Phoenix es una película alemana, contextualizada en la Alemania de la postguerra, que cuenta la historia de la transformación física e interior de Nina Hoss, una cantante judía que sobrevive a Auschwitz. Christian Petzold dirige un relato que nos habla del perdón y la reconstrucción personal.
ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: Phoenix |
SINOPSIS
Una cantante fue traicionada y enviada a un campo de concentración. Vuelve con la cara totalmente desfigurada y pide a un eminente cirujano que se la reconstruya para que sea lo más parecida a como era antes. Recuperada de la operación empieza a buscar a su marido, un pianista. Pero el reencuentro no es lo que ella esperaba.
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CRÍTICAS
[Marta García Outón – Colaboradora de CinemaNet]
El título de la película es más que casual, reveló el director alemán, Christian Petzold (director de la tan aplaudida película “Bárbara”). Podemos buscarle el sentido y la simbología del nombre de acuerdo a la trama. La historia habla de una transformación, tanto interior como exterior, de una mujer que nació y sufrió en los campos de concentración nazis; ya en la postguerra –un periodo que ha marcado un antes y un después, cuyas consecuencias no se pueden encontrar en ningún otro momento histórico-, Nina (Nelly Lenz) mantiene en el recuerdo aquel pasado y un rostro desfigurado es lo que le queda como muestra de ello. El personaje vivirá una transformación facial pero, lo más importante, personal (“a través de la voz –la música-, la mujer recuperará su alma”).
La historia está basada en una novela epistolar, pero de la que el director sólo recoge lo fundamental: “la reconstrucción facial a través de una cirugía y la llegada al consuelo desde la debilidad”. La trama ya va siendo conducida por los diversos elementos que el director alemán introduce, como por ejemplo una canción que contiene el tema del Pigmalión, e incluso la escena de la reconstrucción facial en el laboratorio nos puede recordar a la historia de Frankenstein (“la idea del hombre como artesano que construye una mujer a su medida”).
El director ha querido subrayar el drama que supone que una persona, en este caso el marido de la protagonista, no pueda reconocer una realidad aunque esta está desfigurada (su mujer Nina); lo explica así: “las personas que se sienten culpables no reconocen la realidad al vivir en una realidad que se han construido para justificarse”. En ese sentido, encontramos una reivindicación de la identidad, del ser, en el personaje de Nina. “La reconstrucción del yo es un reto moral, una búsqueda del equilibrio de la persona, que va en paralelo con la reconstrucción que estaba viviendo el país. (…) Es un proceso de creación de uno mismo, que enlaza el pasado con el presente”.
Christian Petzold ha querido contar una historia sobre el perdón y restauración de la propia persona; de nuevo, el cine alemán busca reivindicar la salvación de unos recuerdos de un país ahogado en la culpa y que se ve con la necesidad de expiarse.
[Mª Ángeles Almacellas – Colaboradora de CinemaNet]
Junio de 1945. Lene Winter ayuda a su amiga Nelly Lenz, antigua cantante y superviviente de Auschwitz, a recuperarse de las graves secuelas físicas y morales. Toda su familia ha muerto y ella tiene la cara totalmente desfigurada por una bala. En Berlín, se somete a una operación que le reconstruye el rostro, con rasgos parecidos a los de antes, pero no exactamente el mismo. Nelly, desconcertada por su propio aspecto, que le resulta ajeno y desconocido, no deja de repetir desolada: “Yo no existo”. Cuando empieza a estar recuperada, acepta dócilmente la propuesta de Lene de abandonar Berlín y marcharse a vivir a Israel. Pero antes quiere intentar encontrar a Jonnhy, su esposo ario, del que sigue estando enamorada. Por fin consigue encontrarlo en un cabaret llamado “Phœnix” –que da título a la película, aunque de modo ambiguo, porque el término también hace referencia al ave fénix, capaz de renacer de sus propias cenizas–. Lene se ve obligada entonces a revelarle que fue su mismo marido quien la denunció a los nazis.
La inseguridad personal que le han causado todos los traumas que Nelly ha sufrido le impide razonar con serenidad y se niega a creer en la traición de Jonnhy. Pero cuando se encuentran frente a frente, él no la reconoce y a ella le falta el valor para decirle quién es. Sin embargo Jonnhy se queda impresionado ante el gran parecido con la esposa que creía muerta, y le propone hacerse pasar por la difunta para poder cobrar la cuantiosa herencia. En el lúgubre sótano que le sirve de vivienda, Johannes ejerce como un nuevo Pigmalión para transformar a Esther, la para él desconocida mujer, en su esposa Nelly. A medida que ésta se va metiendo en el personaje de sí misma, paulatinamente, va dejando de interpretar y no sólo empieza a recobrar su aspecto y sus gestos, sino, sobre todo auténtica identidad y su fuerza y, con ello, su lucidez mental. De forma bellísima, la cámara va mostrando esa metamorfosis: al principio de la historia nos ofrecía una silueta titubeante y desvalida, casi confundida con los escombros de una ciudad en ruinas, pero, poco a poco, va acercándose cada vez más hasta llegar a primeros planos en los que resplandece toda la femineidad y el atractivo de una mujer resuelta y decidida.
En el momento álgido de la historia, Nelly le pide a Jonnhy que toque al piano la hermosa canción “Habla bajo”. Ella empieza a cantar ante sus amigos y, poco a poco va recobrando su hermosa voz. La escena, de una gran tensión dramática, resuelve la inquietante y amarga historia de un amor desgraciado, pero es un final abierto que deja la puerta abierta a la esperanza. Porque Nelly, el fantasma sin identidad que no era más que sus propias cenizas cuando llegó con las heridas de la vida y del campo de exterminio, como el ave fénix, renació de la muerte. Ahora, ella está más viva que los seres que la rodean, enterrados vivos en sus recuerdos y sus olvidos, sus odios y sus infidelidades. En el epílogo del mayor horror de la humanidad, Nelly Lenz ha sido capaz de levantarse y reconstruir (¿O, tal vez, sería mejor decir “recrear” como sugiere Lene?) su alma desfigurada por el dolor de la crueldad y la traición, ha encontrado su camino y el futuro es suyo.
Christian Petzold nos ofrece una película magnífica, con una soberbia interpretación de Nina Hoss y el resto del elenco que lleva a cabo, a su vez, un extraordinario trabajo. A medio camino entre el relato histórico y el melodrama, el film interesa, inquieta, conmueve y da qué pensar en la diferencia entre la dignidad del auténtico perdón y el olvido indiferente, casi tan culpable como el mismo delito.
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