Fallido drama sobre un recién estrenado matrimonio de madereros durante la Gran Depresión que vive su particular descenso al fatalismo también en el ámbito personal. La propicia y bella ambientación en escenarios naturales no suple los continuos vaivenes y tumbos del guión, que transita errante sin un destino claro en espera de que el resto de elementos corrija o camufle su mediocridad.
ESTRENO Título original: Serena. |
SINOPSIS
Montañas del Carolina del Norte, finales de la década de 1920. George y Serena Pemberton, una enamorada pareja de recién casados, empiezan a levantar un imperio maderero. Serena no tarda en demostrar su valía en un mundo de hombres, sea a la hora de supervisar a leñadores, cazar serpientes de cascabel, o incluso salvar la vida de un hombre en el monte. Con poder e influencia suficientes en sus manos, los Pemberton no permiten que nadie se interponga en su ardiente amor y sus ambiciones. Sin embargo, cuando Serena descubre el pasado secreto de George y afronta el giro irremediable que le ha reservado el destino, su apasionado matrimonio se ve abocado hacia un dramático desenlace.
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CRÍTICAS
[Enrique Almaraz – Colaborador de CinemaNet]
La tercera película de la pareja formada por Jennifer Lawrence y Bradley Cooper —tras “El lado bueno de las cosas” (2012) y “La gran estafa americana” (2013)— cuenta la historia de un joven y ambicioso matrimonio de madereros en Carolina del Norte durante la Gran Depresión del pasado siglo. Basada en la novela de Ron Rash, tras diversos formatos y nombres para el proyecto, ha sido la directora danesa Susanne Bier la encargada de llevarla a la gran pantalla. Por desgracia, los antecedentes de este terceto cinematográfico no han bastado para sostener una historia de mayor potencial que el exhibido.
El mayor inconveniente que presenta “Serena” es su falta de claridad en el objetivo. El arranque en la brumosa montaña parece un punto de partida propicio para el drama que ya aventuran el clima y el paisaje, pero pronto toda esa materia prima de poesía visual bucólica se desvanece a poco que se suceden los fotogramas. La trama se queda a medio hacer, pues si bien es claro que el objetivo principal es la vida del matrimonio Pemberton, las situaciones colindantes del marco —la compra de terrenos en Brasil, la posición del socio, amigo y algo más o la corrupción política— apenas se quedan en un esbozo sin profundidad y sin la merecida atención a su importancia. La baza principal que juega es la carga dramática presente, primero en el trágico pasado de Serena —con la fatal pérdida de toda su familia en un incendio y su cargo de conciencia no superado— y después en las dificultades conyugales. En ellos puede destacarse el buen trabajo de Jennifer Lawrence, varios enteros por encima de su compañero Bradley Cooper, a quien ella recomendó para el papel después de leer el guión. Bien dotada para el drama y capaz de soportar con solvencia los primeros planos en escenas difíciles donde su peculiar expresión traduce el dolor del personaje, Lawrence se reivindica un poco más cada día a pesar de la grisura del guión. El quiste borrascoso de la pareja bien podría haber contado con otros recursos más allá de la pasión de alcoba para las transiciones, pues la presencia casi única de paisajes como sustitutivo denota poca imaginación fílmica. El transcurso de los minutos da la sensación de que la película no va a ninguna parte o, dicho de otro modo, su inevitable fatalismo emprende sendas serpenteantes en demasía, con marcha errante, exceso de tumbos y picoteando de numerosos elementos sin rumbo ni identidad.
Por todo ello, cabe decir que “Serena” es una película fallida con talentos desaprovechados, pues su falta de concreción la termina convirtiendo en un discreto y simple drama turbio de bella factura y bella ambientación, pero carente de cualquier mínima muesca de relevancia para su perdurabilidad memorística.
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