«La espera» de una novia a que regrese su amado. La certeza de la madre de él de que éste no volverá. La relación que se establece entre estas dos mujeres. Los detalles, las sutilezas y la poesía de una película sutil y contemplativa a la que dan vida Juliette Binoche y una acertada Lou de Laâge.
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ESTRENO RECOMENDADO POR CINEMANET Título Original: L’Attessa |
SINOPSIS
En una antigua y señorial villa, Anna (Juliette Binoche), rota de dolor por la reciente muerte de su hijo Giuseppe (Giovanni Anzaldo), no quiere ver a nadie. La casa está aislada en pleno campo, con todas las ventanas cerradas y los espejos cubiertos de telas negras. Inesperadamente, llega una desconocida, Jeanne (Lou de Laâge), la novia de Giuseppe, a la que éste había invitado a pasar unas vacaciones en su casa. Pero Giuseppe no está, y Anna le asegura que llegará pronto. Los días pasan y entre las dos mujeres se va creando una relación afectiva mientras esperan juntas la víspera de Pascua, cuando Giuseppe regresará para asistir a la procesión. Anna se deja envolver por la impaciencia enamorada de Jeanne, que le hace sentir que la vida de Giuseppe todavía no se ha apagado. Y, llevada por un deseo vital de prolongar la vida del hijo, le oculta a la joven la realidad de la muerte del amado al que ambas esperan.
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CRÍTICAS
[María Ángeles Almacellas. Colaboradora de CinemaNet]
En «La espera», el tiempo transcurre lentamente, sin apenas diálogo, sin apenas acción. El silencio elocuente, las lágrimas apenas afloradas, las tímidas sonrisas, el agua centelleando herida por el sol resplandeciente en contraste con la oscuridad de la casa forman un fresco en el que aparece lo que está sucediendo en el interior de cada una de esas dos mujeres que esperan al mismo ser amado.
Toda la historia se despliega en detalles reveladores. Antes de que Jeanne llegue a la casa, vemos sobre una destartalada camioneta una imagen de la Virgen totalmente envuelta en plástico negro del que sólo surgen sus manos implorantes. En la procesión del Santo Entierro, se le quita por fin el embozo y aparece la Madre dolorosa. La misma noche en que para Anna, madre dolorosa, ha terminado la posibilidad de hurtarse a la realidad: Giuseppe no volverá y no tiene sentido que la novia lo siga esperando, debe partir a una nueva vida. Sólo ella, la madre, va a seguir soñando con la presencia del hijo. La muerte no puede ser el fnal definitivo de un ser capaz de amar y ser amado, porque el amor está abierto al infinito.
El director Piero Messina nos ofrece una narración llena de misterio y poesía, con unas imágenes bellísimas. Es una película para contemplarla, dejándose llevar de la dulzura amarga del denso dolor de una madre que no puede renunciar al hijo. Juliette Binoche, como de costumbre, está soberbia, en un papel nada fácil, encarnando a un personaje quebrado por la pena y a la vez fuerte para no consentir que la vida del hijo se apague definitivamente. En este caso, ha encontrado un contrapunto magnífico en Lou de Laâge. Entre ambas se establece un entendimiento mudo, hecho de miradas, gestos, lágrimas y sonrisas, buscando y escondiendo una verdad que son incapaces de aceptar.
En definitiva, una película bellísima para quienes amen la poesía y se detengan a deleitarse con ella.
Crítica cedida por la Fundación López Quintás
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