Una historia enormemente imaginativa y entrañable, tan divertida como emotiva, crítica con el tráfico de esclavos y con la frivolidad de la corte francesa, y muy positiva en su encendido elogio del amor a los animales, la valentía, la amistad, la lealtad y la capacidad de sacrificio.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Zarafa. |
SINOPSIS
Los niños de la aldea se reúnen bajo el gran baobab, donde el anciano del lugar les cuenta la historia de inquebrantable amistad entre Maki, un niño de 10 años, y Zarafa, una jirafa huérfana que se convertirá en el regalo del Pachá de Egipto al Rey de Francia. Hassan, príncipe del desierto, tendrá que cumplir la peligrosa misión de llevar a Zarafa hasta Francia, pero Maki está decidido a traer a la jirafa de vuelta a su hogar aun arriesgando su vida. Durante el largo viaje que les llevará de Sudán a París, pasando por Alejandría, Marsella y los Alpes nevados, se enfrentarán a grandes peligros. Maki y Zarafa descubren que manteniéndose unidos, siempre los superarán.
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CRÍTICAS
[Jerónimo José Martín, COPE]
El exitazo internacional de las dos partes de Gru, mi villano favorito, de Pierre Coffin y Chris Renaud, es la más reciente confirmación del excelente estado de salud del cine de animación francés. Un cine que prácticamente se ha quedado solo con el japonés en la realización de largometrajes en animación tradicional en 2D, aportando en la última década las elogiadísimas y multipremiadas Bienvenidos a Belleville y El ilusionista, ambas de Sylvain Chomet; la original Un gato en París, de Jean-Loup Felicioli y Alain Gagnol, y las exóticas Kirikú y la bruja, de Michel Ocelot, y Kirikú y las bestias salvajes, de Michel Ocelot y Bénédicte Galup. Ahora se estrena en España otra ambiciosa película realizada con esta técnica tradicional 2D: Zarafa, de Rémi Bezançon (Un feliz acontecimiento, El primer día del resto de nuestra vida) y Jean-Christophe Lie (El hombre del gordini azul), que adaptan libremente la historia real de la primera jirafa llegada a Francia, en 1826.
Los niños de una aldea sudanesa se reúnen bajo un gran baobab, donde el anciano del lugar les cuenta la maravillosa historia de la inquebrantable amistad entre Maki, un niño de 10 años, y Zarafa, una jirafa huérfana. Hassan, príncipe del desierto, salva a Maki del negrero que ha matado a la madre de Zarafa, y se lleva a la jirafa y al niño a Alejandría, a la corte del Pachá de Egipto, que lleva meses asediada por los navíos turcos. El Pachá encargará a Hassan la peligrosa misión de llevar a Zarafa a París, como regalo al Rey de Francia Carlos X, al que solicita ayuda para liberar su país de los otomanos.
De este modo, Hassan, Zarafa, Maki y las vacas tibetanas Mounh y Sounh se embarcarán rumbo a París en el frágil globo aerostático del alocado científico Malaterre, seguidos en todo momento por el malvado negrero. Durante su odisea, se enfrentarán con piratas griegos, sobrevivirán de milagro en Marsella e intentarán salvar la imponente muralla helada de los Alpes. Y, en todo momento, el pequeño Maki sólo tiene una idea en la cabeza: llevar a Zarafa de vuelta a África.
Si se compara Zarafa con las últimas superproducciones de Hollywood, a ratos pesa un poco la escasez de presupuesto de la película —ocho millones de euros—, así como su limitado equipo de 250 personas, distribuidos, además, por diversos países, entre ellos, España, representada por los prestigiosos The SPA Studios, con Sergio Pablos como director creativo y Fernando Moro como director de animación. Sin embargo, este aparente defecto casi juega a favor de la película, pues sus responsables sacan un partido enorme a cada euro invertido en ella, ofreciendo así una magnífica planificación, unos espléndidos diseños de personajes, una animación de altísima calidad y, sobre todo, unos fondos preciosos, que exprimen al máximo unos paisajes fascinantes.
Además, todo ese meritorio despliegue técnico se pone al servicio de una historia enormemente imaginativa y entrañable, tan divertida como emotiva, crítica con el tráfico de esclavos y con la frivolidad de la corte francesa, y muy positiva en su encendido elogio del amor a los animales, la valentía, la amistad, la lealtad y la capacidad de sacrificio.
También cabe elogiar el respeto del filme hacia la religiosidad animista, islámica y budista de los protagonistas, que incluye una concesión a la reencarnación, enmarcada en el tono mágico del filme. Elogio especial merece la bellísima y variada banda sonora de Laurent Perez, sobre todo en sus pasajes en el desierto, con brillantes y personalísimos ecos de la magistral partitura del francés Maurice Jarre para Lawrence de Arabia, del inglés David Lean.
[Lourdes Domingo, TAConline]
El film se inspira en los hechos reales que sucedieron en la corte de Carlos X de Francia en 1827. Por entonces, el Cónsul de Francia en Alejandría pidió al Pachá de Egipto una jirafa, animal desconocido por entonces en el viejo continente. Al poco de llegar a París, el animal adquirió una enorme popularidad. De hecho, actualmente está disecada en el Museo de Historia Natural de la Rochelle.
Rémi Bezançon, artífice de comedias algo ácidas como Un amor de altura, El primer día del resto de tu vida o Un feliz acontecimiento, fue el motor de este proyecto que recuerda que la animación 2D para niños no es algo muerto, ni mucho menos carente de interés.
Entre otros integrantes del equipo expertos en este terreno destaca su codirector, Jean-Christophe Lie, que cuenta con unos cuantos títulos como como animador asistente en Disney: El jorobado de Notre Dame, Hércules o Tarzán son algunos ejemplos.
La historia está construida, a través de los diversos personajes, para entretener pero también, clarísimamente, para transmitir una serie de valores vinculados con la sinceridad, la fidelidad a las promesas, la búsqueda de la familia y la naturaleza, entre los que se cuela una anacrónica referencia al budista y una simplificación de la sociedad francesa de principios del XIX.
Gracias a un dibujo realista –cercano a los productos más tradicionales de la factoría Disney- y a un trazo bastante elegante –heredero declarado de la marca Sylvain Chomet y su excelente El ilusionista-, Zarafa da muestras de calidad y solvencia. Aunque no alcanza, ni de lejos, el grado de lirismo y creatividad del maestro Miyazaki (El viaje de Chihiro, Nausicaä, Ponyo), al que citan expresamente los directores en varias entrevistas, sí que se aprecia un deseo de cuidar los detalles en el uso de colores, formas y caracterización de rostros; cosa nada fácil, dado que muchos de los personajes pertenecen a etnias bien diversas.
En una época en la que dominan las grandes majors en la distribución y producción de animación, es importante aprovechar las escasas oportunidades que brinda la cartelera de ver relatos de este género, dignos, entretenidos, incluso algo más sosegados y menos pirotécnicos en los que, a la vez, no se esconden las situaciones difíciles que depara la vida y se recompensa el bien realizado.