Magistral adaptación de la segunda novela de El Señor de los Anillos, y más fresca, emotiva, dramática, divertida y profunda que su antecesora. Jackson sintetiza con habilidad la novela de Tolkien hasta entrelazar con sorprendente fluidez las complejas tramas paralelas que la componen, elevando a altas cotas de emoción las apabullantes escenas bélicas, envueltas en un halo de heroísmo delimitado por la fe, la caridad y el sacrificio.
SINOPSIS
La Compañía del Anillo ha sido separada. Los hobbits Frodo y Sam prosiguen el camino hacia el tenebroso Mordor para destruir el anillo, mientras el hombre Aragorn, el elfo Legolas y el enano Gimli persiguen a los urukhai creados por el traidor mago Saruman que llevan prisioneros a los hobbits Merry y Pippin. En su camino, cada uno de estos grupos en que se ha diseminado la Compañía se encontrará con nuevos personajes cuya aparición será importante para el desarrollo de su misión, entre ellos: Théoden, rey de Rohan, tierra de los hombres; sus sobrinos Éowyn y Éomer; Faramir, hermano de Boromir; los Ents, árboles vivientes; y, sobre todo, Gollum, el atormentado ser que ansía por encima de cualquier otra cosa recuperar su tesoro… el Anillo de Poder. La guerra en la Tierra Media ya ha comenzado, y las batallas que están a punto de librarse pasarán a los anales de la historia.
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CRÍTICAS
[Jeronimo José Martín – COPE]
Tras su magnífica versión de La Comunidad del Anillo, el neozelandés Peter Jackson da el do de pecho en Las Dos Torres, magistral adaptación de la segunda novela de El Señor de los Anillos, y más fresca, emotiva, dramática, divertida y profunda que su antecesora. Jackson sintetiza con habilidad la novela de Tolkien hasta entrelazar con sorprendente fluidez las complejas tramas paralelas que la componen: el viaje hacia Mordor de Frodo, Sam y Gollum; el encuentro con los ents de los hobbits Merry y Pippin tras liberarse de los orcos; y las andanzas del humano Aragorn, el elfo Legolas y el enano Gimli hasta que ayudan al pueblo humano de Rohan en la batalla del Abismo de Helm. Una lucha feroz en la que se manifiestan los oscuros poderes de Saurón y Saruman —que inundan de maldad la Tierra Media desde sus torres de Barad-dûr y Orthanc—; pero en la que también brilla la generosidad de los elfos y la nueva luz del mago Gandalf, ahora llamado el Blanco.
Todos los nuevos personajes están muy bien caracterizados e interpretados, especialmente Gollum, animado por ordenador a partir de los gestos del actor Andy Serkis. Se introduce así en la historia un espléndido duelo dramático entre la enfermiza ambición de Gollum-Smeagol, la piedad que siente Frodo por él y la desconfianza de Sam, cuya inquebrantable lealtad se torna decisiva. Esta penetrante indagación moral se completa con una mayor atención al tono poético y mítico de los diálogos. Y ambas elevan a altas cotas de emoción las apabullantes escenas bélicas, envueltas en un halo de heroísmo delimitado por la fe, la caridad y el sacrificio.
Muchos se quedarán en la fascinante epidermis visual de la película. Otros no pasarán de su sencillo ecologismo o su intensa trama melodramática. Pero sólo la disfrutará en plenitud quien cale en la sugestiva visión del hombre y del mundo que late bajo sus imágenes.
[Sergi Grau. Colaborador de CinemaNet]
A la vista de un proyecto tan megalómano como la adaptación en pantalla del libro homónimo de John Roland Reulen Tolkien que el bueno de Peter Jackson llevó a cabo a principio de siglo, no parece fácil siquiera sentarse a analizar la “sustancia” de esta segunda entrega (o de cualquiera de ellas). Sí es bien cierto que a la finalización de “Las Dos Torres”, dos tercios de la historia –cinematográficamente hablando, claro- ya han transcurrido, y ello otorga una perspectiva más global de la empresa fílmica, que en cierto modo podría permitirnos echar cuentas sobre los dos actos de esta función única compuesta de tres.
Así por tanto, interesa hablar, en estricto, de la película estrenada en los cines como “Las Dos Torres”, que vamos a desgranar de forma cronológica. Y debemos empezar diciendo que la película empieza con una fuerza portentosa. Partiendo de esa especie de prólogo que en forma de sueño retrotrae la función al enfrentamiento del Peregrino Gris con el Balrog en los abismos de Khâzad-Dum, a partir de ahí la narración alterna los espacios y personajes (por un lado, Frodo y Sam en Mordor, y por otro, los supervivientes de la Compañía en Rohan y el bosque de Fangorn) de un modo mucho más arriesgado que el propio libro del maestro Tolkien, y del que Jackson sale triunfante: el espectador asiste, atrapado a la pantalla, al brillante, emocionante, superlativo ensamblaje de las secuencias, que se suceden de modo frenético, y que con tanta precisión y belleza capturan la esencia épica de la segunda novela de la trilogía.
Es en esta primera sección narrativa que conoceremos a la criatura Gollum/Sméagol y su desdichada coyuntura vital, a los Rohirrim encabezados por Eomir, y a los antiguos habitantes de los bosques, los Ents; nos acercaremos al infortunio inminente en el pueblo de Rohan, y a la inoperancia de su gobierno, en las manos de la sutilidad venenosa de Lengua de Serpiente, que con la ayuda de las malas artes de Saruman ha convertido al Rey Théoden en un testaferro marchito; asistiremos a los planes maquiavélicos del malvado Istari, que miran directamente al abismo –y en su posición antagonista a los Ents, asentiremos, satisfechos, ante el mesiánico retrato en pantalla de la parábola ecologista recogida en el sustrato literario de Tolkien-; con un Frodo cada vez más envenenado por el Anillo, nos veremos atrapados ante la Puerta Negra que abre al paso a Mordor; y, sobremanera, recuperaremos a Mithrandir –en una secuencia espléndida-, ahora el Blanco, resucitado por los Dioses para encabezar la lucha final.
Durante esta primera hora larga de metraje, quedamos fascinados, allende los efectos especiales, por la narrativa brillante de Jackson, que aprovecha a la perfección los recursos de que dispone, que resulta conciso y a la vez clarificador en cada nueva secuencia, y que no necesita entretenerse en el planteamiento que ya hizo, de forma maravillosa, en la precedente entrega. La caligrafía de Jackson, hasta aquí, calca el sustrato literario, incluso en algunos diálogos.
Los cambios al respecto de la inmortal novela de Tolkien empiezan a aparecer con breves secuencias dedicadas a los elfos, especialmente a la terrible disyuntiva de Arwen, pero que también tendrán como protagonistas a Galadriel, que solicita a Elrond de Rivendell, auxilio a los humanos en su fatal destino, auxilio que se materializará con la asistencia de un ejército élfico al abismo de Helm en socorro del maltrecho ejército de Rohan que debe enfrentarse con los Uruk-Hai (esto último, la mejor innovación de la película respecto del texto original, respetuoso con la mitología de que subyace la historia, en este caso el socorro de los hombres a los elfos en su lucha contra Morgoth al final de la primera Edad, que fue recompensada con Númenor, y, claro, el combate que elfos y hombres libraron, encabezados por Elrond y Elendil, en el Monte del Destino, y que aparece en el prólogo de La Comunidad del Anillo).
Posteriormente (tras otra secuencia, la de la caída de Aragorn tras el enfrentamiento con los lobos, la secuencia –o segmento narrativo incluso- más prescindible de la obra), llegarán las dos primeras batallas por la tierra Media: la destrucción de Isengard por los Ents, y especialmente, la batalla del Abismo de Helm, ambas batallas de todo punto espectaculares, con momentos de irresistible arrebato. Sin embargo, la batalla del Abismo de Helm descompensa la narración. No es larga en si misma, pero sí respecto del espacio que en el devenir de la historia debe ocupar. Y de ello, quieran o no los amantes de los efectos especiales, la historia se resiente mucho.
Porque, por cuestiones de tiempo, “Las Dos Torres” no solamente no podrá narrar nada más después de Helm, sino que además mostrará la aparición de Gandalf con los rohirrim y el desenlace de la batalla de un modo acelerado, repito, descompasado (un buen ejemplo de ello es que el bueno del Istari no tendrá ni una sola línea de diálogo en su última aparición en el filme). Aceleración que después contaminará a The Return of the King, la película que acumula más clímax por minuto de la historia del cine.
Al mismo tiempo, y perdiendo ese portentoso ensamblaje que antes hemos comentado, en el segmento paralelo de la historia el ritmo empieza a flaquear desde la aparición de Faramir, alargado con las peores secuencias del filme, las que posiblemente se resienten más de la falta de fidelidad respecto al libro, y que nos dejan un final tan abierto que no es final (una vez más, falto de correspondencia con el libro, en el que aún se reserva un clímax inolvidable, que en cine fue escamoteado en la tercera parte, aunque rescatado en la versión extendida del DVD), sazonado con un soliloquio de Samsagaz demasiado ñoño, y en definitiva impropio de los guionistas que manejan con tanta pericia el texto de Tolkien.
Sí, en este análisis se menciona mucho la novela de Tolkien. Quien la suscribe, sin embargo, no ha pretendido en ningún momento buscar agravios comparativos. Ya en la anterior entrega –superior a ésta, sin duda- algunos sucesos no guardaban fidelidad con el texto –igual que en ésta el segmento de los elfos- sin que ello menoscabara en absoluto la función. Es decir, Jackson ya ha hecho lo que a priori se antojaba como más complicado, y es demostrarnos que tenía talento para adentrarnos y conseguir emocionarnos con la traslación al cine de una obra tan compleja y de difícil adaptación como es The Lord of the Rings.
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