Lo que podría sonar como la enésima película de zombis es en realidad una divertida historia sobre el perdón, el miedo, las falsas apariencias y la compasión en la que no falta el peaje de la pequeña broma gay. Los amantes del género de terror y ambientación gótica disfrutarán con una película de tan alta calidad técnica, que tiene, además, sus momentos de humor y una cierta dosis de ingenuidad a pesar de la inconsistencia de los personajes.
SINOPSIS
La acción transcurre en el pueblecito de Blithe Hollow, donde un hechizo lanzado siglos atrás hace que se vea asediado por zombis y brujas. Norman Babcock, un chico de once años que tiene el don de ver y hablar con los muertos, es el único que puede detener la maldición y salvar a sus habitantes haciendo acopio de todo lo que se necesita para convertirse en héroe: valor y compasión. Pero pronto descubrirá que sus actividades paranormales van a ser llevadas a límites insospechados.
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CRÍTICAS
[Juan Orellana, COPE]
La factoría Laika, que sorprendió con la inquietante y original cinta “Los mundos de Coraline”, vuelve al ambiente tenebroso, pero en este caso, en clave muy cómica. También como aquella, esta es una producción de animación “stop-motion” 3D. La acción se sitúa en el pueblo de Blite Hollow, donde los pioneros americanos condenaron injustamente a la hoguera a una niña acusada de bruja. A partir de ese momento, una maldición se abate sobre la región, por la que están condenados a vagar los culpables de aquel crimen como muertos vivientes. Todo puede cambiar gracias a Norman, un chaval que tiene un curioso don: puede ver y hablar con los muertos. Esta característica hace que hasta sus padres le miren como a un bicho raro.
Lo que podría sonar como la enésima película de zombis es en realidad una divertida historia sobre el perdón, el miedo, las falsas apariencias y la compasión. El amor y la comprensión son más fuertes que cualquier maldición y que cualquier brote de violencia. Aunque los más pequeños puedan asustarse con los zombis, lo cierto es que producen risa y pena por partes iguales. Así como “Los mundos de Coraline” era una película bastante adulta, esta está concebida para toda la familia, con una comicidad que atraviesa cada secuencia, bien sea por lo visual, por los diálogos o por los gags.
Tampoco falta el peaje de la pequeña broma gay que parece que ya no puede faltar en ninguna película. Formado en los famosos estudios Aardman, el director británico Sam Fell (“Ratónpolis”, “El valiente Despereaux”) es también el autor de la historia. Codirige el filme el supervisor de storyboards de animación Chris Butler, que debuta aquí tras la cámara.
[Mª Ángeles Almacellas – CinemaNet]
En Blithe Hollow, un pequeño pueblo en el que 300 años atrás se juzgó y condenó a muerte a una niña acusada de brujería, vive Norman Bacock, un niño de 11 años que tiene la facultad de poder ver a los muertos y hablar con ellos. Un tío suyo, alejado de la familia, tiene los mismos poderes que Norman. Antes de morir encarga a su sobrino la misión de deshacer el hechizo de la bruja que pone en peligro la paz de la localidad y la vida de los ciudadanos. Norman vive un sinnúmero de aventuras hasta deshacer el maleficio de los zombies y la bruja, devolver la tranquilidad a su ciudad y convertirse en un héroe aclamado por todos.
A pesar de tratarse de un film de animación, no es una película apropiada para niños. Es una película de terror, siguiendo el gusto, tan frecuente hoy día, por los muertos vivientes, monstruos y fantasmas. El hecho de que, teóricamente, la película vaya dirigida a niños, consigue suavizar mucho las escenas en que aparecen piernas, cabezas o brazos arrancados, y que los monstruos no causen excesivo pavor. Sin embargo, y aunque se presente como una película familiar, no es aconsejable para los más jóvenes.
Es una auténtica exhibición de un trabajo de animación en 3D realmente espectacular, pero no hay propiamente una trama que seguir. Hasta el final de la película sólo se ofrecen impresionantes aventuras y persecuciones en ambientes macabros de viejos cementerios, con muertos que han abandonado sus tumbas dispuestos a comerse las cabezas de todos los humanos a su alcance.
Los personajes, incluido Norman, no tienen ninguna consistencia, y todavía le queda tiempo al guionista para hacer alguna referencia totalmente gratuita a la homosexualidad, que nada tiene que ver ni con la historia ni con el perfil de los chicos que se enfrentan a los zombies.
Norman es un niño muy especial, con problemas de relaciones tanto en la escuela como con su propia familia. De hecho sólo se entiende bien con el fantasma de su abuela. Parece que se quiere hacer del personaje un héroe de cuento para niños, ejemplo de bondad, capaz de vencer al mal con inteligencia. Pero, como la historia no tiene ni profundidad ni, propiamente, un hilo narrativo, el protagonista se queda también en un muñeco precioso a la vista, pero sin ninguna entidad.
De forma muy forzada, al final de la película se pretende dar algún mensaje sobre la caza de brujas, la comprensión, la bondad… Pero se olvida que la moraleja es una lección que se deduce de la narración de un cuento y no un añadido que se pone al final para terminar de algún modo las truculentas aventuras y darle una apariencia de lo que no es.
No obstante, es posible que los amantes del género de terror y ambientación gótica disfruten con una película de tan alta calidad técnica, que tiene, además, sus momentos de humor y una cierta dosis de ingenuidad.
En ocasiones veo muertos
Coinciden más o menos en el tiempo los estrenos de tres producciones animadas para el público familiar (en teoría) de ambientación gótica y fantaterrorífica. Mientras que Hotel Transilvania estaba elaborada mediante gráficos de ordenador, Frankenweenie y El alucinante mundo de Norman tienen en común que utilizan la antigua técnica del stop-motion. Produce la compañía estadounidense Laika, especializada en animación fotograma a fotograma para largometrajes, videoclips y anuncios publicitarios.
La acción de El alucinante mundo de Norman transcurre en Blithe Hollow, una pequeña localidad, donde 300 años atrás hubo una terrible caza de brujas. Norman Bacock, un niño de once años un tanto ‘rarito’, apasionado del cine de terror, tiene la habilidad innata de conversar con los muertos, incluyendo a su difunta abuela. Aunque sus padres no le creen, y en el colegio se ríen de él, el marginal Norman será el único que tiene posibilidades de salvar la situación cuando una ancestral hechicera y una plaga de zombies amenazan el lugar.
Dirigen El alucinante mundo de Norman a cuatro manos Sam Fell (responsable de Ratónpolis y El valiente Despereaux, con experiencia en stop-motion en cortos de Aarmand) y el debutante Chris Butler (supervisor de storyboards de Los mundos de Coraline y La novia cadáver), que también firma el guión. No todo son maquetas artesanales –que destilan encanto– sino que se combinan con efectos especiales por ordenador.
Abundan las referencias a clásicos como El mago de Oz, y a películas referentes de los aficionados al cine de terror, como Suspiria, El día de los muertos, El sexto sentido, Agárrame ese fantasma, La noche de Halloween, la saga de Viernes 13 o Manos: The Hands of Fate. Si los filmes de compañías como Walt Disney, Pixar o Dreamworks se esfuerzan por contentar a padres e hijos, El alucinante mundo de Norman parece tener también muy presente a los incondicionales de este tipo de cine fantástico, sobre todo de serie B.
Aunque su ambientación tiene detalles un tanto oscuros, en esencia acaba siendo un film positivo, con moralejas para los más jóvenes. El alucinante mundo de Norman apuesta por la tolerancia y comprensión hacia las personas diferentes y estrafalarias. También denuncia las consecuencias negativas del miedo irracional hacia lo desconocido.
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