar y hacerlos muy, por decirlo de algún modo “antroplógicos”; es decir, con cuerpo y alma: con sentimientos humanos, y emociones muy “reales”.
Por eso nos podemos sentir tan bien identificados con ellos… ¿Acaso no es lo que ocurría con los primeros minutos de Up y la historia del matrimonio protagonista?: curiosamente cada vez es menos común ver matrimonios morir de viejos, es decir, ser fieles y felices hasta el final; pero eso es lo querido -deseado- por todos. Y por eso atrae.
Pero a lo que venía: ¿qué es lo que hace que Toy Story 3 tenga unos personajes tan buenos? Como se dice en extracine, esta película de Disney, no es un film cualquiera, sino “cine de animación moderno y maduro”. Aquí, los personajes, con toda su carga humana, nos hablan de el sentido de la vida, de responsabilidad en la toma de decisiones, de fidelidad y amistad, de democracia y autoritarismo, del valor de la providencia en nuestro actuar diario…
En esta tercera parte, digamos que se cierra muy bien el ciclo. Y se muestra a los personajes cómo son, con toda su caracterización. ¿Qué decir, por ejemplo, de Woody? El que siempre será el “jefe” -es el sherif-, pero que, después de lo que le pasó en la primera entrega, sabe que no puede vivir sin los demás. Eso sí: es el que tiene que tomar las decisiones; ¡y no es fácil ser el que decide!: los cargos, son cargas.
Una obra en tres actos
Efectivamente, Toy Story es una obra en tres actos. Una obra que es una historia de madurez. Cada una de las partes pienso que no se pueden entender, hoy por hoy, independientemente: es la historia de crecimiento: físico e “interior”, en el caso de Andy, “interior”, en el caso de los juguetes, especialmente Woody.
¿No os parece que hablar en estos parámetros, para una película animada, quiere decir que estamos ante algo mucho más grande que una “simple película de dibujos animados”? La animación -lo saben muy bien Lasseter y sus hombres-, es una “excusa” para contar una buena historia humana. Por ello, tiene tanta fuerza la escena final de Toy Story 3 -como muy bien destaca Kike-; y por ello también tienen tanta fuerza el divertido reencuentro de Woody con Buster, o la decisión de volver a la guardería, a pesar de los peligros que corre el vaquero.
Las buenas historias corren por las venas de Pixar. Sinceramente, no sé cuánto durará, pero por mí, que no decaiga. Corre por la red el rumor de una posible segunda parte de Finding Nemo, para 2016. No se ha confirmado ni se ha negado. Lo que está claro es que les gusta arriesgar. Ahí están, si no, las próximas propuestas: una de dinosaurios («The good dinosaur«), otra sobre qué ocurre en el interior de la mente de un niño, y otra sobre el «día de los muertos» mexicano. Veremos.