Película que se ve con agrado y que muestra nuevamente que las coincidencias entre seres humanos están por encima de las diferencias que nos separan. Se centra en los procesos psicológicos y morales de los personajes, que poco a poco van descubriendo que mirarse a los ojos y tratarse como caballeros es más humano que limitarse a ver la etiqueta “alemán” y “británico”.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Into the white. |
SINOPSIS
Basada en hechos reales que tuvieron lugar durante la II Guerra Mundial. Después de un encuentro fortuito y hostil en el aire, un avión británico y otro alemán caen en una aislada región de Noruega. El azar hace que ambas tripulaciones se refugien en la misma cabaña. Luchan para sobrevivir al duro invierno y poder volver al campo de batalla. A pesar de ser enemigos es difícil mantener la animosidad día tras día, las necesidades hacen nacer amistades inesperadas, y las reglas bélicas pierden importancia. Sea como sea, la guerra es absurda.
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CRÍTICAS
[Enrique Chuvieco, Colaborador de CinemaNet]
Por encima de ideologías, el ser humano está hecho para relacionarse en cualquier circunstancia, por muy límite que sea. Lo volvemos a comprobar en Perdidos en la nieve, del noruego Petter Naes (Crazy in love, Elling), sobre un hecho real sucedido durante la Segunda Guerra Mundial entre un grupo de militares alemanes e ingleses.
Un avión alemán se estrella en las montañas de Noruega tras ser abatido. Los tres supervivientes buscarán refugio en aquel paraje inhóspito y en el que el viento, frío y nieve colocan al hombre en el lugar de la necesidad más radical. Encuentran una cabaña de cazadores vacía, pero, al poco llega una pareja de soldados ingleses que también habían sido derribados.
Los hechos están basados en las vivencias del teniente alemán Horst Schopis, interpretado por Florian Lukas (Venus, Good bye Lennin, entre otras), al que el director nórdico entrevistó un par de veces y al que espera “haber captado el espíritu” de aquellos hechos, “aunque el personaje de la película –subraya Naes- no diga o haga exactamente” lo que hizo su protagonista verdadero.
Como no podía ser de otro modo, los primeros momentos en la cabaña (lugar en el que se desarrolla buena parte de la historia) son hostiles –como el ambiente exterior- entre los dos grupos, consecuencia natural del conflicto bélico que les ha llevado a reunirse forzosamente en aquellos parajes.
Los muchos momentos de tensión iniciales van dando paso, gracias a la posición responsable de los mandos (Schopis, por el alemán, y Davenport, por el inglés) a situaciones cotidianas para buscarse la comida y el modo de calentarse, que les va acuciando cada vez más.
Las provocaciones primeras del artillero Smith (Rupert Grim, el rubio de la saga de Harry Potter) al suboficial teutón Josef Schwartz (David Kross, War horse, El lector) sobre sus lecturas de Hitler están a punto de forzar un final fatal, pero se van relajando gracias al humor negro con que son abordadas por todos en mayor o menor medida.
Por su parte, los oficiales Schopis y Davenport (Lachlan Nieboer, Vivaldi), típico british de clase alta, van confiándose sus emociones, tras equivocarse uno y otro en decisiones que afectan al grupo.
Así, va creciendo lentamente el afecto cuando se van reconociendo con los mismos anhelos y deseos, a pesar de sus distintas procedencias, culturas y posiciones vitales.
La mayor parte de los 100 minutos del metraje pasa en el interior de la casa, lo que saca a relucir las dotes de Peter Naes para la dirección teatral, habitual en varios montajes en su país natal. Así, los diálogos alcanzan el protagonismo esperado y necesario para abordar aquella extraña coincidencia con resultados visuales satisfactorios. Esta sencilla producción (en la que no observamos los derribos de ambos aparatos) se abrirá ocasionalmente a los grandes espacios nevados con una fotografía estimulante, cuando los protagonistas buscan caza o intentan un camino a la civilización.
Perdidos en la nieve es una película que se ve con agrado y que muestra nuevamente que las coincidencias entre seres humanos están por encima de las diferencias que nos separan.
[Juan Orellana, COPE]
Este filme se inspira en sucesos reales que tuvieron lugar en Noruega durante la Segunda Guerra Mundial. En 1940, tras un combate, un caza británico y un bombardero alemán caen en una aislada región de alta montaña. Por casualidad, ambas tripulaciones acaban refugiándose en la misma cabaña. A pesar de ser enemigos, es difícil mantener el odio cuando las necesidades son acuciantes.
No es nada nuevo en el cine bélico una historia en la que soldados enemigos acaban confraternizando por alguna razón de necesidad. Recordemos La gran ilusión, de Jean Renoir; Feliz Navidad, de Christian Carion, o En tierra de nadie, de Danis Tanovic. Sin embargo, si se atina con la perspectiva dramática y no se cae en la seducción del sentimentalismo, la historia puede ser sumamente interesante. Es precisamente lo que ocurre con esta cinta noruega de Petter Naess, famoso por su película Elling.
La acción casi se desarrolla en un solo espacio, una cabaña de alta montaña, y todo gravita en la dirección de actores y la escritura del guion. Ambas cosas están resueltas muy bien, y a pesar de su lenta cadencia, los maravillosos paisajes ayudan al espectador a entrar en la vivencia de los personajes. Sorprende ver a Rupert Grint en su brillante retorno tras la saga Harry Potter. El resto del reparto hace un excelente trabajo: el alemán Florian Lukas y el británico Lachlan Nieboer encarnan a la perfección los ideales del oficial nazi y el caballero inglés.
Aunque todos los críticos coinciden en tildar la película de pacifista, lo cierto es que se centra más en los procesos psicológicos y morales de los personajes, que poco a poco van descubriendo que mirarse a los ojos y tratarse como caballeros es más humano que limitarse a ver la etiqueta “alemán” y “británico”. No descubre el Mediterráneo, pero la película es tan correcta como interesante.
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