Se trata de una película vocacionalmente sencilla, pero sus personajes rebosan autenticidad y alma, y están bien interpretados por un reparto en el que sobresale el joven protagonista, Filippo Pucillo, actor fetiche del realizador, y Donatella Finocchiaro (Baarìa) que encarna a su madre.
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PELICULA RECOMENDADA POR CINEMANET Título Original: Terraferma |
SINOPSIS
En una pequeña isla próxima a Sicilia, cuya principal actividad había sido siempre la pesca, vive el joven Filippo con su abuelo y su madre viuda. Pero ya nadie puede sobrevivir gracias a la pesca; tampoco ellos, de manera que no tendrán más remedio que resignarse y comenzar una nueva vida. Deciden, pues, alquilar su casa a los turistas durante el verano, y terminada la estación venden la barca. Un día Filippo y su abuelo salen a pescar y se encuentran con una patera llena de inmigrantes que está a punto de naufragar.
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CRÍTICAS
Juan Orellana
Gran Premio del Jurado en la Mostra de Venecia 2011, Terraferma se inscribe en ese conjunto de películas sociales europeas que se han asomado en los últimos años al drama de la inmigración ilegal, como la finlandesa El Havre (Aki Kaurismäki, 2011), la francesa Welcome (Philippe Lioret, 2009), la belga El silencio de Lorna (los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, 2008), las británicas Ghosts (Nick Broomfield, 2006) e In this World (Michael Winterbottom, 2002), o las españolas Bwana (Imanol Uribe, 1996) y Las cartas de Alou (Montxo Armendáriz, 1990).
Más concretamente, el cine italiano ha tenido su propia forma de aproximarse a esa cuestión con directores como Gianni Amelio (Lamerica, 1994) o Nanni Moretti (Abril, 1998).
El veterano cineasta romano Emanuele Crialese, de origen siciliano, que ya abordó la inmigración en aquella estupenda cinta de Nuevo mundo, aporta su propia perspectiva. Terraferma tiene su propia mirada, muy interesante, que no se limita a criticar una dura política antiinmigración, sino que aprovecha para contraponer una tradición humanista, de raíz cristiana —simbolizada por la imagen de la Virgen hundida en el mar—, que ve al inmigrante como un náufrago al que es obligado salvar, frente a una ley fría y deshumanizada.
Su tono ligero, muy italiano, costumbrista, recrea la Sicilia profunda y tradicional, y la pone en contraste con la Italia industrializada representada por los turistas, una Italia más frívola y superficial. El resultado es una película muy cercana, fresca y muy humana. La sostienen unas interpretaciones muy naturalistas, entre otros, de Filippo Pucillo, Donatella Finocchiaro y Beppe Fiorello.
La ley del mar
El director nacido en Roma Emanuele Crialese continúa explorando en Terraferma sus raíces sicilianas, como hiciera en Nuovomondo yRespiro. Con esta obra obtuvo el Premio Especial del Jurado en Venecia, y candidaturas al mejor director y fotografía en los Globos de Oro.
Terraferma transcurre en una pequeña isla siciliana que ni siquiera aparece en los mapamundis. Allí vive el joven Filippo, huérfano de padre, que vive con madre y su abuelo, un veterano pescador. La familia vive del pescado –aunque cada día se recoge menos–, pero también ocasionalmente de alojar a los turistas, cada vez más numerosos, como Maura y sus dos amigos, recién llegados que se instalan en su casa unos días.
Mientras Filippo faena en la embarcación que capitanea su abuelo, son testigos de la llegada de una patera con inmigrantes. Éste ordena a sus hombres que recojan a algunos de ellos que han quedado flotando del mar, pues a ello les obliga la ley del mar, aunque por otro lado la guardia costera les ha ordenado que se mantengan alejados.
Terraferma contrapone la mentalidad tradicional en extinción de la zona, un auténtico paraíso, con la globalización emergente, que lo invade todo. También expone el contraste entre los turistas, en busca de asueto, y los inmigrantes que no tienen nada en busca de una oportunidad.
Crialese se decanta por imágenes sencillas, sin grandes despliegues técnicos, pero de enorme efectividad, sobre todo los planos acuáticos. Se trata de una película vocacionalmente sencilla, pero sus personajes rebosan autenticidad y alma, y están bien interpretados por un reparto en el que sobresale el joven protagonista, Filippo Pucillo, actor fetiche del realizador, y Donatella Finocchiaro (Baarìa) que encarna a su madre.
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