De la cantante afroamericana Aretha Louise Franklin (1942-2018), apodada Lady Soul y también Queen of Soul, sabemos que vendió más de 75 millones de discos, lo que nos permite opinar que nos encontramos ante una de las máximas exponentes de este género, tanto por su calidad como por su cantidad.
Su influencia en la música contemporánea es una realidad valorada también por los premios recibidos -por ejemplo, 18 Grammy-. En 2019 ha recibido a título póstumo el Pulitzer Mención Especial por su contribución a la música y a la cultura estadounidense durante más de cincuenta años. Grabó con prodigiosos artistas como Elton John, Whitney Houston, Frank Sinatra.
En 1968 su voz espiritual se escuchó en todo el mundo con motivo del funeral de Martin Luther King. En 1993 y en 1997 cantó en las ceremonias de apertura del gobierno de Bill Clinton. Hecho que se repitió también con el Presidente Obama.
Hoy venimos a hablar del último documental estrenado sobre su figura, Amazing Grace. Como relata el cartel de promoción de la película, que llegó a los cines el 4 de octubre, estamos ante la voz de una leyenda. Una voz que ha vivido en la música y por la música.
El documental
El 13 de enero de 1972 Aretha Louise Franklin actuó durante dos noches consecutivas en Los Ángeles, en la pequeña Iglesia Baptista Misionera New Temple en Watts. Allí se grabó el que se convertiría en su álbum más vendido “Amazing Grace”. Se congregaron bastantes fieles para rezar y también para tener la oportunidad de escuchar a la Franklin.
La década anterior Aretha había pasado por Columbia sin demasiada gloria, pero su firma con Atlantic Records la situó en el estatus de la diva del Soul. Aretha era la hija de un predicador. Ciertamente su madre abandonó pronto a la familia, y ella ha tenido una vida de amores complicada. Con cuatro hijos, el primero cuando era una joven adolescente, pero su vida fue la música; su primera grabación la realizó a los 14 años.
Convencida que su éxito debía ser agradecido desde su raíz en la letra de esa grabación susurra y grita bellamente su agradecimiento a la vida, a la música, a Dios. La Warner Bros había decidido apostar por filmar una película de este concierto y confiaron la filmación de ambas sesiones a un equipo de rodaje liderado por el entonces joven director -tenía 38 años- Sydney Pollack (siempre nos quedará Memorias de África, junto a una espléndida y variada filmografía).
Contaba para este trabajo con un reducido equipo técnico y cinco cámaras de 16 mm y lograron 20 horas de filmación. Pero este material tan valioso, quedó arrinconado durante cuarenta años; parece ser que hubo un fallo técnico en el que no se utilizó la claqueta de inicio y final de rodaje, por lo que no puedo sincronizarse la imagen con el sonido.
Pollack, que falleció víctima de un cáncer de estómago en el 2008, expresó su deseo de que se completara la película. El productor Alan Elliott quiso trabajar este material ya en esta fecha, pero no obtuvo el consentimiento de la propia Aretha. Tras su fallecimiento, los herederos han dado el permiso y ahora gozamos de este musical que puede calificarse inmortal.
¡Música!
Espectador, sea o no sea amante del góspel, tiene con esta proyección 90 minutos un estallido de belleza. Recordemos a Shakespeare “…no hay nadie tan terco, tan colérico a quien la música no transforme por algún tiempo…”.
Si Amazing Grace es sencillamente maravillosa, también para los no amantes de este tipo de música. Porque Aretha canta de un modo inagotable que emana de su intimidad más íntima -si se puede decir así- e impacta en el espacio, en el tiempo, en los corazones. Crea, recrea, conmueve. El documental nos ofrece una joya ocurrida hace cincuenta años y que solamente había sido vivida por no tantos como se merecía esa música.
Ciertamente en la pantalla vemos sencillez: panorámica de las calles de Los Ángeles, el ir y venir del equipo montador, la actuación del que puede considerarse coprotagonista, el reverendo James Cleveland, «el rey del góspel», y sobre todo a Aretha, que conmueve, como ya se ha insinuado porque su música surge de las profundidades de su alma, porque su voz domina, porque hay una sacudida de inspiración, que influye en el moverse y conmoverse cada cuerpo, cada persona.
Son 90 minutos, como dice el crítico de cine Miguel Ángel Palomo, de levitación cinematográfica y musical. Por ello, continúa, «no hay inconveniente en que se vean las cámaras, en que el equipo técnico aparezca en el encuadre, en que el propio director entre en la imagen, arrobado, casi como en trance, embelesado en algunos momentos, frenético en otros, a veces casi asfixiado dando órdenes a sus cámaras para corregir o alabar determinados planos».
Son unas cámaras que apenas se mueven, concentradas en recoger el milagro que acontece ante sus lentes, conscientes de estar registrando un momento único, y son imágenes tan poderosas como apresuradas y urgentes las que muestra Amazing Grace. Recogen instantes que captan las reacciones de los asistentes, que se apoderan de la belleza vocal de la artista, capturas de unos segundos o de unos minutos.
Es el prodigio del cine, el prodigio de la música atrapada por el cine. Y sobre todo ello reina Aretha Franklin. La más grande. En algunas ocasiones, las salas de cine acogen milagros. Como esta película que parece llegada de otro planeta. Y en realidad, es así: llega de un mundo que no ya existe, pero que indiscutiblemente existió. Un mundo que, aunque pronto cumplirá cinco décadas, es en realidad inmortal”.
No cabe duda, la música terrenal quedó afligida por su pérdida, pero su voz siempre vibrará como ninguna otra mientras sigamos haciendo sonar “Spanish Harlem”, “Ain’t no way”, “Freeway of Love”… es de agradecer este documental que como se lee en diversas referencias, ha llegado a nosotros como un suspiro del pasado congelado durante décadas para hacernos partícipes de una Obra Divina, como el reverendo pide al principio de la actuación, invitando a abandonar la sala a aquellos que no fueran a disfrutar, cantar y bailar por la Gloria del Señor.
No creo exagerar, apoyo mi afirmación en unas palabras del compositor Cristóbal Halffter: “… Estamos hechos de las mismas materias que los virus y que las galaxias, porque no hay más. Pero nos diferencias de ellos la inteligencia y la sensibilidad. Y eso es precisamente el arte. A través de la inteligencia, de la razón, de la intuición, de la fantasía, que son atributos humanos, somos capaces de sentir la belleza ante un acorde. Por eso el arte es profundamente espiritual; es lo que nos transciende”.
Enhorabuena a todos los que os decidáis por acudir a Amazing Grace, parte de la herencia del carisma incandescente de la gran Aretha Franklin.