A pesar de que late cierta simplicidad en lo previsible de algunos giros, la desnudez de las intenciones del film, alguna que otra sorpresa bien trabajada y un tono irónico y fresco en unos cuantos diálogos dejan a Tierra prometida como un título para un público amplio, entretenido y caldoso en algunas reflexiones más allá del ámbito meramente ecológico.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET
Título original: Promised Land
País: Estados Unidos
Año: 2013
Dirección: Gus Van Sant
Intérpretes: Matt Damon, John Krasinski, Frances McDormand, Rosemarie DeWitt, Scoot McNairy, Titus Welliver, Hal Holbrook.
Guión: Matt Damon y John Krasinski
Música: Danny Elfman
Fotografía: Linus Sandgren
Distribuidora en cine: Universal Pictures International Spain
Duración: 106 min.
Género: Drama
Estreno en Estados Unidos: 28 de Diciembre de 2012
Estreno en España: 19 de Abril de 2013
SINOPSIS
Steve Butler (Matt Damon) y su compañera de trabajo Sue Thomason (Frances McDormand) llegan a McKinley, un pueblo duramente golpeado por la crisis financiera y agrícola de los últimos años. Los dos representantes de la compañía de gas Global Crosspower Solutions están convencidos de que los habitantes de McKinley estarán encantados de aceptar la oferta de su empresa a cambio de dejarles perforar pozos de gas en sus granjas. Lo que en principio iba a ser un trabajo fácil y una estancia corta se complica profesionalmente cuando el respetado profesor de instituto Frank Yates (Hal Holbrook) revela a los habitantes algunos problemas medioambientales del sistema de fractura. Y para empeorar las cosas llega a McKinley el ecologista Dustin Noble (John Krasinski), que además consigue meterse en el bolsillo a los potenciales clientes de Global.
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CRÍTICAS
[Juan Orellana – Cope]
El siempre interesante, variado y necesariamente irregular cineasta Gus van Sant (El indomable Will Hunting, Descubriendo a Forrester, Elephant) retoma a uno de sus actores preferidos, Matt Damon, para protagonizar y escribir esta película junto al también actor y guionista John Krasinski, que encarna al antagonista del filme. El guion, basado en un argumento de Dave Eggers, se centra en el viaje que dos empleados de la empresa Global Cross, Steve y Sue, realizan a Pennsylvania con el fin de comprar fincas a los granjeros para hacer explotaciones de gas natural. A una primera buena recepción por parte del pueblo, dado el dinero que ofrecen, sigue un revés cuando el profesor de Física de la Escuela, Frank y un ecologista ambulante, Dustin, alertan a los lugareños de los terribles efectos secundarios de dicha explotación para la salubridad del lugar.
La película tiene muchos elementos a su favor, desde el elenco actoral, hasta el oficio de Gus van Sant a la hora de poner en escena situaciones humanas complejas. Y aunque todo es más que correcto, el resultado final sabe a poco, quizá porque el propio guion está muy lastrado por una denuncia típica a la política de las grandes corporaciones. De hecho, lo más interesante no está en la trama principal, probablemente ideológica, sino en las pequeñas relaciones que se van desgranando a lo largo del metraje y que son su carne y lo realmente valioso. Sin los grandes actores del reparto, difícilmente este filme hubiera levantado el vuelo. Como retrato de la América profunda no está mal, y como reivindicación de la honestidad personal y profesional, tampoco.
[DeCine21]
McKinley, un pequeño pueblo de Pennsylvania. Tierras verdes, pastos frescos, casitas y granjas desperdigadas a lo largo y ancho de un bucólico panorama. Hasta allí llegan Steve y Sue, trabajadores de Global Crosspower Solutions, una enorme compañía energética que desea extraer gas en aquellas tierras. Steve es un experto vendedor, conoce la psicología de las personas, y sabe usar los argumentos para convencer. Su misión es comprar acres de terreno a diversos sus propietarios con la promesa de llevarse un porcentaje de las ganancias de la de la empresa. Económicamente muchos habitantes de las granjas ven rentable la llegada del gas a su pueblo, pues traería dinero y prosperidad; otros, sin embargo, comprenden que si ceden su pueblo –tal como es–, desaparecerá para siempre. La llegada de un activo ecologista pondrá aún las cosas más difíciles a Steve y Sue.
Gus Van Sant, uno de los grandes adalides del cine independiente estadounidense, filma la que es sin duda su película más clásica, más convencional incluso, tanto desde el punto de vista del planteamiento como del estilo formal. Tierra prometida (Promised Land) responde al viejo tema de la propiedad de la tierra, tan característico de la colonización del medio oeste norteamericano, cuando unos pocos acres de terreno se convertían en el tesoro más preciado de cualquier pionero. Ahora, sin embargo, en pleno siglo XXI, el dinero y la generación de la riqueza funcionan de modo distinto y los rendimientos que antaño daban de comer a las familias pueden ya ser insuficientes para el mundo moderno. La vida del campo está en extinción, sobrevivir es una hazaña. Y aquí es justo donde entran los usos capitalistas de las grandes corporaciones industriales, empresas que operan a miles de kilómetros pero que tienen el poder de acabar de un plumazo con la tradición y el trabajo de generaciones rurales.
El guión de Tierra prometida (Promised Land) está escrito por Matt Damon –en colaboración con John Krasinski–, quien ganó el Oscar al mejor guión en 1997 precisamente con otro libreto propio que dirigió también Gus Van Sant, El indomable Will Hunting. En este caso los dos guionistas –que se reservan también los papeles principales– plantean la cuestión de la tierra, de la propiedad, del futuro del campo, etc., de modo realista, pues el quid de la cuestión es que, por mucho que uno lo niegue, el mundo ha cambiado. En este sentido, el film no intenta dar gato por liebre. Sin embargo, este “no vender la moto” es compatible con que Van Sant descuide un poquito la mesura a la hora de retratar el pueblo en cuestión, un lugar tan absolutamente idílico que la más mínima injerencia industrial resultaría un crimen hasta para el más urbanita. A nadie se les escapa que no todos los pueblos son así… Tampoco resultan muy sutiles, aunque sean muy reales, las manipulaciones y mentiras que pergeñan las empresas cuando lo único que importa es el dinero. De cualquier forma, el guión interesa y en general Tierra prometida (Promised Land) ofrece una valiosa visión del trabajo, de la herencia familiar, del cuidado de la naturaleza, valores que no se pueden comprar porque no tienen precio. Queda entonces la libertad del hombre para decidir si el dinero es la única razón de sus decisiones.
Dentro del clásico planteamiento, muy ceñido a posturas y decisiones personales de los personajes, el trabajo de los actores es ajustado, verosímil, especialmente el doble enfrentamiento –trabajo y amor–, entre Matt Damon y John Krasinski, así como su relación laboral con la estupenda Frances McDormand. Pero hay también un gran acierto al prestar atención a los personajes secundarios, con mención especial para el veterano Hal Holbrook y la risueña Rosemarie DeWitt. Por lo demás Tierra prometida (Promised Land) desprende una sencillez en la historia y en la planificación que recuerda al último Clint Eastwood, mientras que el desarrollo de la trama es sobrio y sereno, agradablemente predecible.
[Lourdes Domingo, TAConline]
Steve Butler y su compañera de trabajo Sue Thomason llegan a McKinley, un pueblo duramente golpeado por la crisis financiera y agrícola de los últimos años. Los dos representantes de la compañía de gas Global Crosspower Solutions están convencidos de que los habitantes de McKinley estarán encantados de aceptar la oferta de su empresa a cambio de dejarles perforar pozos de gas en sus granjas. Lo que en principio iba a ser un trabajo fácil y una estancia corta se complica profesionalmente cuando el respetado profesor de instituto Frank Yates revela a los habitantes algunos problemas medioambientales del sistema de fractura. Y para empeorar las cosas llega a McKinley el ecologista Dustin Noble, que además consigue meterse en el bolsillo a los potenciales clientes de Global.
A partir de una historia de Dave Eggers, Matt Damon y Gus Van Sant vuelven a colaborar juntos después de El indomable Will Hunting y Gerry. Esta vez, Matt Damon, en su tercer guión, deja a los hermanos Affleck y se une al “oficinista” Krasinski (actor y guionista incipiente, conocido por la comedia televisiva The office) para llevar a cabo la que es, seguramente, la primera película sobre el sistema de fractura hidráulica.
En este título, Van Sant, un director de nutrida filmografía y con varias incursiones en perfiles del adolescentes problemáticos (Mi Idaho privado, Descubriendo a Forrester, Elephant) dirige una historia de denuncia pero sin acritud. La peculiaridad de Tierra prometida, no sólo es la novedad del tema que interesa por el impacto en la salubridad, sino por la focalización del guión.
Habitualmente, el cine de denuncia de grandes corporaciones se ha explicado desde los afectados, a excepción de la estrambótica y corrosiva Gracias por fumar de Jason Reitman. Damon y Krasinski deciden contar la historia desde el punto de vista de los empleados de Global, de manera que consiguen un tono más ambivalente en lo dramático, aunque diáfanoen su propuesta ética, y más cómico y menos solemne en su relación con el público que el de las novelas de John Grisham.
A pesar de que late cierta simplicidad en lo previsible de algunos giros, la desnudez de las intenciones del film, alguna que otra sorpresa bien trabajada y un tono irónico y fresco en unos cuantos diálogos dejan a Tierra prometida como un título para un público amplio, entretenido y caldoso en algunas reflexiones más allá del ámbito meramente ecológico.
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