(Artículo publicado originalmente en el blog ‘Cartas en el olvido’)
El tiempo -de vacaciones- pasa, y conviene llenarlo de modo satisfactorio. Hace un par de días [el artículo se publicó originalmente en enero], estuvimos por la labor y, efectivamente, lo logramos. Un amigo, experto en cine, nos propuso ver una película de animación hecha con la técnica del stop-motion. «Cielos», pensé, «vamos a morir». Nada más lejos. Salí más vivo: eso te hacen las buenas cosas, que además llevan -gratis- mucho de belleza y verdad consigo.
Total, que vimos Kubo y las dos cuerdas mágicas, y además de toda la técnica en colores y preciosa música que llenan la película, tenemos una historia más que simpática. Aventura con fondo, digna de comentario. Pero, como espero que el lector la vea, no pienso explicar nada… y a ver si lo logro. Sólo una frasecilla de cuatro palabras.
En un momento dado, una mujer explica cómo el que era agresor acabó siendo esposo. “Me miró a los ojos y me dijo cuatro palabras que cambiaron mi vida: «Tú eres mi misión»”. ¿No es esa una manera totalmente novedosa de hablar del matrimonio? Pues no. Pero sí es bonita y profunda.
Es llevar al extremo la metáfora de la media naranja. Aquí va la expresión que se me vino a la cabeza al ver la película: «El camino del cielo para ti tiene un nombre: el de tu mujer». Eso decía San Josemaría, fiel a la explicación cristiana de siempre. Se dice en pocas palabras, pero no es poco lo que se dice.
«El camino del cielo» es el camino de la vida: tu vida misma, pero no tomada de cualquier modo, sino enfocada a la eternidad, en su verdad más profunda, que no excluye ningún aspecto de la vida, por más que a veces les llamemos pequeñeces. Russell Crowe en Gladiator lo dice a su manera: «lo que hacemos en esta vida resuena en la eternidad».
Pues eso, pero acompañado de tu cónyuge y a través de él. «No vas a irte al cielo solo, sino con tu mujer -o marido- y gracias a ella». ¿No es una manera increíblemente elevada de explicar el matrimonio? Todo queda enaltecido: lo corporal, que nunca va solo; lo más espiritual; los hijos y su educación…
La película tiene mucho de metáfora de la entrega de la vida por el otro. Y dejamos para otro momento el tratamiento que se le da a los ancianos en la familia y el exquisito respeto que se les tiene. Y muchas otras cosas.
PD: Gratis, ahí va un video sobre cómo se hizo la película. Brutal, el laborón que hay ahí. Vedlo aquí.
PD2: Gratis también, unas bonitas palabras de San Josemaría sobre el matrimonio, que explicitan más lo ya dicho:
«Los casados están llamados a santificar su matrimonio y a santificarse en esa unión; cometerían por eso un grave error, si edificaran su conducta espiritual a espaldas y al margen de su hogar.
La vida familiar, las relaciones conyugales, el cuidado y la educación de los hijos, el esfuerzo por sacar económicamente adelante a la familia y por asegurarla y mejorarla, el trato con las otras personas que constituyen la comunidad social, todo eso son situaciones humanas y corrientes que los esposos cristianos deben sobrenaturalizar.
La fe y la esperanza se han de manifestar en el sosiego con que se enfocan los problemas, pequeños o grandes, que en todos los hogares ocurren, en la ilusión con que se persevera en el cumplimiento del propio deber.
La caridad lo llenará así todo, y llevará a compartir las alegrías y los posibles sinsabores; a saber sonreír, olvidándose de las propias preocupaciones para atender a los demás; a escuchar al otro cónyuge o a los hijos, mostrándoles que de verdad se les quiere y comprende; a pasar por alto menudos roces sin importancia que el egoísmo podría convertir en montañas; a poner un gran amor en los pequeños servicios de que está compuesta la convivencia diaria.
Santificar el hogar día a día, crear, con el cariño, un auténtico ambiente de familia: de eso se trata. Para santificar cada jornada, se han de ejercitar muchas virtudes cristianas; las teologales en primer lugar y, luego, todas las otras: la prudencia, la lealtad, la sinceridad, la humildad, el trabajo, la alegría…»