(Este artículo forma parte del reto «Un verano de cine solidario»: diez semanas y diez películas con valores para recoger fondos para el Hospital de Campaña de Santa Anna. La primera película del desafío es Pan del cielo, y aquí Josan Montull explora la cara más espiritual del film)
Pan del Cielo cuenta la historia de Lilli y Aníbal, dos veteranos «sin techo» que duermen en las calles de Milán. La víspera de Navidad escuchan un sonido extraño que sale de un gran cubo de basura, se acercan y encuentran a un bebé en buen estado de salud. Deciden llevarlo al hospital infantil más cercano y allí son testigos de algo extraordinario: ni los doctores ni las enfermeras logran ver al niño.
La pareja de indigentes acude entonces a un almacén abandonado donde malviven otros indigentes y allí, paradójicamente, el niño es visto por prácticamente todos. Una joven madre negra amamanta al bebe. Los pobres le hacen un lecho entre ellos y cuidan a la criatura que les trae una gran alegría. Pronto la noticia se difunde por Milán. Muchos acuden a ver al niño; algunos no lo ven y quedan frustrados, otros, sin embargo, lo pueden ver, se alegran y comunican su alegría a los que les rodean. La noticia del niño misterioso, visible para algunos e invisible para otros, se extiende por toda la ciudad.
El debutante director Giovanni Bedeschi fue voluntario durante doce años en un comedor franciscano de los sin techo milaneses. Allí vivió las diferencias de su vida profesional como publicista y su entrega a los más pobres. A partir de su experiencia, y con la ayuda de auténticos pordioseros, ha rodado esta película que se convierte en una fábula de tanta densidad como sencillez.
Todo en el film tiene aroma de evangelio y hace alusión al nacimiento de Jesús. Las reflexiones que aporta son muchas. Un mundo que no ve a los indigentes, refugiados y excluidos no puede ver nunca al niño misterioso que está con nosotros y nos mira. Un corazón egoísta y rencoroso necesita de la conversión para volver a descubrir al niño maravilloso. El niño, que no se deja fotografiar ni atrapar por nadie, ni tan siquiera por la Religión, es anunciado por los pobres y los sencillos que, al verlo, tienen una alegría incontenible. El encuentro con ese niño invita a la reconciliación y al perdón, al amor a un mismo y a la fraternidad.
Todos estos mensajes, que invitan a la bondad y a la fraternidad, están contados con una narración interesante, sencilla y bien construida desde el principio.
Las primeras imágenes del film son un preámbulo magnífico. Un primerísimo plano de un mendigo, desdentado, arrugado y con una muleta que se dispone a dormir hace una bellísima oración:
…Alabado seas mi Señor por nuestro hermano banco
Tan duro y frío pero que cuidadosamente acoge nuestro cuerpo cansado
Alabado seas mi Señor por el hermano cartón y por la hermana manta
que, aunque no derrote a los demonios de la noche,
al menos los aleja…
El montaje alterna por momentos imágenes reales en las que contrasta el lujo de Milán con los sin techo durmiendo en la calle.
Esto es “Pan del Cielo”, una película espiritual que obliga a mirar sin escrúpulos a los invisibles de nuestra Historia. En estos tiempos en los que muchos se esfuerzan por justificar la exclusión arguyendo la propia seguridad, o defienden la falta de acogida como fundamento de la paz social y el bienestar… este film es necesario.
No es una película sobre la fe en lo invisible, sino sobre la fe en lo real, en lo que es tan brutalmente real que preferimos no mirarlo. La lección de Bedeschi es muy clara: sólo mirando sin prejuicios el misterio de los pobres podremos atisbar el Misterio de un Dios que se ha hecho pobre. Sólo viendo a los que visiblemente hacemos invisibles podremos ver al invisible que se nos ha hecho visible. O, lo que es lo mismo, una fe que quiera descubrir la Trascendencia sin descubrir a los excluidos será una alucinación alienante que poco tiene que ver con Dios.